Cada vez más médicos desaconsejan a los pacientes realizar algunos estudios considerados de rutina. Aseguran que pueden ser perjudiciales y llevar a sobrediagnósticos.
Informe de Clarín - Edición 13/01/2014 - Por Valeria Román. “Más vale prevenir que curar”, dice el refrán, pero ¿ siempre lo es? Hay pruebas para rastrear enfermedades y tratamientos en estadios tempranos que pueden causar más disgustos que tranquilidad, porque muchos se los exigen a sus doctores sin justificación o porque algunos médicos los indican sin seguir las recomendaciones basadas en la evidencia científica. Como consecuencia, se realizan chequeos y tratamientos innecesarios que causan daños físicos y psicológicos y costos innecesarios para el sistema de salud.
Esos daños son la preocupación principal de un movimiento de asociaciones y médicos a nivel mundial que impulsan la “prevención cuaternaria”: son las acciones para identificar a pacientes que están en riesgo de sobremedicalización y para protegerlos de intervenciones médicas invasivas. El concepto fue acuñado por el médico belga Marc Jamoulle, y en nuestro país lo promueven integrantes de la Sociedad Argentina de Medicina Interna General, la Federación Argentina de Medicina Familiar y General, y la Asociación de Psiquiatras Argentinos, entre otras entidades. Sin embargo, esto ya abrió una polémica con otros sectores médicos (ver Los que defienden...).
Ya existía la prevención primaria, que son las acciones para evitar que una enfermedad se desarrolle (como ponerse la vacuna BCG para protegerse de la tuberculosis); la prevención secundaria (como detectar una enfermedad en una etapa temprana); y la prevención terciaria (para reducir los efectos de una enfermedad que ya se desarrolló, como las complicaciones de la diabetes). Ahora, es el turno de la prevención cuaternaria.
“Cuando se habla de prácticas de prevención, parece que hay todo para ganar. Pero hay que tener en cuenta que pruebas y tratamientos también producen daños”, dijo a Clarín Karin Kopitowski, jefa del servicio de medicina familiar del Hospital Italiano de Buenos Aires. Entre los daños del exceso, figura el sobrediagnóstico: es cuando se hace un rastreo de una determinada enfermedad y se la detecta en personas en las que nunca causará daño ni muerte si se la dejara librada a su evolución.
Un ejemplo de sobrediagnóstico se produjo durante las últimas tres décadas con el cáncer de próstata. Los hombres sin síntomas se sometían a la prueba PSA y hubo muchos más casos de cáncer de próstata. Hoy, esa prueba es desaconsejada por el Instituto Nacional del Cáncer: los daños superan a los beneficios, porque los pacientes pueden desarrollar disfunción eréctil, incontinencia urinaria, y complicaciones serias vinculadas con la cirugía.
Otro problema son los falsos positivos. Ocurren cuando una prueba brinda un resultado anormal, y sin embargo, los estudios posteriores confirman que la persona no estaba enferma. Así, los falsos positivos generan ansiedad y temor, y hacen que las personas sufran los efectos adversos de los procedimientos que se realizan: como ocurrió con la remoción innecesaria de la glándula tiroides de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en enero de 2012. Fue porque un estudio previo le había dado como resultado un falso positivo de cáncer de tiroides.
Otro alerta para la prevención cuaternaria se centra en los chicos y los adolescentes. “Se habla de una epidemia del trastorno de déficit de atención e hiperactividad, pero la definición de la enfermedad es dudosa y pone a un montón de chicos en riesgo”, resaltó Gustavo Dupuy, médico psicoanalista del Forum Infancias y de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Son chicos que se aburren porque la escuela no está adapatada a los tiempos actuales, pero los etiquetan como enfermos y los medican con fármacos que pueden producirles insomnio, anorexia, aumento de la frecuencia cardíaca, entre otros efectos adversos”, comentó.
Jorge Bernstein, psiquiatra y presidente de la comisión de prevención cuaternaria de la Federación Argentina de Medicina Familiar y General, aclaró que se busca volver al precepto de Hipócrates para los médicos: “no dañar”. “La gente no debería pedir más chequeos sin preocuparse por los riesgos, porque con la idea de prevenirse de todo se hacen cosas que ponen en peligro la vida. Aconsejo elegir un médico de cabecera que esté más interesado en la persona que en los análisis. Si tiene un problema nuevo, consulte con él antes de autoderivarse a un especialista, y sólo concurra a las guardias en caso de urgencias”.