El siglo XX concedió a la infancia un lugar de privilegio y los lazos parento-filiales tuvieron desde entonces un protagonismo hegemónico. Entre tanto, la mujer conquistó una inserción social y laboral diferente que complejizó más todavía el armado del rompecabezas familiar
arquitectura familiar vive hoy transformaciones que alteraron significativamente su ecología y su dinámica. La modernidad construyó un funcionamiento de familia patriarcal, nuclear y cerrado, que fijó lugares para cada uno de sus integrantes. La función parental, la dedicación y el amor a los hijos, su educación, su porvenir fueron el sostén que dio sentido al proyecto de vida en común. El siglo XX concedió a la infancia un lugar de privilegio y los lazos parento-filiales tuvieron desde entonces un protagonismo hegemónico. Entre tanto, la mujer conquistó una inserción social y laboral diferente que complejizó más todavía el armado del rompecabezas familiar.
Para los hijos todo: esfuerzos, recursos, devoción. Que nada les falte. Pero ocurrió que en la distribución de tiempos y energía disponible en la vida cotidiana, fue la pareja la que quedó sin resto. Quedó postergada, relegada en las prioridades y muchas veces sin los nutrientes necesarios para la supervivencia. Los momentos de encuentro, diálogo, intimidad y diversión de los adultos no deberían ser negociables. Y si la vida amorosa se resigna con tanta liviandad, la pregunta por la consistencia del vínculo resulta insoslayable.
Porque los hijos, más que padres full time , necesitan tener padres que estén bien, contentos, vitales, y, cuando eso ocurre, el beneficio es para todos.
El equilibrio, nada sencillo de conseguir, entre tiempos en familia y espacios a solas para la pareja, requiere una lectura sutil para su regulación. Y ese desafío estuvo durante décadas amenazado por sentimientos culposos que convertían a los padres en abandónicos cuando le tocaba el turno a algo que no fueran los hijos.
Las oscilaciones pendulares extremas en las prácticas de crianza son bastante riesgosas. Resulta tan inquietante el pegoteo simbiótico donde los chicos se cuelan en todas partes -incluso dentro de la cama parental- como la tendencia bastante frecuente a delegar por demás la atención y el cuidado de los hijos.
Cuando la tercerización de la función parental es excesiva y las agendas de semana y fin de semana se saturan, se hace más difícil todavía administrar una convivencia equilibrada. Los tiempos no alcanzan y lógicamente las presiones y los reclamos demandando atención se hacen oír, tanto con protestas como con síntomas.
El guión de cada familia será interesante si logra diseñar variantes creativas para vivir bien cuidando tanto los momentos de encuentro familiar como concediendo un espacio digno para la pareja. A primera vista, una combinación de equilibrista y experto en malabares. Pero no algo imposible de conseguir.(Fuente: lanación)