En Gente Necesaria, Fernando Francisco Medeot sostuvo: “Soy un fanático de los recuerdos porque es lo único que nos permitirá hilvanar distintas etapas de nuestra vida”.
CENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO OCTAVO
¡QUE VIVA SAMPACHO…!
Si tuviera el supersubmarino “Octubre Rojo” que piloteaba Sean Connery, podría subir el periscopio en la plaza 25 de Mayo y ver en 360 grados todo lo que es Sampacho. Cada ladrillo, cada centímetro de asfalto, cada árbol, cada campo cultivado o cada cacho de sueño que ande dando vueltas por ahí, tiene 148 años de historia.
Los que levantaron el pueblo llegaron hacinados en un barco. Vinieron con lo puesto -más una valija- a buscar un lugar donde no pasar hambre.
Dicen que fueron 100 gringos y gringas de Italia, con un cura y un médico a la cabeza. Se conocieron mientras cruzaban el mar. Llegaron en tren, sudorosos y desconcertados. Ni bien bajaron se juntaron con el puñado de criollos que estaban en la zona y empezaron a marcar las calles, cavar cimientos, plantar árboles y revolear semillas de trigo y maíz para que la vida brote. No fue fácil, no tenían casas, ni agua, ni alimentos a mano. Eran esperanzados soñadores, como John Lennon.
Tres años después llegaron los austríacos compartiendo las mismas ilusiones. Y más tarde los judíos, los rusos, los turcos y de otros países. Todos se apasionaron con esta tierra y la hicieron suya. Casi ninguno pegó la vuelta.
Porque ese pedazo de tierra que llamaron Sampacho los atrapó con su magia.
Magia temblorosa. Si tiembla es que tiene vida.
Y espero que sigan pasando cosas mágicas.
Como ver flamear el otoño por encima de cada casa, parado al borde de la primera loma que corcovea por la Ruta 8.
Quiero que vuelva Afito Ceballos a proyectar “Ben-Hur” en el Cine Marconi.
Y que en el arroyo aparezca el bagre más grande y bigotudo del continente.
Que los padres de Leonardo Vercelli inauguren otra vez su boliche.
Que aparezca el Manco Ojeda repartiendo boletines de los cines.
Quiero que vuelvan los bailes populares al Confraternidad, con Feliciano Brunelli, Leonardísimo Miranda o Jazz Espectáculo Los Cuervos.
Que el Atlético salga campeón de nuevo.
Que alguien avise que el Titanic está flotando en la Laguna de Suco.
Que el Nayo Donda me deje entrar a ver la última de Isabel Sarli.
Que Roli Ganzer cumpla su sueño de armar y desarmar 200 motos Puma. Y su pariente, el diariero Ganzer siga repartiendo La Razón y Patoruzú en bicicleta.
Que Carlitos Pettenatti me sirva su cortado especial, donde la cucharita se mantiene en equilibrio horizontal sobre la espuma.
Quiero escuchar de nuevo las fantásticas historias contadas por el Nucho Bridarolli.
Que en la próxima Navidad nos juntemos todos los parientes, como en las viejas épocas donde tirábamos cuetes de cebita y cañitas voladoras que no volaban.
Quiero que vuelvan mis dos hermanos, Huguito y Horacio, aunque nunca se hayan ido: cuando los nombro un hilito cálido de aire me atraviesa el corazón.
Quiero volver a guardar mi ropa con las tres bolitas de naftalina que me regalaba la tía Ida.
Y que regrese Juan Pablo Filipuzzi con su humildad a la casa parroquial.
Que nuestra María Sol le gane el Masterchef a los porteños.
Que Los Adams toquen de nuevo “Viento, dile a la lluvia…”.
Y Los Coléricos se enfurezcan con “El extraño del pelo largo”.
Espero seguir viendo a las comadronas pegadas a las ventanas, tratando de pescar el último chisme.
Que Casa Ossana vuelva a sacar fotos de casamientos y cumpleaños y las exhiba a todo blanco y negro en sus vidrieras.
Quiero trabajar otra vez en la farmacia de mi primo Jorge y ponerme colorado cuando algún picarón me pedía por lo bajo “pibe, vendeme tres profilácticos”.
Que alguien me invite a dar una vuelta en el sulqui de don Sara.
Que también vuelva el San-Ki-Chu Park con sus tres pelotitas por veinte.
Y los circos de leones hambreados, las kermeses, los títeres, los magos, los buscas del 20 de junio.
Que no se cierre el boliche de los hermanos Schiavo. Ni la revistería de don Luigi Vittorio. Ni el museo de Armando Vega.
Que el Turco Nazer me vuelva a entregar el diploma de egresado.
Espero volver a sentir música en un tocadiscos. Los Plateros, Julio Sosa, Elvis, Los Iracundos.
Que vuelvan a recrear la historia del Chupacabras y la de los muchachos del Pueblo Nuevo que se comieron al Diablo en un asado.
Espero por un nuevo atardecer para juntarme con el Negro, el Nono, el Cusco, el Enano, el Arquitecto, el Gordo, el Fuquito, Jao, el Alaja, el Fifo, el Tárzan y ver caer el sol después de haber jugado un partido de fútbol.
Estoy navegando en el margen de un sueño inconcluso, porque irse de un lugar implica el riesgo de olvidar que el camino no fue hecho ayer, sino que siempre estuvo adelante.
Por eso dedico estos recuerdos a todos los sampachenses que se negaron a abandonar su territorio. Aclaro que mi físico está en Córdoba, pero mi corazón todavía late en la calle 19 de Noviembre.
Y quiero sumar mi festejo a los 148 años del lugar donde corrí tras un barrilete por primera vez.
Y donde también por primera vez lloré un amor perdido.
El lugar donde soy feliz cada vez que vuelvo.
Fernando Francisco Medeot
Conductor: Pablo Ferrari
Operador: Raúl Correa
Producción Periodística: Carolina Chiarotto