Laura Lazzarino es autora del blog http://losviajesdenena.com/. Desde siempre tuvo un sueño: viajar y vivir para contarlo. Desde hace más de cinco años recorre el mundo. Según cuenta, desde el año 2010, “extiende el pulgar” junto a Juan Pablo Villarino, quién se reconoce como “nómada desde hace 8 años”.
Juan, lo plasma todo en http://acrobatadelcamino.blogspot.com.ar/. Cree en la paz, la interdependencia y en el viaje como estilo de vida. Ambos escribieron “Caminos Invisibles - 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas”- un libro escrito tras 18 meses de un intenso viaje por toda Sudamérica, revelando lugares desconocidos, aventuras irreales y un análisis del alma del continente región por región.
He aquí una pequeña entrevista a dos nómadas que decidieron dejarlo todo para vivir viajando.
Juan:
Soy “Acróbata del camino”; desde hace ocho años estamos dando la vuelta al mundo a dedo. Al principio cada uno por su cuenta y desde hace 4 años juntos.
En el 2010 comenzamos un viaje por Sudamérica. Dieciocho meses de viaje desde la Antártida a Guyanas, toda una vuelta por el continente.
Laura:
La idea de caminos invisibles, lo que tratamos de condensar, fue lo que nos propusimos antes de comenzar el viaje; tratar de separarnos un poco de las rutas preestablecidas. Normalmente cuando uno planifica un viaje a…Perú por ejemplo, piensa automáticamente en “Cuzco, Machu Pichu y Lima, y ahí termina todo el viaje. Pero nosotros dijimos no, si queremos conocer a fondo de que se trata la cultura, la identidad de nuestro continente, hay que salirse de esas rutas. El libro está lleno de historias fuera de los caminos típicos.
¿Cómo se planifica entonces, un viaje de estas características?
L:
Se planifica con tiempo, pero un mapa es fundamental. Cuanto más completo y detallado mejor.
El tiempo es un requisito fundamental, sobre todo para saber a donde uno está yendo y no caer como “en paracaídas” sin tener idea de lo que pasa alrededor. Saber cuáles son los puntos de interés, cuál es la realidad social, cultural y actual de cada país que se va a visitar, para tener una idea de que es lo que uno quiere ir a ver.
J:
Es un 50% de planeamiento y un 50% de caos, en el lindo sentido de la palabra. Sabes más o menos algunos puntos de interés. Nosotros lo que hacemos es viajar a dedo para jugar con el azar y lograr interrelacionarnos con la gente local. Siempre hicimos paradas que no estaban programadas, pero en el contexto de una ruta que si lo estaba.
En cuanto a la administración, ¿cómo lo financiaron?
L:
Lo que nos gusta siempre aclarar, es que no tenemos ningún sponsor, ni una tarjeta de crédito sin límite. No, en absoluto. Somos completamente normales. Lo que hicimos en un primer momento, fue ahorrar un poco como para tener una base como para poder salir, pero lo cierto que lo que financia nuestros viajes, es siempre la venta de nuestros libros.
Cuando salíamos por Sudamérica, lo que hacíamos era armar libritos artesanales pequeños, que fueran fáciles de ir armando en el camino y vendiéndolos en playas, restaurantes, bares y cafés. Básicamente fueron los libros los que nos permitieron viajar.
J:
La gente piensa, “son millonarios, cuánta plata deben gastar, deben vender millones de libros…” y no. La realidad es que se gasta mucho menos de lo que uno puede pensar en este tipo de viajes. Gastamos menos, aunque parezca absurdo, cuando estamos viajando que cuando estamos en la Argentina. No tenemos gastos fijos. Viajar por regiones como África o Sudamérica en muy barato.
¿Se manejaban con un presupuesto diario?
L:
Teníamos un presupuesto diario, pero no porque digamos: “hasta acá gastamos, y nos aguantamos el hambre, o la que venga”…, sino porque somos muy meticulosos al momento de anotar, para llevar un control de nuestras finanzas y nos daba al final de cada país siempre hacíamos un promedio y siempre el numero era siete con setenta y pico de dólares. Yo realmente pienso, “¡¿cómo hacíamos!?”. Pero es así…es mucho más caro vivir quieto, que vivir viajando.
Al viajar a dedo, no teníamos gastos de transporte, dormíamos siempre en casas de familia, utilizamos Couchsurfing que es una red social que brinda intercambio gratuito de alojamiento. También acampamos, por lo que gastos en hoteles fueron muy pocos. Sólo 19 noche de 454.
Siempre está incluido lo que es una visa, o algún gasto médico, pero normalmente con esa plata nos manejábamos muy bien.
J:
Hay que tener en cuenta que sentarse a comer en un país como Perú o Tailandia por ejemplo, no cuesta más de uno o dos dólares, en un comedor normal.
¿Cómo resultó viajar en pareja tanto tiempo?
L:
Nosotros hace cuatro años que estamos juntos y sumando en cantidad de tiempo, y horas es como si fuese muchísimo más. Son cuatro años muy intensos, donde se ponen a prueba muchísimas cosas, la otra persona se vuelve tu sostén en todo sentido porque cuando estás lejos de tu casa cualquier problema o alegría que tenes se magnifica y está bueno tener al lado a quién uno ame para que comparta ese momento. A nosotros nos funcionó muy bien. Tenemos un amor que va muchísimo más allá de todo, pero obvio que como en toda pareja tenes algunos roces. Hay que aprender a pasarlos porque no podes pegar un portazo e irte a lo de tu mamá. Para todo eso el humor es fundamental. Hay que aprender a desenojarse más rápido que a enojarse.
¿Siempre acamparon… siempre viajaron "a dedo"?
L:
A dedo sí. Es una constante. Es parte también de la línea del viaje. El hecho de viajar a dedo, mucha gente lo cataloga como algo de gente que no tiene plata, o está mal visto. Pero la verdad es que el dedo es la herramienta que nosotros tenemos para acercarnos a la sociedad de una manera diferente, porque vos te parás en la ruta y no sabes quién te va a frenar. Y en realidad nos han frenado personas de todo tipo de clase social, religión. Eso te permite un contacto con la población local, mucho más espontáneo, desinteresado y diferente. Siempre aprendes algo. Siempre encontrás a alguien que te invita a su casa.
J:
Hemos viajado con peluqueros de mascotas, monjes budistas, jugadores de fútbol famosos, boxeadores, militares…siempre te bajás con una historia.
La finalidad de nuestros libros, es documentar la hospitalidad que hay en el planeta más allá de la cultura que tenga.
Cuando a uno le dicen “Colombia”, por ejemplo enseguida se imagina algo peligroso por lo que se ve en las noticias…Lo mismo si te dicen Afganistán, y te puedo asegurar que son lugares donde la gente te recibe con los brazos abiertos.
¿Y La Antártida?… ¿Cómo llegaron a lo que fue el punto de partida?
L:
No estuvo planeado…pero eso fue lo más lindo. Cuando nosotros decidimos salir de viaje, el primer objetivo que tuvimos era ir desde Argentina a Groenlandia, una meta bastante alta. Pero nos dimos cuenta que en realidad no conocíamos el Sur Argentino entonces cómo íbamos a llegar tan lejos sin antes haber ido hasta Ushuaia, por eso el viaje empezó yendo para abajo.
Llegamos a Ushuaia después de semanas de viaje y había un cartel muy grande que dice: aquí finaliza la ruta Nacional nº3, pero estaba el puerto lleno de barcos, y sabíamos que había algo más allá, entonces dijimos como puede ser que tengamos a 3000 Km Buenos Aires atrás, y a tan solo 1000 Km esté la Antártida. Nos daba mucha curiosidad esa situación, saber que se terminaba la ruta, pero que se abría el mar.
Pero estaba fuera de nuestro alcance, porque un viaje turístico cuesta alrededor de cuatro mil dólares por persona y no teníamos esa plata. Pero sí muchas ganas, mucha ilusión y un proyecto muy lindo que es el que tenemos ahora, de dar la vuelta al mundo. Entonces, armados con una carpeta llena de recortes de diarios con nuestras estadísticas del blog, con el proyecto del libro que teníamos pensado escribir y con el libro anterior que estaba en librerías fuimos a Antarpply Expeditions, que es la única empresa Argentina que viaja a la Antártida y les propusimos una especie de intercambio. Que nos llevaran ellos a la Antártida y nosotros, con un proyecto educativo que tenemos, además de la publicidad y menciones, mostraríamos fotos a todos para concientizar sobre la pérdida de este patrimonio cultural, y así fue…estábamos felices.
J:
La verdad, no lo esperábamos. Fuimos a que nos dijeran que no y nos dijeron que si.
L:
Es una experiencia única, no hay nada que se le parezca, es mágico. Para nosotros era imposible, pero después de ese viaje dijimos bueno…si pudimos llegar a la Antártida, ya está vamos a cualquier lado.
En cuanto al equipaje y las cosas que uno necesita para estar preparado en un viaje de este tipo...
L:
Viajamos con dos mochilas cada uno. Las típicas mochilas de mochilero y una más pequeña adelante con un poco de equipo técnico, como nosotros trabajamos mientras viajamos, llevamos computadoras, cámaras de foto, todo lo necesario para actualizar nuestros blogs.
Y en la mochila de atrás bueno, llevamos ropa (siempre decimos que hay que evitar los “por si acaso”, porque siempre se puede comprar o conseguir en el lugar) así que tratamos de viajar livianos. Tenemos una carpa, dos bolsas de dormir y nada más. No llevamos ollas, ni cocina. Nada de eso, porque siempre es muy barato comer y cargar con todo eso es un peso. No se justifica.
J:
Tampoco es nuestro estilo de viaje, somos más urbanos en el sentido de que no es que vayamos de ciudad en ciudad sino de aldea en aldea. Donde haya asentamientos humanos, por ejemplo en Bolivia estuvimos siguiendo un camino Inca que desde hace 500 años la gente sigue usando. Es un empedrado, pero siempre había aunque sea un caserío.
L:
Se trata de adaptarse. Es fundamental la flexibilidad para salir exitoso de un viaje como este.
J:
Nunca sabes con que te vas a encontrar. Hay que saber resolver situaciones. Tomar decisiones continuamente.
L:
Hay gente que entendemos prefiere la comodidad de su hogar, estar parado, su casa o la seguridad de su zona de confort.
J:
En Ecuador fuimos a la Amazonía, no nos esperaba una ciudad, tuvimos la suerte de que un cacique de una etnia que se llama Shuar, los antiguos jíbaros reductores de cabezas, que no son tan malos, nos recibiera. Fue un viaje de nueve horas en canoa dejando la civilización atrás. Entras a un lugar donde no hay señal de teléfono, la gente no usa dinero, sino que sale a cazar su alimento o pescar su almuerzo o cena. Compartimos diez días con ellos, con sus historias. Nos enseñaron a utilizar una cerbatana o como beber la chicha y de golpe nos fuimos alejando de nuestras vidas “normales” de ciudad.
Dependíamos de ellos para todo, había insectos venenosos, plantas venenosas. Lo sabían todo.
¿Cómo se manejaban con el idioma?
L:
Obviamente hay idiomas internacionales. Los dos hablamos bien inglés, no tenemos problemas para comunicarnos, pero imaginate que la gente en medio de un camino Inca, no podes pretender que el campesino hable inglés. En esos lugares de hecho no hablan español. Ahora por ejemplo, estamos planificando un viaje a Mongolia y el pastor mongol no va a hablar inglés, y muchísimo menos español, entonces tratamos siempre de tener una especie de “machete” y aprender una lista de ciento cincuenta, doscientas palabras o frases para podernos comunicar, no solo para salir de un apuro, sino para poder aprovechar el viaje.
J:
Esa lista es una parte importante del equipaje. Son las frases que nosotros sabemos que siempre vamos a necesitar.
L:
Siempre tratamos de buscar a alguien que nos enseñe inglés y el idioma local, y que nos enseñe la pronunciación. Ni siquiera como se escribe porque en otros alfabetos, como el ruso no podé prender a leer, pero si pronunciar correctamente.
¿Qué significa para ustedes “caminos invisibles”?
L:
Por un lado es ir descubriendo esa ruta o caminos, pero también descubrirse a uno mismo. En este viaje tuvo mucho de aprendizaje personal. Fue el primer viaje que hicimos juntos. Para mi particularmente fue la decisión concreta de dejarlo todo y dedicarme exclusivamente a viajar. Enfrentar un montón de prejuicios, de dudas, a la mirada del otro e ir sorteándolos a medida que iba pasando el tiempo, aceptar esas dificultades y darme cuenta que cada vez mi nivel de tolerancia era mayor. Aprender a renunciar la zona de confort.
El que lea caminos invisibles, no solo va a encontrar relatos de viaje sino también un poco de autobiografía y confesiones. La historia de amor de cómo nos conocimos, hasta como fue pasar de ser una licenciada en turismo, detrás de un escritorio vendiendo paquetes turísticos a animarme yo misma a ir por esos viajes.
¿Aquello de lo que no quieren olvidarse nunca más, lo que los marcó?
L:
No me quiero olvidar de que se puede vivir mejor. De que la gente es mucho más buena de lo que se muestra en cualquier medio de comunicación, que el mundo es un buen lugar para vivir, a pesar de todas las noticias que nos rodean. No me quiero olvidar que a los prejuicios hay que derribarlos. El viaje es una muy buena escuela para aprender eso.
No me quiero olvidar que, muchas veces las personas que menos tienen son las que más dan.
J:
Hemos visitado los países más humildes del planeta y nos han recibido de la manera más espontánea. Sin vueltas ni formalidades, como cuando van a visitar la casa de uno, que queremos que esté todo en orden. La gente da todo.
¿Cómo los recibían?...
L:
Depende del contexto. Si te encontrás en un lugar donde prima la religión, por ejemplo, la gente te toma como un peregrino. Le adjudican un valor espiritual a tu viaje. En otros lugares donde la gente es muy materialista, les choca muchísimo, porque se preguntan… “¿Cómo, no te importa tener una casa?”.
J:
No pueden llegar a ver que detrás de tu viaje hay un fin espiritual, que en realidad estás renunciado a esas comodidades que uno ya tiene en su lugar de origen. A mí me pasó en la etapa de medio oriente, países como Turquía, Siria, Irán donde la gente me interpretó como un peregrino y realmente se paleaban por recibirme en su casa. Todos querían que conociera sus familias, discutían.
L:
Esa gente, con otra cultura, es la que nos supo decir “Estás viajando por la paz mundial”, piensan en un objetivo de paz, que en realidad uno sí tiene…pero no tan magnífico.
¿Cuánto tiempo permanecían en cada lugar?
L:
Normalmente, con el pasaporte entras a todos los países. Hasta Venezuela se puede ir con documento y en todos tenes hasta tres meses. En algunos lugares, como Colombia podías extenderlo hasta seis meses. Igual tratábamos de no usar todo ese tiempo, porque si no el viaje se hacía eterno.
J:
En el caso de la visita a las tribus, como los Shuar, la visa ahí es de confianza. Tenes que ganar la confianza del otro. Hubo muchos lugares donde estuvimos para los que no existe un tour que te invite a conocerlos. Ni para los Huarpes en Mendoza, ni los descendientes de ranqueles en La Pampa. Todo se daba a raíz de poner el cuerpo y entrar en confianza con las familias.
La experiencia como “intercambio cultural”…
L:
Es inevitable el intercambio. Un requisito indispensable para el viajero es saber dominar el ego y tener humildad, es difícil llegar a una población como la de los Shuar, nueve horas canoa arriba y sentirse un completo inútil, porque por más que tengas un máster en cualquier ingeniería o sepas manejar tecnología, estás ahí y no tenés idea de que planta podes tocar y cuál no; que bicho tocar, qué podes comer, conseguir el alimento. Hay que entregarse, y aceptar lo que ofrecen, entender y pedir ayuda.
El intercambio es continuo, desde que te ponen un plato de comida de la que no conoces los ingredientes. Se aprende de todo, hablando, expresándonos, vistiéndonos, observando. Es mutuo.
¿Cuáles el próximo destino?
Para abril tenemos planificado un viaje por Asia central. La idea es ir tras la búsqueda del corazón nómada y también plasmarlo en un libro. Queremos comparar el neo nomadismo europeo con algunas tribus urbanas y movimientos nuevos. Recorreríamos Asia central. Vamos a tomar el mítico transiberiano, el tren que parte desde Moscú y llegar a Ulaanbaatar capital de Mongolia y regresaríamos por más rutas invisibles persiguiendo tribus nómadas que aún existen.
¿Se puede vivir viajando?
L:
Sí. Totalmente.
J:
Es más económico que no hacerlo. Hay que tomar la decisión, animarse y vencer el miedo interno.
L:
Es necesario entender que no necesitamos tanto.
Para conocer más acerca de Laura y Juan:
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