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26/04/2013 18:06 hs

Coetzee deslumbró, un sobreviviente de la censura

Argentina - 26/04/2013 18:06 hs
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El escritor sudafricano, premio Nobel 2003, realizó un recorrido por los mecanismos de censura que rigieron en su país durante el gobierno del apartheid; detalló que quienes prohibían los libros eran colegas que trabajaban en las sombras.

"No existe el progreso cuando se trata de la censura. Llevamos el impulso censor en lo más profundo de nosotros. Cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen." Con profundo conocimiento sobre los efectos restrictivos de los regímenes totalitarios, como el apartheid de su Sudáfrica natal, el premio Nobel de Literatura 2003, John Maxwell Coetzee, repasó anoche con lucidez, elegancia y sobriedad el proceso de trabajo de los censores literarios que tuvo su país.
 
Ante un auditorio ansioso por escuchar su discurso magistral, en la Sala Victoria Ocampo en la 39ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Coetzee deslumbró por su brillantez intelectual y por su profundo relato sobre los procesos de censura de tres de sus obras: En medio de ninguna parte (1977), Esperando a los bárbaros (1980) y Vida y época de Michael K.
 
Con muy bien llevados 70 años, Coetzee ha vivido las dos caras de la actitud del Estado frente a la difusión del trabajo intelectual. En su país sufrió el proceso de la censura, aunque sus obras fueron autorizadas por considerar que su lenguaje elevado iba a ser comprendido sólo por minorías intelectuales. En Australia, donde reside desde 2002, ha sentido el respaldo del Estado, por medio del Consejo para las Artes, que ofrece dinero o becas para toda clase de artistas. "Vengo de Sudáfrica, donde el gobierno nunca apoyó a los escritores y dificultó su trabajo y donde nos considerábamos afortunados de que el gobierno no se enterara de lo que estábamos haciendo", planteó con fina ironía para sonrisa de sus lectores.
 
Más allá del paralelo entre las restricciones y los respaldos, Coetzee aclaró que no le interesa "dar un ataque contra la censura", aunque admitió que como escritor profesional es "hostil" a la censura. A lo largo de 50 minutos confirmó su inquietud por entender "lo que impulsa a personas cultivadas e inteligentes a ejercer la censura".
 
Licenciado en matemática y filología inglesa de la Universidad del Cabo, tras el fin del apartheid pudo conocer quiénes habían sido sus censores y se sorprendió al comprobar que no eran "burócratas humildes y anodinos que llegaban puntualmente al trabajo, leían libros y estampaban sellos", sino que eran escritores profesionales y profesores universitarios, algunos de los cuales trataba personalmente, pero que desconocía la actividad "secreta". Es que el sistema de censura en Sudáfrica estaba compuesto por un comité anónimo y secreto.
 
Segundo premio Nobel de Literatura de su país, tras Nadine Gordimer (1991), Coetzee pudo saber la verdad del mecanismo de censura aplicado en el apartheid por el trabajo de su colega sudafricano Hermann Wittenberg, que tuvo acceso a los archivos y le envió copias de los informes sobre las tres obras mencionadas.
 
Esquivo al periodismo desde siempre, y con mayor énfasis tras haber obtenido el Nobel, Coetzee estuvo en la Argentina apenas por unas horas, en las que brindó su disertación magistral, firmó ejemplares de sus obras en el stand de Random House Mondadori y aceptó compartir una comida con sus editores por la noche.
 
"Quedé perplejo cuando el doctor Wittenberg me reveló todo esto, porque yo diría que me codeaba con personas que, en secreto, definían si lo que yo hacía podía ser difundido en nuestro país. Mi sorpresa fue demasiado ingenua", argumentó.
 
Durante su relato, difundió las identidades de buena parte de sus censores y advirtió: "Parecen haberse visto como guardianes de la moral y de la república de las letras y yo, como escritor, podía considerarlos enemigos, pero ellos se consideraban cercanos a mí. Esta gente se veía como mis conciudadanos de la república de las letras, como héroes ignorados haciendo el trabajo sucio para proteger a la literatura de los políticos y de los filisteos".
 
Para sonrisa del auditorio leyó algunas de las argumentaciones de sus censores para autorizar la difusión de sus obras: "No hace falta prohibirlo porque sólo será leído por gente de profesión literaria. Su obra carece de atractivo popular. Es sólo para lectores sofisticados y entendidos de obras de arte. Su problema es universal y no se limita a Sudáfrica. El encuadre geográfico e histórico (de la obra) vuelve aceptable (su publicación). Sólo lo leerán los intelectuales".
 
No era necesario que lo hiciera, porque sus oyentes conocían bien su obra, pero leyó algunos párrafos de Esperando a los bárbaros, donde el coronel le explica a un magistrado cómo se da cuenta de si el prisionero dice la verdad o le miente durante una sesión de tortura.
 
Por estos días, uno de los proyectos de este autor hermético y fascinante es lanzar una colección de sus libros preferidos. Habrá que esperar.
 
Palabras de autor que dejan una estela
 
    "No existe el progreso cuando se trata de la censura. Llevamos el impulso censor en lo más profundo de nosotros. Cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen"
 
    "Esta gente se veía como mis conciudadanos de la república de las letras, como héroes ignorados haciendo el trabajo sucio"
    J. M. Coetzee / Escritor
 
Fuente: La Nación

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