Con los ascensos dispuestos en diciembre por la Presidenta , el teniente generalCésar Milani se aseguró lealtad y confianza en la nueva conducción superior del Ejército.
Conformó la cúpula militar más numerosa desde el retorno de la democracia, con 55 generales. Una cuarta parte de ellos (14) pasó por la especialidad de Inteligencia, el área en la que el jefe de la fuerza cimentó su poder.
Un dato significativo es que esos 55 generales comandan una tropa de sólo 17.000 soldados. En 1983, etapa final de la última dictadura militar, había 64 generales, pero con 72.400 soldados en los cuarteles. En ese momento existía el servicio militar obligatorio y, al asumir el gobierno democrático, el presidente Raúl Alfonsín redujo drásticamente la cantidad de generales a 30.
"Cambió la política de la purga por la de la cooptación", apuntó a la nacion un observador del ámbito castrense, al intentar descifrar la estrategia de Milani, cuestionado por organizaciones de derechos humanos por su actuación en la represión de los años 70.
Desde 1984 se mantuvo cada año un promedio de 35 generales en actividad, hasta que en diciembre pasado la Presidenta firmó el ascenso de 21 coroneles al grado de general, y, contra lo que se esperaba, no dispuso ningún retiro.
Milani, el hombre con más poder en las Fuerzas Armadas, les dio funciones y misiones a todos. "La cooptación se da a través de confiarles una misión, lo que genera compromiso y lealtades", resumió la fuente. Como resultado del alto número, muchos generales pasarán a ejercer funciones que hasta ahora estaban a cargo de coroneles.
La ampliación del cuerpo de generales, además, se da en momentos en que los mandos más jóvenes del Ejército objetan puertas adentro el alineamiento explícito de Milani con el "proyecto nacional y popular".
Acompañan al teniente general Milani en la cúpula militar cinco generales de división y 49 generales de brigada. Se incluyen siete que desempeñan funciones en el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Frente al avanzado número de generales, observadores de la política militar entienden que no hay hipótesis de conflicto que justifiquen la ampliación del generalato. Salvo que se piense en una estructura más amplia de la fuerza, con vistas a futuras misiones relacionadas con la participación del Ejército en el control de las fronteras para colaborar con las fuerzas de seguridad.
Fuentes castrenses estimaron que se trata de la mayor relación de oficiales superiores por soldados en toda América del Sur y en la historia argentina. Hay un general por cada 309 soldados, cuando en 1983 había uno cada 1131. "Hoy la relación es, incluso, menor, porque de los 17.000 soldados hay unos 2000 que cumplen tareas administrativas y técnicas", señalaron en el ámbito castrense.
En el Ejército argentino, hay unos 5600 oficiales, 21.800 suboficiales y 17.000 soldados. "Prácticamente hay un oficial cada tres soldados", puntualizó una fuente, al contrastar esa proporción con la que existe en otros países de la región. Mientras en Brasil hay un oficial cada ocho soldados, en Chile hay uno cada nueve y en Colombia, uno cada 23, según un informe del centro Nueva Mayoría.
"Esta situación anómala se vincula con una política arbitraria que se ha seguido en materia de ascensos y pases a retiro desde la gestión de la ex ministra Nilda Garré, y a la circunstancia de que, por la política caprichosa de haberes, el pase a retiro equivale a caer en una situación de pobreza. Por esa razón, el oficial en actividad se transforma en rehén del poder de turno", apuntó, en tanto, Horacio Jaunarena, ex ministro de Defensa durante las presidencias de Alfonsín y de Eduardo Duhalde.
Jaunarena recordó a la nacion que una de las primeras medidas tomadas por Alfonsín cuando asumió en diciembre de 1983 fue reducir el plantel de generales a la mitad, al igual que en la Armada y la Fuerza Aérea, con el propósito de rejerarquizar los cargos superiores.
En su libro La casa está en orden, Jaunarena señala que en la mesa en que solían reunirse los almirantes en el edificio Libertad cabían cómodamente veinte oficiales y que en las épocas del Proceso "los almirantes en actividad tenían que hacer un doble círculo alrededor de la mesa". Actualmente componen la conducción de la Armada 25 almirantes y vicealmirantes.
El ex ministro advirtió, además, que en la última década se multiplicó por tres el personal que se desempeña en el Ministerio de Defensa, algo que consideró desproporcionado.
MANEJO DE LISTAS
La conformación de la nueva plana mayor del Ejército contrasta también con la política de ascensos predominante en el gobierno kirchnerista.
Consolidada especialmente en la gestión de Garré, esa política se caracterizaba por el pase a retiro de oficiales "por portación de apellido", objetados por sus lazos sanguíneos con coroneles o generales que habían intervenido en la lucha contra la subversión.
Mientras varios oficiales quedaron, así, a mitad de camino, los antecedentes que inculpaban a Milani por su presunta participación en la desaparición del ex conscripto Alberto Ledo, en La Rioja, no fueron tenidos en cuenta en sus sucesivos ascensos. En junio del año pasado fue nombrado jefe del Ejército, en reemplazo del teniente general Luis Alberto Pozzi, y en diciembre el Senado aprobó su ascenso a teniente general, pese a las objeciones de la oposición.
Los cambios en la dimensión del Ejército fueron resumidos con una metáfora por el investigador Máximo Badaró, de la Universidad Nacional de San Martín, en su reciente libro Historias del Ejército argentino.
"En 1983 se hubiesen necesitado poco más de cuatro estadios de fútbol como el de Boca Juniors para albergar a todos los integrantes del Ejército [103.213 efectivos]; en 2010, en cambio, con un solo estadio hubiese sido más que suficiente", escribió Badaró en esa publicación.
LA INFLUENCIA DEL JEFE DEL EJÉRCITO
Sin tachaduras
El hombre fuerte de las Fuerzas Armadas logró que el Gobierno no le vetara ningún oficial propuesto para el ascenso y a nadie de la lista que establece la distribución de la cadena de mandos