El Templo de Hera
Edición del 24 / 11 / 2024
                   
16/06/2024 13:43 hs

Se quedó sin nada, empezó a dibujar como un hobby y creó “El Fisu”, el muñeco escondido en rincones de CABA

- 16/06/2024 13:43 hs
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Buscando incomodar poniendo en foco a aquellos que muchos evitan mirar, Martín encontró una manera original de hacer arte y a la vez crear empatía.

El arte genera incomodidad y es por eso que Martín no quiso escapar de esta característica, ni mucho menos que su obra pase desapercibida. Si alguna vez caminaste por las calles de la Ciudad, es probable que te hayas encontrado con la escultura de un hombre durmiendo en posición extraña pegada a la pared.

Martín se crio entre el barrio porteño de Floresta y la localidad bonaerense de Castelar, al oeste del conurbano. Sus constantes idas y vueltas en colectivo lo hicieron presenciar diversos escenarios durante el tiempo que demoraba el viaje. Siempre le gustó dibujar y tenía facilidad, pero nunca pensó que ese sería su punto de partida para encarar a un nuevo proyecto que le cambiaría la vida.

Un día el artista se quedó sin nada: se separó de su pareja, no pudo renovar el contrato del alquiler y su emprendimiento fracasó. Saltando de la casa de un hermano a otro, un día una invitación le abrió la puerta a una nueva oportunidad y “El Fisu”, su mayor obra, tomó vida reflejando -un poco- aquel momento de profunda caída.

En arte de la incomodidad

“Nací en Merlo, la familia de mi viejo era de Castelar, así que me crie un poco en Floresta, mi casa, y un poco en el oeste. Vengo de una familia muy numerosa, somos 11 hermanos y nos cuidaba mi abuela. En estas idas a Castelar me fui alejando de a poco del dibujo, empecé a juntarme con los pibes del barrio y surgió lo de hacer una banda, por una cuestión social. Empecé a dedicarme a la música a pesar de que en paralelo iba a un colegio donde tenía mucho vínculo con las artes”, detalló Martín a TN.

Pero tras ello las cosas comenzaron a flaquear. “Tuve una banda mucho tiempo hasta que el 2013 que decidí dejarla. Me separé de la pareja con la que estaba, no me renovaron el contrato de alquiler, yo trabajaba en forma independiente, tenía una empresita de sublimación y estampa, y me fundí. De repente todo lo que había construido hasta ese momento se derrumbó, terminé siendo El Fisu que después cree”, recordó el artista sobre sus inicios.

Así, un día una amiga apareció con un taller de mural gratuito que se daba en Caseros. “Ahí arranqué y no paré nunca más”, aseguró. “Tenía mucho tiempo disponible, entonces empecé a asistir al profesor en sus trabajos y eventos. Él conseguía paredes e invitaba a sus alumnos a intervenirlas, y así fue que me metí de lleno a la pintura y específicamente a la pintura mural, tenía este bagaje de secundario, venía pintando y dibujando sobre todo y empecé a retomar esta actividad, en especial la del modelo vivo que me acompañó prácticamente siempre”.

El nacimiento del Fisu

Un día se presentó una oportunidad única. Una pared libre lo esperaba. “El profesor me dijo ‘pintá lo que quieras’. Ahí me empecé a preguntar qué iba a hacer. Yo siempre lo asistía, pero ahora podía hacer lo que quisiera y me acuerdo de que yendo en el colectivo me puse a dibujar a un tipo que estaba durmiendo en el bondi, que tenía aspecto de estar en la calle o de un trabajador totalmente agotado. Entonces en el camino lo dibujé y cuando llegué pinté a este personaje. Ahí arrancó mi carrera como artista. Me di cuenta de que podía hacer lo que quisiese y me vi reflejado de alguna manera en la pintura. Lo veía y decía: ‘es mi pintura’”, detalló.

De a poco comenzaron a surgir los trabajos vinculados al arte y cada vez le dedicaba más tiempo a eso. “Me salió esto naturalmente, es donde puse mi atención y simplemente respeté eso: las personas exhaustas, cansadas, durmiendo en cualquier lugar, usando la vía pública para dormir, porque encima es cuando más vulnerable estas y más aún si lo haces en la calle”, destacó.

Si bien su trabajo no lo enfocó desde un lado político, con los años se fue dando cuenta de que en el fondo estaba escondido ese sentimiento de empatía social. El mural, a gran escala, no iba a pasar desapercibido por quienes pasen por en frente. “Un poco expones a la gente a que lo vea, vos podés pintar cualquier cosa en la calle, pero de alguna manera estás poniendo esa imagen en un cotidiano de cierta gente y exponiéndolo a toda persona que pasa por ahí. Además, es muy distinto a cómo se concibe el arte donde generalmente tenés que ir a verlo a un lugar, no es que te lo cruzas”, remarcó y agregó: “Llevás la obra a que la vea cualquiera, incluso aunque no quiera verla”.

Fue entonces cuando empezó a preguntarse algunas cosas. “¿Qué hace uno con esa incomodidad de ver a alguien durmiendo en medio de la vereda? Lo ves y hasta lo esquivas, por ahí ni te das cuenta si está respirando, pero igual seguís de largo, tratas de hacerte el otro. Entonces lo que hacía era reforzar esa incomodidad. No queres verlo, pero te voy a poner un mural gigante de 7 metros de alto para que lo veas, me interesaba ese momento en el que uno decide no hacerse cargo de alguna manera, no empatizar”, explicó sobre sus primeros murales.

Y así fue jugando un poco con las perspectivas. Si bien pintaba a personas durmiendo en situación de calle, trabajadores exhaustos o alguien que simplemente se recostó sobre un banco y se durmió, no lo hacía de manera convencional. Es decir, no en la posición en la que una persona generalmente duerme, sino que los colocaba de manera vertical, generando cierta tensión y falta de apoyo en quien estaba dibujado. “Era incomodar más esa imagen”, remarcó el escultor.

Pero como su plan no era quedarse quieto, optó por ir más allá. “Se me ocurrió hacer algo más pop, más popular, darle un giro. Hice algunos murales que me parecían horribles hasta que un día hice un taller de escultura y empecé con este personaje, ‘El Fisu’”, rememoró. “Cuando me di cuenta de que podía hacer copias, que las podía pegar en la pared, que a su vez el soporte era el que venía utilizando, la calle, dije: ‘son los fisuras, es pop, es escultura, es un relieve y funciona’”. De esa manera, en plena pandemia, arrancó a darle vida a este personaje.

“Fue novedoso porque no se veía ese tipo de intervenciones en la calle. Hay pegatinas, murales, esténcil. Hay cosas con venecitas, pero nada con relieve en las paredes en las calles. También un poco era un contrapunto de lo que venía haciendo con los murales donde usaba dimensiones más grandes y esta escultura tiene 25 centímetros. El impacto esta vez no iba por el tamaño, sino por el relieve y porque te lo encontrabas. Estás mirando alrededor, atento, porque si vas en la tuya pasa desapercibido, pero si lo encontrás llama la atención”, aseguró.

El primero de los Fisus tuvo vida en la intersección de Córdoba y Scalabrini Ortiz. Inmediatamente tuvo una repercusión que no esperaba. Mucha gente comenzó a contactarse con él contándole que se había encontrado su obra. Así, con el tiempo, distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires se llenaron de vida con El Fisu. “Con la obra de arte se puede permitir pensar de otra manera, de una forma más empática”, remarca el artista que ya recorrió varias ciudades repartiéndolos y sueña con llevar sus Fisus por todo el país: “Quiero que sea algo representativo de acá, de Argentina”.

“Para mí los Fisus son maestros, porque me hacen conocer al mundo a través de él. Recorrer las provincias a través de esto es un montón. Toda la gente que me comparte su experiencia y me hace entender un poco más a las personas, al lugar en el que vivo así que para mí El Fisu es un maestro de aquellos y creo que también soy yo un poco El Fisu porque empecé a pintar en el momento más fisu de mi vida, donde no tenía a donde caerme muerto”, resaltó.

Es por eso que señala que si bien antes lo hacía sin ninguna pretención, hoy lo siente como una responsabilidad. Sumado a ello, sus Fisus también son pedidos por todo el mundo que quiere tener uno en sus casas. “El hecho de venderlos no quita que salga a pegarlos por la calle, de hecho me los compran porque los ven en la calle. Una mujer le dejó plata, otra le prendió una vela para pedirle algo. A los chicos les encanta y si ellos lo aprueban ya está todo”, explicó.

Hoy Martín sigue trabajando como realizador de murales y cada vez se involucra más en el mundo del arte comprometido con lo social. El Fisu es tan solo una pequeña muestra de la realidad que busca visibilizar, incomodar y a la vez encontrarle un sentido a su arte.


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