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20/02/2014 10:13 hs

Por qué Estados Unidos emite sin inflación

Internacionales - 20/02/2014 10:13 hs
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El análisis económico del día. Si la emisión excesiva de dinero genera inflación, ¿por qué Estados Unidos emite tanto dinero sin generar inflación? La respuesta fue planteada por John Maynard Keynes, hace casi 80 años.

Argentina lleva 70 años con alta inflación, excepto durante los 90, incluyendo periodos de muy alta inflación y hasta hiperinflaciones.

Los excesos de emisión monetaria para financiar déficit fiscal han sido un rasgo común de los años de alta inflación. Si hay un lugar en el mundo donde la relación entre la emisión de dinero y la inflación debería estar fuera de discusión, es en Argentina. Especialmente porque la vinculación entre emisión e inflación se hace más fuerte, y más evidente, en períodos hiperinflacionarios, y pocos países en el mundo han sufrido esa enfermedad económica tan agresiva.

Pero, curiosamente, se sigue cuestionando aquí que los excesos de emisión de dinero generen inflación. Y un cuestionamiento habitual es el siguiente. Si los excesos de emisión de dinero generan inflación, ¿por qué Estados Unidos ha emitido tanto dinero en estos últimos años y no ha generado inflación? ¿No será que esa relación entre emisión e inflación es falsa?

Efectivamente, la emisión de dinero en Estados Unidos ha sido muy acelerada en los últimos años. La Base Monetaria creció, entre diciembre de 2007 y diciembre de 2013, a un ritmo promedio del 27% anual. Pero la inflación fue, en 2013, del 1.5%. Menos de la mitad de la inflación que Argentina tuvo en enero, pero durante un año completo.

La respuesta a esta combinación de muy alta emisión de dinero y muy baja inflación tiene casi 80 años. La planteó John Maynard Keynes, el gran economista británico que sentó las bases conceptuales para las políticas anti-cíclicas, en una situación que se conoce desde entonces como “trampa de liquidez”.

En condiciones normales, la emisión de dinero genera un excedente de liquidez que presiona hacia abajo a las tasas de interés, cuando quienes tienen excedentes de dinero en efectivo deciden desprenderse de él para comprar activos que generen rendimiento. En una situación de baja demanda agregada (por ejemplo, en medio de una recesión), esa baja de tasas de interés impulsa la actividad económica sin presionar demasiado sobre los precios. En una situación de alta demanda agregada (por ejemplo, en una situación de muy bajo desempleo), el resultado es menos crecimiento de la actividad económica y más aumentos de precios.

Pero cuando la demanda agregada sigue siendo baja, en un contexto de nula inflación, o incluso de deflación, una vez que las tasas de interés han llegado a cero, la política monetaria deja de ser efectiva. Con tasas de interés nulas y deflación, las personas no tienen incentivos a desprenderse del efectivo para pasarse a otros activos. De hecho, a una tasa de interés nula, es casi lo mismo tener un título público que dinero en efectivo. Incluso es más atractivo tener el dinero, ya que al menos sirve como medio de pago, a diferencia de los títulos. Y conserva poder adquisitivo, o incluso lo aumenta si los precios caen. Por eso resulta atractivo atesorar todo el dinero que se emita. Esa situación es una trampa de liquidez.

En medio de una trampa de liquidez, la emisión de dinero no aumenta la actividad económica ni los precios porque todo lo que se emite queda en el bolsillo de alguien. Con oferta y demanda de dinero totalmente calzadas, no se produce desequilibrio entre ambas y, por lo tanto, no se genera impacto macroeconómico. Ni aumento de la actividad económica ni aumento de precios.

Lo saben los japoneses, que lidiaron con esa trampa durante los 90, emitiendo enormes cantidades de dinero para terminar comprobando cómo continuaban estancados. 

Lo sabe Ben Bernanke, el presidente saliente de la Reserva Federal de Estados Unidos, que se pasó toda su gestión lidiando con este problema. 

Lo sabe Paul Krugman, el gran economista americano, keynesiano, progresista, fuerte crítico de las políticas del partido Republicano, que fue tal vez el primero en anticipar que la política monetaria tan expansiva no lograría impulsar la actividad económica, pero tampoco generaría inflación.

Pero esto no significa que la emisión de dinero no impacte sobre los precios. Si eso fuera así, Estados Unidos habría encontrado la fórmula mágica. Para qué enredarse en las duras discusiones entre demócratas y republicanos sobre el presupuesto nacional, si con sólo emitir dólares podría financiar cualquier déficit fiscal, sin generar inflación. 

Y si fuera así, la Reserva Federal no estaría tan atenta al momento óptimo para comenzar a reducir la emisión de dinero. De hecho, ya comenzó a hacerlo. Porque sabe que, una vez que la economía salga de la trampa de liquidez, tendrá que revertir su política monetaria tan expansiva para que el excedente de dinero en circulación no genere presiones inflacionarias.

Hay pocas cosas en economía tan estudiadas como la relación entre la emisión de dinero y la inflación. A tal punto, que hoy es muy claro por qué las teorías monetaristas de finales de los 70 y principios de los 80, que prescribían fuertes contracciones monetarias para bajar la inflación, tienden a fracasar o, al menos, a hacer demasiado dolorosos los procesos de estabilización inflacionaria. 

Porque el camino de regreso de una alta inflación es diferente al camino de ida. Porque para generar una alta inflación basta con emitir dinero de manera excesiva, pero para bajar la inflación no basta con reducir la emisión, porque hay que desactivar, simultáneamente, el proceso de inercia inflacionaria por el cual los precios suben porque suben los salarios y los salarios suben porque suben los precios.

No tiene mucho sentido negar el impacto que la excesiva emisión de dinero genera sobre la inflación. Tiene más sentido analizar y debatir cuál es el mejor modo de erradicar, definitivamente, el grave problema de inflación crónica que padece nuestro país desde hace tantos años.


Redacción Gastón Utrera / Lavoz.com.ar

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