“The Dark Side Of The Moon”, el octavo disco de estudio de la carrera de Pink Floyd, celebra su 50 aniversario. Un álbum que ha sonado a lo largo del tiempo en todo tipo de formatos, en todo el mundo y que no ha perdido nada de actualidad ni calidad. Uno de los discos más icónicos, influyentes y emblemáticos de la historia.
Grabado en los legendarios estudios Abbey Road de Londres, entre mayo de 1972 y enero de 1973, se lanzó el 1 de marzo de 1973 en los Estados Unidos y el 24 del mismo mes en el Reino Unido, tierra natal de la banda. Uno de los discos más vendidos de la historia y catalogado como uno de los mejores de todos los tiempos.
Si bien solo permaneció una semana en el primer puesto de las listas en Estados Unidos, fue tal el éxito de “The Dark Side of The Moon” (TDSOTM) que mantuvo un nivel de ventas constante, hasta tener el record Guiness por permanecer más de 900 semanas en el ranking Billboard 200. En el Reino Unido estuvo en la cima de discos más vendidos durante 30 años. Sus ventas se estiman en alrededor de 50 millones de copias, convirtiéndose -por lejos- en el trabajo más exitoso de Pink Floyd. TDSOFM no solo se destacó por su tremendo éxito comercial; el álbum definió la carrera del cuarteto para siempre y marcó un cambio de época en la música británica. Ha sido versionado por muchísimas bandas homenaje a través del tiempo y ha sido remasterizado y reeditado en dos ocasiones.
Bandas como Radiohead y The Flaming Lips han sido claramente influenciadas por el álbum, prueba de que su música perduró a través del tiempo.
Un auténtico clásico de clásicos, que está en el selecto grupo de grandes discos de la música de todas las épocas que fueron una bisagra por la experimentación y por abrir nuevos caminos como “The White Album” de Los Beatles, “Pet Sounds” de Beach Boys, “The Joshua Tree” de U2, “A Kind of Blue” de Miles Davis o “Thriller” de Michael Jackson.
Pink Floyd celebra el 50 aniversario de “The Dark Side Of The Moon” con una entrega especial que se lanzará mundialmente el 24 de marzo, en coincidencia con la fecha de lanzamiento en el Reino Unido.
Brilla tú, diamante loco
El comienzo de todo tuvo un protagonista: Syd Barrett. A fines del año 1965, Roger Keith Barrett, un destacado y creativo estudiante de Bellas Artes de Cambridge, hijo de una familia de clase media alta e influenciado por movimientos artísticos como el surrealismo, la ciencia ficción y la literatura fantástica, fundó junto a Roger Waters, -un amigo de la infancia que estudiaba arquitectura en Londres-, The Pink Floyd Sound, para luego ser, simplemente, Pink Floyd, combinando los nombres de dos viejos músicos de blues: Pink Anderson y Floyd Council. El grupo se completó con otros dos estudiantes de arquitectura: Rick Wright y Nick Mason.
Fue Barrett quién impuso el sello y su impronta, innovando con puestas en escena teatrales, escenográficas y la puesta de luces como un protagonista más. Con un carisma incomparable y una conexión con el público en los shows en vivo que era sorprendente, su magnética personalidad era el sostén de todo. Syd era además el cantante, guitarrista y compositor de la mayoría de las canciones.
El primer disco de Pink Floyd apareció justo en el momento en que la escena del underground de Londres, la ciudad más efervescente de los ´60, estaba en pleno apogeo. Empujado por su excéntrica musa y su fascinación por la experimentación con las drogas y en especial con el LSD, Barrett modeló el estilo de Floyd en una mezcla de invención melódica y psicodelia, capturada de manera extraordinaria en el álbum debut del grupo, que fue recibido con muy buenas críticas: “The Piper at the Gates of Dawn”, de 1967, que consumió -literalmente- a Barrett de manera definitiva.
Al mismo tiempo que la popularidad de la banda crecía, el deterioro de Syd también iba en aumento. Después de lal lanzamiento de aquel LP, su inestabilidad, agudizada por el exceso de ácidos y barbitúricos, se volvió incontrolable y quedó inmerso en una profunda oscuridad y un trastorno mental del que no volvió jamás, a pesar de haber editado dos discos solistas sin mucha repercusión.
A fines de 1967, fue convocado David Gilmour para que cubriera el espacio y los baches que estaba dejando el carismático Barrett, que en un recital llegó a quedarse petrificado frente al escenario sin tocar ni cantar ni una palabra. A esa altura, Syd se había convertido en un problema sin solución. Camino a un show, decidieron no pasarlo a buscar provocando, de hecho, su salida. A principios de 1968, estaba tomada la decisión de dejarlo afuera de la banda y lo comunicaron a la prensa. La permanencia de Syd Barrett, aunque había sido el fundador, fue de apenas tres años. David Gilmour, así, consolidó su lugar como guitarrista y cantante. Roger Waters declaró: “El grupo no hubiera existido sin Syd, pero tampoco podría haber continuado con él”.
En alguna oportunidad, en medio de una grabación, se apareció en el estudio sin aviso, ninguno de los músicos lo reconoció, preguntaban quién era ese extraño que estaba molestando: era Syd, irreconocible, excedido de peso, casi sin pelo y de aspecto muy avejentado. Cuando se fue, todos se quebraron por ver en directo el deterioro de su ídolo, un diamante que se apagaba demasiado rápido.
Mucho se ha escrito acerca de los vínculos entre la locura y la creatividad. Para algunos genios, la realidad es algo insoportable y necesitan vivir en su propio universo para tolerar este mundo en el que nos toca vivir. Como cantaba Charly García, “los que no pueden más, se van”. Las referencias a la locura en la obra de Pink Floyd son muchas y el recuerdo y el dolor por Syd Barrett están presente en canciones que hoy son himnos y fueron dedicadas a él, como “Wish you were here” (Deseo que estuvieras aquí) y “Shine on you crazy diamond” (Brilla tú diamante loco).
Syd Barrett murió recluido en la más absoluta de las soledades, en Cambridge, en 1996, a los 60 años, como consecuencia de una diabetes crónica y de un cáncer de páncreas, con su cerebro destrozado por las drogas y un diagnóstico nunca declarado de esquizofrenia, una enfermedad mental que afectó a casi toda su familia, pero su aura y su sombra atravesarán toda la obra de Pink Floyd.