Sumo: Divididos por la felicidad, la obra que le cambió la cara al rock nacional
- 03/04/2023 11:24 hs
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Tenía new wave, el reggae y ska. Y desde el sonido y la voz de Luca Prodan, ofrecía una tonalidad diferente a lo que se escuchaba hasta esa época en el rock nacional.
Faltaban un par de meses para que el gobierno de Raúl Alfonsín pusiera en marcha el Plan Austral, la nueva moneda argentina que en 1985 tenía un nombre del sur aunque pretendía igualarse con el norte, porque un austral iba a valer un dólar. En ese contexto, dos meses antes el rock argentino también se había abrazado como nunca al hemisferio norte, porque surgió con su primer disco un grupo que le cambió la cara al rock nacional: Sumo.
Hace 38 años, la banda liderada por Luca Prodan, italiano de nacimiento y con formación académica británica, editaba Divididos por la felicidad, que se presentaba como un variopinto musical inédito hasta entonces. Mostraba algo del rock tradicional, pero mucho de la new wave, el reggae, el ska y el punk.
El rock nacional, a pesar de haberse forjado en los años 60 como la contracara del tango, rompiendo desde su juventud los conservadurismos y ataduras de la primera mitad del siglo XX, en cierto modo también estaba encerrado en su propia estructura: letras profundas, que debían decir cosas del día a día de los jóvenes, que tenían que dejar un mensaje y para eso debían entenderse. Conclusión: era imperativo que fuesen en castellano.
Sin embargo, Sumo cantó en inglés. Con un Luca que tenía un aspecto de hippie indigente, por el que nadie hubiese ganado ni un austral si apostaban que había estudiado en el exclusivo Gordonstoun School de Escocia, donde la altísima sociedad europea envía a sus hijos a estudiar y que tiene como su egresado más célebre nada menos que Carlos III, por entonces príncipe heredero y actual rey del Reino Unido.
Había sido Charly García en 1983, cuando editó Clics Modernos, quien había acelerado más a fondo con los cambios de estilo. Si bien dentro de su música siempre había innovado de un disco a otro en Sui Generis, en La Máquina de Hacer Pájaros y en Serú Girán, en su flamante etapa solista, Clics Modernos tenía un estilo pop electrónico que rompió el molde.
Pero la aparición de Prodan, que llegaba desde el under profundo y se abría paso en la escena grande, permitía una visión distinta del espectáculo musical. La sonoridad era otra, la tonalidad “italo-británica” de Luca, que también cantaba en castellano, hacían que todo fuese diferente. Y los éxitos de aquel disco debut se fueron apilando de boca en boca primero y luego con el aporte de la difusión radial.
A 38 años del primer disco de Sumo, Divididos por la felicidad: canciones que hicieron historia
“La rubia tarada”, “El reggae de paz y amor”, “Mejor no hablar de ciertas cosas”, “DBD”, “Kaya”, “Divididos por la felicidad”, rápidamente pusieron en la consideración masiva a una banda que ya sumaba miles de adeptos que recorrían los locales del under porteño y bonaerense para ver cantar a ese pelado que tenía de extraño hasta su calvicie: el rock nacional del pelo largo como look esencial estaba llegando definitivamente a su fin.
Si bien fue su disco debut desde lo comercial, Sumo ya había hecho un paso por los estudios con un trabajo independiente que se llamó “Corpiños en la madrugada”. Pero Divididos por la felicidad fue su lanzamiento decisivo como banda que terminó siendo de culto, no solo por el impacto musical que tuvo en el contexto del rock de los 80 en la Argentina sino también por el significado icónico que terminó tomando Luca Prodan luego de su muerte.
Nunca lo habrá imaginado ni mucho menos ambicionado, pero este hombre que murió solo en la habitación de una pensión a la vuelta del Colegio Nacional Buenos Aires y no se sentía una estrella de rock, quedó inmortalizado en su música tanto como en remeras, tatuajes, stickers de ésos que se ven en la luneta trasera de los autos o en nombres de hijos cuyos padres homenajearon a Prodan con el nombre Luca.
Después de Divididos por la felicidad, Sumo editó Llegando los monos en 1986 y After Chabón en 1987. Dos años después se editó Fiebre, una recopilación de temas en vivo y algunas grabaciones sueltas, como un modo de llenar el vacío que había en los fans y también de honrar a Luca Prodan, quien había muerto el 22 de diciembre de 1987 como consecuencia de una cirrosis producto de años de alcoholismo.