Suzanne Basso, 59 años, condenada por el asesinato de un hombre con retraso mental, tardó 11 minutos en morir por inyección letal en el penal de Huntsville
Texas ejecutó ayer a Suzanne Basso, lo que le otorgó el triste honor de ser la mujer número 14 en morir a manos del Estado en EE UU desde que el Tribunal Supremo reinstauró la máxima pena en 1976. La muerte de Basso se certificó a las 18.26 hora local del miércoles en la sala de ejecuciones de la penitenciaría de Huntsville por una inyección letal. Postrada en su silla de ruedas, Basso fue trasladada a la cámara de la muerte donde tardó 11 minutos en fallecer. Se fue sin querer hacer declaraciones finales antes de que el verdugo le inyectara el cóctel mortal de medicamentos que acabó con su vida, según informa la agencia Associated Press.
Siguiendo con las crueles estadísticas que genera la pena de muerte en Estados Unidos, Basso es la persona 510 ejecutada en Texas desde 1976, el Estado más activo a la hora de aplicar la pena capital. De ese número, 505 han sido hombres. Según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC, siglas en inglés), las mujeres representan un 2,1 % de los presos que esperan en los corredores de la muerte del país y un 1 % del total de ejecuciones. Esperando la muerte en Texas hay ocho mujeres, incluyendo una ciudadana británica. Con fecha de 1 de enero de este año, 63 mujeres están esperando que se las ejecute en los corredores de la muerte, sobre un total de 3.125 personas (1.366 han sido ejecutadas desde 1976).
El abogado de Basso luchó in extremis por que el Tribunal Supremo parase la ejecución tras alegar que la condenada sufría problemas mentales y no era consciente de que se le iba a matar. Anteriormente, una Corte de Apelaciones había descartado esa petición.
Basso, 59 años, había pasado 14 años en el corredor de la muerte y en la actualidad estaba inválida. En 1999 fue encontrada culpable de torturar y asesinar a Louis Buddy Musso, 59 años y que sufría retraso mental. La condenada se casó con Musso y le convenció de que abandonara su natal Nueva Jersey para trasladarse a Texas, donde le asesinó junto con otras cuatro personas –entre ellas el hijo de Basso- para cobrar el seguro de vida. El cuerpo del hombre fue encontrado en agosto de 1998 en una carretera de Houston (Tejas) y su cadaver era casi irreconocible debido a las torturas y golpes a los que fue sometido.
Las otras cinco personas que fueron juzgadas junto a Basso –entra ellas su hijo- fueron condenadas por haber participado en el crimen pero no sentenciadas a muerte, algo que hizo notar el abogado de la mujer en los recursos que no lograron salvarle la vida. “Su infancia fue terrible y se podría decir que casi desde entonces ha tenido problemas mentales”, dijo Winston Cochran, su letrado. “Creció en la pobreza y sufrió abusos sexuales. Todos sus registros médicos prueban que tenía problemas psiquiátricos”, dijo el abogado. Cocharn mantuvo la teoría de que Basso fue un chivo expiatorio y pagó por un crimen en el que no fue la única participante y de cuya autoría había solo pruebas “esporádicas”·
El letrado consideró que hubo prejuicios contra Basso, quien en el momento del crimen era una mujer obesa de más de 160 kilos, con “una personalidad desagradable” y “nada atractiva” y sobre quien hicieron caer toda la responsabilidad del crimen sus cómplices.