Este lunes, viene cargado de tensiones, grietas más profundas e incertidumbre, en un país que no encuentra previsibilidad en su futuro y credibilidad en las palabras de los gobernantes. En la calle la violencia verbal aumentó a límites inimaginables. Hoy se me ocurrió unir el inmenso valor de la palabra como instrumento vital de la comunicación humana con la verbalización de las mismas, partir de una celebración muy sentida y algunos mensaje muy profundos que recibí el día de ayer: día del locutor.
La escritora Miriam Mabel Fonseca dice que “Si las palabras pierden su valor, surge la incoherencia que implica falta de credibilidad y pérdida de confianza en ellas, siendo la sociedad la más perjudicada, porque las personas se comunican a través del lenguaje…. Hay que volver al verdadero lenguaje, con palabras que no generen libres interpretaciones, entendiendo que las palabras son el ingrediente principal para cooperar, convivir…”
..”Debemos entender que la palabra es la continuidad de nuestra esencia, de nuestros valores como seres humanos, por ello debemos cuidar de lo que decimos. Respetemos la palabra. Démosle el valor que se merece, por cada uno de nosotros, por nuestro prójimo y por una sociedad que espera en cada uno de sus ciudadanos.”…
Mahatma Gandhi expresaba: "Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”.
La comunicación es una necesidad de los seres humanos, como el aire, el agua y el alimento. Y la palabra es su fundamento esencial.
Es tan importante la palabra que lo que no puede nombrarse no existe. Existe, porque fue nombrado. Los antropólogos dicen que el primer acto de comunicación de la vida humana comienza con el llanto. Así se expresa el hambre, el frío, el sueño, el dolor. Las palabras se anuncian en la boca y desde allí se multiplican.
Hanna Pitkin, que trabaja en temas de historia de la política, desde la época antigua hasta el tiempo actual a través del lenguaje expresa que “Es importante que nos hagamos cargo de lo que decimos, la importancia de la responsabilidad en el uso que hacemos de las palabras”. En la actualidad El valor de la palabra entró en decadencia.
Hoy en día se habla de muchas cosas sin darle el valor correspondiente a la lengua y al contenido de lo que se transmite. Con el paso del tiempo la palabra empeñada no tiene fuerza ni credibilidad, porque se ha hecho mal uso y abuso de su empleo, lo que desvirtúa su función y lo que lleva al descreimiento y desconfianza tanto en ámbitos públicos como privados….”
Señala Cortázar en un discurso que dio en Madrid el 24 de marzo de 1981 y que fue publicado en la Revista Crisis,….Palabras que se cansan, que se agotan, se caen, se gastan de tanto usarse. Palabras como democracia o libertad. ¿Cómo las arrastramos, las llevamos en remolque cuando ya no dan más? ¿Y qué pasa entonces? ¿Cómo usarlas con honestidad intelectual, desde el cobijo tibio de los privilegios?
”Con qué derecho digo aquí estas cosas? Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos, como el resto de los animales, mera perpetuación y mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. …”
Los manuales de locución decían que la voz de un locutor debe ser clara, precisa y segura, pero que para quedar en la memoria de los oyentes de la radio, la radio pide más. A las palabras que pronunciamos frente al micrófono, le tenemos que poner responsabilidad, colores, aromas, matices, corazón y contenido.
Un locutor de radio y es a quienes me refiero particularmente, se mete en el corazón de los destinatarios de los mensajes y comparte sus alegrías y sus tristezas, sus logros y sus esperanzas. Nos acompañamos mutuamente. Y esto conlleva una enorme responsabilidad humana.
Soy locutora nacional egresada del ISER, en tiempos que Badía dictaba algunas de las clases en el edificio del ISER en Paseo Colon de la ahora CABA. Desde entonces hasta el presente, como decimos en derecho, las situaciones fácticas, históricas y tecnológicas del mundo y de la Argentina fueron cambiando. No obstante algo no cambió desde mi perspectiva del ejercicio de la comunicación verbal y el uso de la palabra. Debemos ser conscientes del profundo impacto de las mismas. Una palabra sana, acompaña, acaricia, desgarra, hiere o destruye. Esto en la vida personal, y en la vida de las naciones.
Mi recuerdo especial para José Sacristán, quien pronuncia un monólogo final en sus “Solos en la Madrugada, allá por finales de 1977, donde personifica a Un locutor de radio (José Sacristán) que hace un programa nocturno.
Hay una parte en la que habla de que todos nosotros tenemos que hacer aquello que queremos en nuestra vida; con nuestros trabajos, con el amor; que la vida dura muy poco. Que a veces por estar mirando hacia atrás todo el tiempo nos olvidamos de mirar el presente., Lo escuchamos un minuto en la despedida de un programa que hizo historia en la historia de la radio en una España que salía solos en la madrugada.
El contenido de todos los mensajes recibidos ayer por el día del locutor, tenían que ver con lo que lograban en sus vidas, las voces de la radio. Compañía, información, formación, alegría .Y es mutuo.
Podemos pensar diferente. El mundo y los seres somos diversos. Pero el respeto por el valor de la palabra debe estar presente en cada acto de esta maravillosa profesión vocación que nos hace tan felices. Ser Locutores.
Los que usan su voz para comunicar desde cualquier medio, hacen algo más que la definición de la RAE: Locución: “Acción de hablar o expresarse oralmente según la RAE.”
Seamos responsables. Dale valor y corazón a tu palabra.