La primera charla seria entre Matías Grichener y Fernando Jerkovich sobre la posibilidad de ser padres la tuvieron en la cama, una madrugada de diciembre de 2019. “Matías me dijo no se veía no siendo padre de acá a cinco años. No me lo esperaba, creo que cuando uno se asume homosexual, al menos en la época que yo asumí mi homosexualidad, uno compra el chip de que los homosexuales no pueden tener hijos. De hecho, hoy no falta alguien que, cuando le cuento que soy papá, me pregunte por mi mujer”, recuerda Fernando.
Fernando y Matías, hoy de 37 y 40 años, se conocieron en 2015. Un día de agosto de ese año ambos recibieron una notificación de la aplicación de citas Tinder. El aviso que cada uno vio en su celular les indicaba que habían encontrado una nueva coincidencia (match).
A la izquierda, Fernando, junto a su hijo, Julián, y Matías, su pareja. Alejandro Guyot - La Nación
En un primer momento la información disponible sobre el otro era acotada, solo había un par de fotos cuidadosamente seleccionadas y una breve descripción en el perfil de la aplicación. Pero la charla se trasladó a Whatsapp y se prolongó durante algunos días hasta que ese diálogo virtual los convenció de que valía la pena encontrarse. Al menos ya sabían que tenían algo en común, los dos son médicos. Fernando es especialista en medicina interna y endrocrinología, y Matías se especializa en ginecología, obstetricia y medicina reproductiva.
“Después de charlar unos días por Tinder y por WhatsApp, decidimos encontrarnos para conocernos en persona, y la primera cita fue para ir a cenar. Vivíamos cerca, casi en línea recta entre Villa Crespo y Palermo. Luego de esa salida quedamos en volver a hablar y vernos de nuevo otro día”, cuenta Matías.
Las citas siguieron y empezaron a forjar una relación. A partir de allí, la idea de formar una familia empezó a sobrevolar. Solía pasar que alguno de los dos hacía un chiste al respecto o deslizaba algún tipo de comentario al pasar que inevitablemente se fueron acumulando, y poco a poco ese deseo empezó a ganar densidad.
“Si proyectaba mi vida a futuro no me veía teniendo la misma vida que tenía en ese momento. Le dije a Fernando que si me pensaba a mí a los 50, me veía siendo padre. Me parece que acercarme a los 40 me generó ese click”, relata Matías.
El deseo de ser padres estaba, pero el cómo todavía era un gran interrogante. Una opción era adoptar, la otra, subrogar un vientre. Sobre la primera, temían que los tiempos de espera y la burocracia les jugara una mala pasada. Y en cuanto a la subrogación uterina, si bien contaban con la información técnica sobre cómo es el proceso, en la Argentina ese procedimiento aún no está muy difundido.
“Creo que cuando uno sabe que la forma de ser padre no será la ‘convencional’, en cierto modo es más fácil aceptar que uno debe hacer algo para lograr convertir ese deseo en realidad. Como yo soy especialista en fertilidad, y conociendo la parte técnica del proceso, nos inclinamos más por la idea de la subrogación. Pero, cada vez que se lee o escucha algo en nuestro país sobre la subrogación, suele estar asociada al caso de algún famoso o famosa que lo hace en Estados Unidos. La realidad es que allá tienen muchos más años de experiencia en el tema, y los procesos son más ágiles porque está específicamente legislado y hay agencias que se encargan de todo el proceso. Pero los costos de hacerlo allá eran para nosotros realmente imposibles, así que esa idea no era una opción”, describe Matías.
Matías y Fernando, los padres de Julián. Alejandro Guyot - La Nación
Y agrega: “Sabíamos que en la Argentina se podía hacer legalmente, pero no teníamos idea de los detalles. Incluso siendo yo especialista en fertilidad, nunca había tenido pacientes que hubieran recurrido a la subrogación. Por suerte somos cada vez más en el país, pero sigue siendo un número muy reducido de tratamientos en comparación con el total de tratamientos de reproducción asistida que se hacen todos los días”.
El primero en empezar a averiguar fue Fernando. Así fue como encontraron el grupo de Facebook llamado “Gestación subrogada en Argentina”. Se unieron y empezaron a aprender de las experiencias de los demás.
“Conocimos mucha gente en el proceso. Recibimos muchos consejos e ideas. También hicimos amigos. Sobre todo de otra pareja de hombres, que ahora ya tienen un hijo y nos compartieron su experiencia y recomendaciones. Yo sigo participando mucho, cada vez que puedo, dando mi opinión como médico cuando alguien plantea alguna duda con respecto a su tratamiento, y también aportando nuestra experiencia sobre todo el proceso”, agrega Matías.
Subrogación uterina en la Argentina
“En la Argentina la gestación por sustitución no está legislada. Es decir, no está prohibida ni permitida, por lo que solo hay jurisprudencia para poder subrogar un vientre. En la Ciudad, en el Registro Civil hay un amparo desde 2017 que dice que toda pareja que exprese la voluntad procreacional escrita en un consentimiento informado y legalizado, puede inscribir al recién nacido que declaran a su nombre. En el resto del país hay que judicializar el proceso y es más complejo”, explica Martín Attie, director médico de In Vitro Buenos Aires.
Attie explica que los comitentes pueden tener un vínculo con la gestante o pueden buscar a alguien que se ofrezca como tal. “Nosotros no nos encargamos de buscar gestantes, sino que eso queda en manos de los comitentes. Hacer todo el proceso en la Argentina, si bien depende del arreglo económico con la gestante, sale entre los 35.000 y 45.000 dólares, que es menos de la mitad de lo que sale en cualquier parte del mundo. Por otro lado, cabe aclarar que ninguna gestante puede usar sus óvulos para gestar ese bebé y hay un consentimiento informado bien claro en donde se deja bien asentado que se está haciendo una subrogación de vientre para luego evitar situaciones complejas”.
Esta práctica se realiza en la Argentina desde 2017, aproximadamente. Por carecer de un marco legal, no se cuentan con estadísticas oficiales, aunque sí hay datos de inscriptos en el Registro Civil porteño. Esos números indican que desde 2017 hasta la fecha se inscribieron 35 bebés nacidos por gestación por sustitución en la Ciudad.
Stella, la gestante
En el caso de Matías y Fernando, a Stella, que fue la persona gestante, la conocieron por medio de una amiga que trabaja para una clínica de fertilidad.
“A Stella la fuimos conociendo en todo el proceso y aprendimos mucho de ella. Nos dio mucha tranquilidad”, recuerda Fernando. “A pesar de las restricciones del Covid, nos dejaron entrar a ambos a todos los estudios y consultas que tuvimos que hacer durante todo el embarazo. En eso Stella fue fundamental. De hecho en el primer estudio, nosotros nos habíamos quedado en la vereda, pero Stella nos hizo entrar. El vínculo con ella fue y es hermoso. Ella tiene su pareja, tiene sus hijos y ya había pasado por un tratamiento de subrogación. Así que desde el comienzo tenía las cosas mucho más claras que nosotros”, detalla Matías.
El nacimiento de Julián
La aventura continúo y a las 38,3 semanas de gestación, nació Julián, el 2 de agosto del año pasado con un peso de 3,450 kilos. Y el mundo, según Fernando, se les puso “patas para arriba”.
“La paternidad me cambió la forma de ver la vida, los valores, las preferencias. Uno está en una realidad paralela en la que sintoniza con otras cosas de la vida y de la vida de otras personas que antes no registrabas. Por ejemplo, te encontrás con que en tu barrio hay locales llamados ‘pañaleras’ que no sabías ni que existían”, dice Fernando.
Mientras que Matías, asegura que lo hace feliz no sentirse diferente a cualquier padre o madre. “Imagino que cualquiera tiene un montón de incertidumbre al decidir convertirse en padre o madre, pero cuando sabés que tu familia no va a ser “convencional” se te vienen a la cabeza un montón de preconceptos que uno quiere romper, pero que en cierto punto trae arraigados de la sociedad. Sentir que al menos hasta ahora nada de eso ocurre, me da mucha tranquilidad. Igual soy consciente que probablemente a lo largo de su vida Julián se tenga que enfrentar más de una vez a esos preconceptos, y por eso ahora siento más que antes la necesidad de trabajar para cambiarlos. La paternidad es cansadora, pero realmente te cambia la forma de ver la vida. Tu vida es tuya, pero primero es de él. Y ya no hay forma de imaginarla de otra manera”, concluye Matías.
La Nación
Foto: Alejandro Guyot - La Nación