El padre de Cassandre Bouvier, asesinada en 2011 en Salta junto a su amiga Houria Moumni, llegó para asistir al juicio por el doble crimen; con más dudas que certezas, sólo espera que se haga justicia
Para Jean-Michel Bouvier, la Argentina no es un solo país, son muchos . "Y Salta es una sociedad feudal cuyas relaciones humanas parecen no haber dejado el medioevo...", afirma.
Con pudor, el padre de Cassandre Bouvier, la joven francesa de 29 años violada y asesinada en esa provincia del Noroeste en 2011 , evita ponerle nombre a ese tipo de vínculo: "Una sociedad -trata de explicitar- donde los poderosos mandan y los pequeños padecen".
Quizás por esa íntima convicción tiene muchas más preguntas que certezas. En vísperas de tomar el avión para asistir al juicio de los tres acusados del asesinato de su hija y de su amiga, Houria Moumni, (supuestamente), ocurrido el 15 de julio en la quebrada de San Lorenzo, Jean-Michel Bouvier expuso sus dudas a LA NACION en París.
Por eso también, sin duda, no cesa de repetir: "Prefiero un culpable en libertad a un inocente en prisión". Y Cassandre también -está seguro- "querría un proceso justo, donde todos pudiéramos conocer la verdad".
Cassandre está allí. En ese retrato en blanco y negro colgado en la pared del departamento parisiense de su padre, repleto de recuerdos y testimonios de una vida -como la de su hija- de viajes y aventuras por países remotos. Rodeada por clichés más pequeños de sus dos hermanos, la foto muestra una joven mujer sonriente y decidida, de hermosos ojos negros y mirada profunda. Su rostro está enmarcado por una cabellera anárquica, dejada en libertad. A modo de crespón, el ángulo superior derecho del marco está atravesado por una cinta de seda color rosa, símbolo de la batalla sin cuartel que libra ese padre por la dignidad femenina, desde su desaparición.
"La última vez que la vi, en la morgue de Salta, no parecía ella. Tenía la cara golpeada, martirizada, como si se hubiesen encarnizado con ella. Yo prefiero pensar que fue porque mi Cassandre se defendió, con todas sus fuerzas", confiesa, tratando de retener el llanto.
Cada día que pasa, Jean-Michel Bouvier piensa un poco más en su hija. Cuando habla de Cassandre, ese padre que la llora todos los días, jamás dice "su muerte". Habla de "su ausencia". Y si evoca sin resistencia su inmenso dolor, es porque tiene la impresión de que ésa es la única forma de mantenerla viva.
"Yo no soy creyente. Por eso sé que no la veré en otros mundos", confiesa.
Entonces, para poder seguir viviendo, Jean-Michel Bouvier se fijó dos objetivos: hacer reconocer el delito de "femicidio" tanto en Francia como en la Argentina y, sobre todo, seguir paso a paso, obsesivamente, como lo haría un entomólogo, el proceso de instrucción.
Dice que nunca pensó en hacer sus propia investigación. "No hubiese tenido los medios. Pero he procedido como en mi vida profesional: yo necesito pruebas, nunca acepté una explicación sin pruebas. Y debo reconocer que, en este caso, tengo más dudas que certezas", asegura.
Jean-Michel Bouvier llegó ayer a la Argentina en busca de esas respuestas. Dejando de lado la destrucción -"probablemente involuntaria"- de pruebas durante las primeras 24 horas de la investigación, el padre de Cassandre quisiera saber, entre otras cosas, por qué nadie interrogó a los empleados de la hostería situada a la entrada de San Lorenzo, donde su hija y Houria esperaron dos horas antes de entrar al parque.
"Cuando uno va simplemente a visitar un sitio turístico, no se queda dos horas en una mesa de bar, esperando para entrar", señala.
Cuando evoca ese episodio, Bouvier señala dos testimonios desechados por la instrucción. El primero es la declaración de la dueña del Hotel del Cerro, donde se alojaban las dos jóvenes, afirmando que Cassandre le habría dicho que "iban a San Lorenzo a encontrarse con conocidos". El segundo es el del joven guardián del parque que, en su primera deposición después de ver el cadáver, aseguró que Cassandre había salido de la reserva el mismo día que entró. "La reconoció por las botas inconfundibles que usaba mi hija", precisa.
También quisiera que le expliquen quién es esa joven mujer que el juez Martín Pérez no se preocupó en identificar, que aparece en una de las fotos del expediente, usando unos anteojos de sol tipo Ray-Ban. "Exactamente los mismos que un policía insistió en entregarme, aun después de haberle dicho que Cassandre nunca se protegía los ojos del sol, y que todavía tengo en mi poder. Poco antes, el mismo agente había interrogado también a mi ex mujer y a mis hijos sobre esos anteojos."
Uno de sus principales interrogantes concierne a la última foto, hallada en la cámara de Houria y que, según la Justicia, fue tomada exactamente en el momento de la agresión.
"Hice estudiar en un laboratorio francés esas tres fotos. Las anteriores llevan la misma firma electrónica del fabricante. Pero no es el caso de la última, que, además, parece haber sido trabajada con Photoshop. El laboratorio también afirmó que -contrariamente a lo que dice el expediente- esa foto no fue tomada mientras el autor se caía, sino en posición normal, de pie", precisa.
Con esa obsesión cartesiana que suele caracterizar a los franceses, Bouvier se tomó el trabajo de ir a San Lorenzo el mismo día y a la misma hora en que supuestamente fueron tomadas esas fotos.
"Con escasas variaciones, las dos primeras responden perfectamente a la luminosidad. La tercera no tiene nada que ver", asegura.
Pero, además, ¿por qué nadie parece conectar el asesinato de su hija con el suicidio del comisario Néstor Piccolo, que estaba decidido a reabrir la investigación? ¿No es curioso que el mismo policía haya encontrado los dos cartuchos servidos en el supuesto sitio de la agresión -después de que los investigadores habían rastrillado el lugar a la lupa- y, pocos días más tarde, el arma del crimen en el marco de otro operativo? ¿A quién pertenecen los dos ADN femeninos y uno masculino hallados sobre las jóvenes?
"Yo no acuso a nadie. Me niego a creer en versiones que circulan aquí y allá. Tampoco tengo pruebas. Sólo preguntas. En todo caso, si no obtengo respuestas, si tengo la sensación de que alguien quiere tomarme por ingenuo, haré lo que debo: hablaré con la prensa", asegura.
El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Jean-Michel Bouvier inauguró una estela en memoria de Cassandre y de Houria en San Lorenzo, en el mismo sitio en que perdió a su hija.
"Sé bien que no será fácil hacer aceptar una legislación sobre el femicidio. Por eso la estela era importante", dice.
Pocos días antes de partir a la Argentina, Cassandre había regresado entusiasmada de un viaje por América Central. Llena de proyectos, enamorada, confesó a su padre que, en poco tiempo más, seguramente lo haría abuelo.
"Como prueba de su determinación, había traído esa cajita transparente", señala con la misma serenidad que mantuvo durante toda la conversación. En el interior, dos pares de medias multicolores para bebé, tejidas al telar por las indígenas, quedarán para siempre en esa biblioteca como mudos testigos de un anhelo truncado.
El jueves 14 de marzo, Jean-Michel Bouvier cumplió 66 años. Ese mismo día, ese respetado especialista del Ministerio de Finanzas se acogió a la jubilación. Mientras cierra las valijas para viajar a la Argentina, un solo objetivo anima esta nueva etapa de su vida: conocer la verdad.
Sobre todas esas preguntas, sin embargo, planea un interrogante mayor: "¿Para qué sirven los responsables políticos en una sociedad? -cuestiona-. ¿Para qué sirven un ministro del Interior, un gobernador o un presidente, si no son capaces de proteger a los más débiles? Deberían tener vergüenza".