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22/01/2014 09:08 hs

Isabel Allende: 'He querido burlarme de la novela policiaca'

Latinoamerica - 22/01/2014 09:08 hs
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¿Por qué no adentrarse en el género policiaco?. La autora recogió el guante de Carmen Balcells y así surgió 'El juego de Ripper'

La franqueza de Isabel Allende es desarmante. Medio acobardado, el periodista le pregunta por la génesis de 'El juego de Ripper' (editada por Plaza & Janés), su debut en el género policiaco, si todo empezó con un personaje, una trama, quizá una atmósfera, y ella le baja bruscamente a la realidad.

- Primero fue la obligación de escribir una novela policial, como habíamos acordado (con su marido y su agente), contemporánea y ambientada en San Francisco. Era 7 de enero y yo empiezo a escribir mis novelas siempre un 8 de enero. Eso era todo lo que tenía. Pero dos días más tarde vi a mi nieta Andrea jugando sola en la cocina con naipes y con dados. Jugaba a un juego de rol con compañeros en Skype. Por entonces Andrea era una chica muy parecida a la protagonista de mi novela, Amanda, llevaba una capucha negra todo el tiempo, era tímida, poco sociable, y vivía en un mundo de fantasía. Ella me permitió jugar un par de vueltas con sus amigos, y ahí se me ocurrió trasladar ese mismo juego a la ciudad de San Francisco.

Amanda dirige en 'Ripper' un grupo de 'frikies' desperdigados por el mundo que intentan esclarecer los crímenes de un asesino en serie al tiempo que la policía de la ciudad, encabezada por el padre de la niña, hace lo propio pero con peor fortuna. "Quería que mis investigadores fueran más simpáticos que James Bond", afirma la escritora chilena entre carcajadas.

- ¿Cómo fue su aterrizaje en el género negro?

- Leí a Larsson y Nesbo para ver lo que se hacía en ese momento; yo me acordaba sólo de Agatha Christie y Conan Doyle. Enseguida me di cuenta de que no podía escribir novelas como aquellas, tan oscuras y brutales.

"Yo tengo otra visión de la realidad", agrega Isabel Allende, "así que pensé: voy a respetar la fórmula pero adoptando cierta distancia para burlarme un poco de ella. Al fin y al cabo, tanto la novela negra como la rosa son géneros muy desprendidos de la realidad, puede decirse que fantásticos, donde siempre hay un final predecible: en las primeras gana la justicia y en las segundas el amor. De acuerdo, me dije, ciñámonos a las normas, que ganen los buenos, pero burlémonos un poco, caramba".

Como en toda novela negra que se precie, en 'El juego de Ripper' encontramos un asesino, un policía que debe detenerlo y un retrato social más o menos pormenorizado. Pero en Isabel Allende siempre hay más, todo aquello que no por escapar a la razón es menos real. Traducido a personajes (habitualmente femeninos), aquí nos topamos con videntes, astrólogas, psíquicas y sanadoras como Indiana, la madre de Amanda, una mujer vital, "hippie, despegada del mundo", "una bruja buena" inspirada en una terapeuta argentina, Ana Cejas, que ayudó mucho a su marido, el escritor de novela policiaca William C. Gordon, cuando se le diagnosticó -ahora dicen que por error- una enfermedad terminal.

Los personajes masculinos sobre los que gira la trama son el jefe de Homicidios, ex marido de Indiana y fuente de información de su malcriada niña, y el ex navy seal Ryan Miller, paciente de la clínica donde trabaja Indiana que acaba siendo determinante en la resolución del caso junto con el extraño equipo capitaneado por Amanda. Para dibujar el personaje del marine, Allende recurrió a Robert Mitchell, que formó parte del comando que localizó y mató a Bin Laden en Pakistán. A diferencia del soldado de la ficción, Mitchell "tiene dos piernas y la conciencia limpia".

Isabel Allende alcanzó la fama como epígono del boom latinoamericano, rama realismo mágico. La muerte de su hija Paula la abocó al género autobiográfico, que seguramente no volverá a abordar porque su familia "ha estado demasiado expuesta" y eso le hace sentirse mal: "Los niños (sus nietos) ya tienen 20 años y no es cosa de que su abuela esté escribiendo sobre sus vidas. Sólo podría volver a este tema si en el futuro escribiera una memoria únicamente sobre mí, pero ¿quién podría leer ese plomazo?".

La escritora chilena tiene instalado en su ordenador un reloj que le avisa cada 45 minutos para que se levante, dé una vuelta por el jardín y se tome una taza de té; su espalda le pasa factura si se concentra, como antes, durante 11 horas seguidas. Además, "uno se cansa sin saberlo y todo lo que ha escrito al final del día no sirve para nada y hay que tirarlo al día siguiente. Ahora estoy intentando cambiar mi rutina de trabajo, hacerla más budista y serena. Vamos a ver si me resulta, pero lo dudo mucho".

Otro reloj interior le indica qué tipo de obra le toca empezar a escribir el siguiente 8 de enero, y su éxito mundial le permite publicar lo que le pide el cuerpo. No sabe qué será lo próximo, pero se lo ha pasado tan bien con 'Ripper' que quizá repita con el género policial. "He cultivado todo tipo de géneros, pero siempre corresponde al momento que estoy viviendo. Escribí 'Hija de la fortuna', sobre la fiebre del oro, porque acababa de descubrir California, adonde llegué porque estaba enamorada de un gringo [William C. Gordon]. 'La casa de los espíritus' fue un intento de recuperar mi Chile perdido cuando estaba en el exilio".

- ¿Cómo es ser célebre?

- La celebridad ocurre en un círculo externo, sólo durante las promociones de mis libros o cuando me presento en público, y ahí sé que sólo vienen los lectores que me quieren (hay millones que me detestan). En la vida privada, uno sigue siendo la misma persona, está en su misma piel, con su mismo marido, sus mismos perros. Yo no soy una rockera. Ser escritora no es lo mismo. Mi trabajo se hace en silencio y soledad: eso significa que la mayor parte del año estoy aislada, de modo que no siento el ruido hasta que salgo.

El 8 de enero de este 2014 comenzó a pergeñar su próximo libro, pero los viajes promocionales le van a impedir sentarse de nuevo ante el ordenador hasta mediados de febrero. 'El juego de Ripper' se ha publicado simultáneamente en varios idiomas y ella tendrá que venderlo por un montón de países "como quien vende pan", algo que aun hoy en día le resulta chocante.

Recientemente también le ha tocado viajar a Chile para apoyar, "y votar", a Michelle Bachelet, en quien tiene depositada mucha confianza. "Tiene una oportunidad única gracias al apoyo del Congreso. El problema de la educación se postergó en su anterior mandato y las protestas tuvo que lidiarlas Sebastián Piñera; ahora le tocará el turno a la salud, que se privatizó completamente durante la dictadura". Los paralelismos con España no quedan ahí: "Los números del progreso económico en Chile no reflejan la desigualdad. El crecimiento va a las manos de unos pocos mientras la gente vive endeudada".

Colaboración imposible

Si por ella hubiese sido, Isabel Allende jamás habría acometido una novela policiaca. Fue Carmen Balcells, su agente, quien la animó a escribir «una historia de crimen a cuatro manos» en colaboración con su marido, William C. Gordon, autor que en ese momento (enero de 2012) ya llevaba publicados cinco libros de género 'noir'. La primera parte de la petición de Balcells sí llegó a buen puerto; lo de escribir conjuntamente con su esposo pronto ("a las veinticuatro horas", escribe en los agradecimientos de 'El juego de Ripper') se vio que terminaría en divorcio, así que ella se encerró a escribir "a solas, como siempre". Gordon escribe en inglés, lo hace "a ratitos, a mano, en un cuaderno amarillo, y tiene una capacidad de atención de 11 minutos. No necesita investigar porque todas sus novelas transcurren en el San Francisco de los años 60, un territorio que él se conoce como la palma de la mano", explica Allende. "Yo, sin embargo, tengo una capacidad de trabajo de 11 horas, escribo en castellano y directamente en el ordenador. Ambos nos dimos cuenta de que aquello no podía funcionar".

El matrimonio no chocaba sólo en eso. Ella necesita investigar y, cuando se encierra a escribir, no se atiene a un plan. "No dispongo de un mapa de hacia dónde voy, empiezo a darle vueltas al tema hasta que cae". Para colmo, su marido la tacha de "mandona", de modo que temía que al final una novela conjunta fuera única y exclusivamente de Isabel. Ella cree que "la ficción es un acto de soledad. Quizá se pueda hacer en colaboración otro trabajo de naturaleza distinta", asegura, pero "la ficción, al menos en mi caso, es tan personal que sucede a nivel orgánico, en el vientre más que en la cabeza".

Fuente: El Mundo 

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