Hay heridas que el tiempo no cierra. Menos cuando la enemistad entre dos familias se resolvió en un conflicto armado. Eso comprendió el lunes a la mañana Ángel “El Mono” Ale, mientras caminaba por los pasillos de tribunales, sobre esas baldosas de la Justicia con las que tantas veces se cruzó en su vida.
Se acercaba el mediodía. El mostrador de la Fiscalía de Instrucción de la IX° Nominación parecía una popular de la cancha en un día de clásico. Ángel Ale se acercó a la sede judicial para entrevistarse con la fiscala María de las Mercedes Carrizo.
Su abogado, Víctor Taleb, le había aconsejado que denunciara las amenazas de muerte que -según “El Mono”- recibió la misma noche y del mismo teléfono del que habían intentado amedrentar a funcionarios del Gobierno, a fiscales y a Alberto Lebbos.
Pero era tanta la afluencia de denunciantes que la fiscala le pidió que se presente el martes a primera hora. Estuvo apenas un par de minutos y, después de conocer la decisión de Carrizo, se retiraba tranquilo de tribunales cuando una mujer vestida de negro y teñida de rubio le dijo algo que lo hizo volver sobre sus pasos.
Justicia divina
“Qué bueno que la justicia divina te esté alcanzando”, lanzó Mercedes Galván, hermana de Enrique Ramón Galván, uno de los miembros del clan de “Los Gardelitos” que fue asesinado el 31 de diciembre de 1986 por “El Mono”, en un episodio en el que también estuvo vinculado su hermano Rubén “La Chancha” Ale. “Este fin de año se cumplieron 27 años de la muerte de mi hermano pero para mi mamá, Zulema Soria, y para mí, es como si hubiera pasado ayer”, dijo la mujer.
El enfrentamiento verbal enmudeció el agitado murmullo de los pasillos. Cuando “El Mono” reconoció a la persona que le hablaba le contestó: “ya lo voy a encontrar de vuelta a tu hermano allá arriba”. Pero ni esa frase detuvo a Galván. “Esta es la justicia de Dios que está haciendo que paguen por todo lo que hicieron”, retrucó. A lo que Ale respondió: “qué hablás si ustedes también son unos asesinos”.
La tensión crecía, pero cuando todas las personas que escucharon esta discusión se miraban preguntándose qué podía llegar a pasar, “El Mono” Ale, que también estaba acompañado por sus hijas, decidió retirarse del lugar.
El crimen
Ese sangriento 31 de diciembre del ‘86, también fue asesinado Santos Pastor Aguirre, otro integrante de “Los Gardelitos”. “El Mono” se entregó a la Justicia en marzo de 1987 y asumió el doble crimen. Pasó un año y medio detenido en la seccional 2° acusado de exceso en legítima defensa, hasta que el 7 de octubre de 1988 recuperó la libertad. “La Chancha” fue sobreseido en ese caso.
Lentamente la tensión se fue disipando, pero los ánimos quedaron caldeados. “Ellos siempre fueron unos apretadores. Le vamos a besar los pies a Susana Trimarco porque Dios la puso en el camino para que estos (por los Ale) paguen todo lo que hicieron”, concluyó enfurecida Mercedes Galván. La disputa fue verbal, pero la dureza de las palabras con las que discutieron permitió recordar cómo fueron esos días de sangre en Tucumán.