Distanciados y enfrentados, Alberto Fernández y Cristina Kirchner se unirán en un acto de lanzamiento de campaña. Los gobernadores realizaron un fuerte respaldo al ministro de Economía
En términos electorales el oficialismo retrocedió tres años en el tiempo. Regresó al 2019, cuando desde todos los sectores con identidad peronista entendieron que la única forma de ganarle a Mauricio Macri y volver a la Casa Rosada era uniendo el rompecabezas que se había dispersado en el 2015. Unidad para ganar que, al final, no fue unidad para gobernar.
Como en aquella oportunidad, en estas horas el peronismo hizo uso de su faceta más reconocida y fue pragmático para comenzar un proceso de ordenamiento del espacio político. Ya no se escuchan ni se leen las críticas impiadosas de Andrés “Cuervo” Larroque a Alberto Fernández, ni las que los principales dirigentes del kirchnerismo lanzaban como misiles sobre Balcarce 50.
Después del cierre de listas llegó el momento de sanar las heridas con una velocidad inusitada. No hay tiempo para inmiscuirse en discusiones del pasado reciente. Ahora porque mañana es tarde. Y el peronismo lo entendió a la perfección. Usó los últimos días para que cada uno de los involucrados en la discusión de las candidaturas digiriera el resultado que tuvo cuando se anunció que la fórmula presidencial la integrarían Sergio Massa y Agustín Rossi.
Alberto Fernández quedó satisfecho por poner a un dirigente de su confianza como candidato a vicepresidente y a dos de sus leales entre los primeros cinco lugares de la lista de diputados bonaerense. Cristina Kirchner, como ha hecho siempre, llenó con dirigentes que le responden la lista de legisladores por Buenos Aires y concentró su poder en la provincia más poblada del país. Sergio Massa se llevó el premio mayor.
Daniel Scioli aún tiene que convivir con el dolor de no haber podido ser candidato a presidente. Axel Kicillof logró su cometido de pelear por la reelección y resistió las presiones de Máximo Kirchner, que volvió a tener la lapicera en su poder. No pudo lograr que el gobernador bonaerense sea el candidato a presidente y que Santiago Cafiero quede afuera de todas las candidaturas, pero sumó y restó los nombres propios del peronismo.
Los gobernadores lograron su cometido de que haya una candidatura de unidad y fueron los que dejaron en claro su poder de fuego. Les corresponden el territorio y los votos. No es casualidad que en la reunión que hubo ayer en el CFI, Massa les haya pedido que se comprometan en la campaña electoral y salgan a militar en sus calles en búsqueda del voto que lo convierta en presidente.
Todas esas circunstancias quedaron atrás. Rápido, muy rápido. Tal vez mucho más rápido de lo que la oposición esperaba. Solo bastó poco más de una semana desde el cierre de listas para que todos bajaran las armas. ¿Desaparecieron las diferencias? No.
Probablemente nunca desaparezcan. Pero el peronismo tiene una concepción del poder que, por el momento, no ha demostrado tener Juntos por el Cambio. La necesidad de poder ordena.
Si no hay alineamiento, los riegos de volver al llano son altísimos. El peronismo lo entendió a la perfección y lo aplicó en consecuencia. En la oposición parece no haber reglas de juego claras y no tiene consecuencias pegarse por debajo de la cintura. En el oficialismo, entonces, están tratando de capitalizar la guerra interna y, al mismo tiempo, cerrar las grietas propias para que la candidatura de Massa tenga una base más firme.
Un claro ejemplo de ese nuevo proceso de unidad que está viviendo es el acto que el próximo domingo se realizará en Saliqueló para inaugurar el gasoducto Néstor Kirchner. Arriba del escenario estarán Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner y Axel Kicillof. Un dejá vú de la época en la que eran una familia ensamblada con un futuro prometedor.
El Presidente y la Vicepresidenta están distanciados y enfrentados. En los últimos 10 meses hablaron tres veces: después del atentado a CFK, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso y el día en que se acordó la fórmula de unidad de Unión por la Patria. Massa fue el artífice del lanzamiento del domingo que volverá a unir a los dos arriba del escenario. El puente de unidad de un matrimonio político que ya hace tiempo decidió divorciarse.
En su última aparición Cristina Kirchner dijo que Fernández no comprendió el contexto político y que por eso seguía insistiendo con las PASO. No fue hace tanto. Un dardo venenoso que, a diferencia de otras épocas, no tuvo una réplica en la Casa Rosada, donde decidieron dar de baja los enfrenamientos con el kirchnerismo y enfocarse solamente en la gestión. El domingo los gestos y las palabras definirán el momento de la relación.
El ministro de Economía encabeza un proceso en el que busca solidificar la estructura política y electoral del peronismo. Que el espacio se muestre activo, que haya viejos nombres en lugares nuevos y que la maquinaria de los gobernadores, los sindicatos y los movimientos sociales traccionen votos y apoyos para su candidatura. Todos detrás de su sueño presidencial. Todos es todos. Incluso Alberto Fernández y Cristina Kirchner, los máximos enemigos del gobierno nacional que aún está gestionando.
A fin de mes Massa participará de un acto organizado por la CGT, que como hicieron los gobernadores ayer, quieren brindarle un fuerte respaldo a su candidatura. Será otra señal de unidad en la antesala de las PASO. En el peronismo están convencidos que es esencial mostrar que los diferentes sectores de la coalición están nuevamente en la misma sintonía y dispuestos a frenar la avanzada de la oposición para llegar al poder. Lo que aún no saben es si todos esos movimientos alcanzarán para ganar la elección.