Prácticamente nadie duda de que la extraña combinación de elementos del socialismo y del capitalismo desarrollada por sus dirigentes ha permitido a China convertirse en una de las economías más importantes del planeta.
Esta curiosa mezcla ha tenido como consecuencia una serie de disfunciones que no dejan de sorprender a los occidentales interesados por el gigante asiático.
Sin embargo, ninguno de los extraños efectos de la fusión de esos dos sistemas económicos es tan impactante como el experimentado por Huaxi, una pequeña aldea fundada hace poco más de medio siglo, en la que todos sus habitantes -alrededor de 2.000- son millonarios y que hoy es un derroche de lujo y ostentación.
El secreto de esta ciudad situada a apenas 120 kilómetros de Shanghái, se encuentra en un conglomerado de empresas cuya propiedad colectiva pertenece a las 400 familias que habitaban la vieja aldea, y cuyos beneficios son reinvertidos en mejorar el pueblo. Las 58 divisiones de Jiangsu Huaxi Co, no solo dan trabajo a sus casi dos millares de accionistas, sino que emplean también a varias decenas de miles de personas de los alrededores, en condiciones que difieren bastante de las que disfrutan los copropietarios de la empresa.
Gracias a su participación en la compañía, los habitantes de la antigua aldea de Huaxi viven en una exclusiva urbanización formada por 400 chalets de 500 metros cuadrados y poseen varios coches de alta gama y unas abultadas cuentas corrientes. Además, cuentan también con educación y asistencia sanitaria de calidad y gratuita.
Impactantes recreaciones
Los beneficios de sus negocios son tan altos que la obligatoriedad de invertir el 80 por ciento de los mismos en mejorar la ciudad, ha permitido convertirla en un lugar moderno y extravagante, dominado por las reproducciones de los monumentos más representativos de todo el mundo. Sus recreaciones de la plaza de Tiananmen, de una sección de diez kilómetros de largo de la Gran Muralla o del Capitolio de Estados Unidos, el Arco de Triunfo de París o la Ópera de Sidney convierten a esa ciudad en un auténtico parque temático que atrae cada año a más de dos millones de turistas.
Muchos de ellos se alojan en un impresionante hotel ubicado en un rascacielos de 328 metros de altura y 74 plantas e inaugurado en 2011 con motivo del 50 aniversario de la fundación de la aldea. Su principal atractivo es la escultura de oro macizo que preside la recepción.
A pesar de toda esta ostentación, el principal atractivo de Huaxi sigue siendo el éxito del experimento de Wu Renbao, un funcionario local del Partido Comunista fallecido el pasado año, que una vez soñó con convertir en millonarios a todos sus vecinos. Ahora, esa pequeña aldea campesina es el espejo en el que pretende mirarse la nueva China. Una ciudad llena de lujos y ostentación sostenidos gracias al trabajo incansable y mal pagado de miles de personas que solo pueden mirarla desde fuera.