Los problemas del país se agudizaron desde la muerte del presidente; el chavismo lucha ante un movimiento de protesta decidido a decir basta.
CARACAS.- Hace un año, Venezuela se despertó sin haber dormido. Las informaciones no oficiales advertían sobre el estado agonizante de Hugo Chávez, tras 86 días de silencio y práctica invisibilidad ante la opinión pública.
Su heredero, Nicolás Maduro, convocó un acto televisado para acusar al "imperio" de haber inoculado el cáncer al líder de la revolución. Un par de horas después, se improvisó una nueva alocución, para el país y para la historia: "A las 16.25, ha fallecido el comandante presidente Hugo Chávez Frías".
El espeso silencio de entonces es sustituido hoy por los gritos de estudiantes y opositores contra la represión ordenada por el "hijo de Chávez".
Un año después, Venezuela, entre colas, protestas y mucha tensión , es la misma, pero parece otra: una versión debilitada y en crisis de la "revolución bonita" que soñó su líder, pero jamás supo construir.
La deriva económica . Castigada por la inflación que dispara los precios y encarece la vida (56,2% en 2013, la más alta del planeta); golpeada por el desabastecimiento de alimentos y productos básicos que llena las calles de colas interminables (por encima del 28% en enero, la peor cifra de la historia venezolana); estrujada por la falta de dólares que fuerza los incumplimientos nacionales e internacionales del gobierno, y debilitada por el dólar paralelo, que en un año pasó de cotizar 22,68 bolívares por dólar a los 81,19 actuales. La situación económica es tan difícil que el ex ministro Felipe Pérez Martí lanzó su propio SOS desde las filas revolucionarias: "A Maduro no lo va a tumbar la clase media que hoy está protestando, sino el pueblo chavista cuando se dé cuenta de que lo que ocurre no es responsabilidad del sector privado, sino del propio gobierno".
Persecución política y debilidad de Maduro . Leopoldo López, convertido en el principal preso político de Maduro. Y el presidente, debilitado por las protestas instigadas por el líder opositor radical, que lograron socavar su fortaleza política, conseguida a duras penas. El heredero de Chávez se impuso en abril por 200.000 votos y con denuncias de fraude electoral. Así comenzaba su calvario presidencial, que sólo encontró descanso tras las elecciones municipales de diciembre. Impulsado por las súper rebajas socialistas a la fuerza, el oficialismo se impuso con una diferencia del 10% a nivel nacional (aun perdiendo la mayor parte de las grandes ciudades), repitiendo los trucos del propio Chávez: una campaña absolutamente desigual y todos los fondos públicos para apoyar a sus candidatos. La luna de miel sólo se le prolongó dos meses a Maduro, empeñado en militarizar las instancias más importantes del Estado, superando incluso al propio Chávez.
Violencia, la plaga que no cesa . Cuando Chávez llegó al poder, en 1999, lo precedía una cifra alta en homicidios: 4500. Al morir, en 2013, su balance era mucho peor: más de 21.000 asesinatos en 2012. Una cifra que Maduro y su equipo se encargaron de superar: casi 25.000 homicidios el año pasado, según el independiente Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). El asesinato en enero de la ex miss Venezuela y popular actriz Mónica Spear constató que Venezuela vive un repunte de la violencia sobre una "normalidad" que ya la convierte en el segundo país más salvaje del planeta.
La asfixia de los medios. En un solo año, Maduro avanzó en la hegemonía comunicacional tan añorada por su "padre" político y espiritual, imponiendo un aplastante apagón informativo en lo que va de protestas. Una estrategia basada en la compra de canales y cadenas a través de empresarios amigos, en mantener las teles públicas como órganos de propaganda oficialista al mejor estilo cubano, la asfixia de los periódicos independientes imposibilitando la compra de papel y el hostigamiento a los periodistas, que ya sufrieron 80 agresiones, detenciones o robos durante las protestas.
La mitología religiosa. La enfermedad, agonía y muerte del líder revolucionario vinieron acompañadas desde el poder de la construcción de un mito cuasi religioso en torno a su figura, aprovechando la llamada "conexión emocional" de Chávez con las clases populares. Maduro no dudó en asegurar que incluso se le apareció en forma de pajarito, con su rostro grabado en una pared del subte y con su intervención fundamental desde el más allá para decantar la elección del papa Francisco. Los medios públicos dedicaron parte de su tiempo a santificar la figura del "mesías de los pobres", "comandante supremo y eterno" o "gigante", nuevas denominaciones sacralizadas desde el poder.