Así como un día lo cachetee a mi amigo Rubén Lucero con la noticia de que había muerto Fontanarrosa, hoy me devolvió la misma cachetada escribiendo sobre la muerte de Jesús Quintero y un arrebato de angustia se apoderó de mi alma, llevándome al recuerdo de cuando lo veía.
Recordar me hizo dar cuenta de que con mi papá nos quedábamos viendo sus entrevistas los miércoles por la noche, creo que se pasaban por Canal 13.
Ese hombre de silencios eternos, desnudaba las almas con un poder único de hacer las preguntas correctas a un ritmo en el que el tiempo se masticaba suavemente y no había apuros de rating o de ir al hueso innecesariamente, porque todo llegaba de acuerdo a los momentos de ese “perro verde”.
Y hoy me di cuenta, como si descubriera mi historia, que ese hombre que yo veía en la televisión y que me fascinaba por su capacidad de entrevistar, fue el primero que me hizo pensar en seguir el periodismo o la comunicación, eso me gustaba hacer a mí, un poquito de eso quería ser yo.
Creo que sólo un año tuvimos la suerte de verlo en la televisión, en ese tiempo no existían redes u otros formatos que te permitiera acceder fácilmente a volver a verlo, pero ese embrujo que me generó, me quedó por siempre.
Quienes vimos y amamos al Perro Verde, en algo quisimos parecernos, hacer esa pregunta correcta, la que podía devolver respuestas en las que se desplegaba el mapa de una vida, quisimos fumar por un ratito porque ese cigarro era una herramienta más del engranaje perfecto de la entrevista, quisimos saborear el silencio y besarlo en la boca para descubrir la alquimia de mantenerse atento, sin interrumpir, dejando que el otro hablara y sin más vestidura que la palabra, por fin cediera a entregarnos su alma haciéndonos sentir que también podíamos ser un “perro verde”.
Ojalá tengas habilitado el cielo, infierno y purgatorio para poder hablar con todos o mejor dicho, escucharlos, mientras los mirás con sorna…
Jesús Quintero, Usted no se merece paz, Usted se merece la lujuria de silencios y palabras para que los amolde como quiera…
Gracias por ser faro…

Laura Pereyra