El neuquino Maximiliano Salas, que ahora tiene 22 años, reparte su vida entre recitados que cuentan historias de la gente del campo, vende pollos y doma caballos. Es un apasionado por la vida rural y las tradiciones.

Creció con sus abuelos y tíos en un campo de la provincia de Río Negro, rodeado de tradición, mirando el trabajo rural de su familia gracias al cual “todos los días tenía el pan sobre la mesa”.

A los 14 años se fue del campo del abuelo para iniciar el secundario en Senillosa, a unos 35 kilómetros de la capital provincial y hace un tiempo se alquiló una chacra de tres hectáreas cerca de este poblado.

En la actualidad, esta empezando con un emprendimiento agrícola, trabaja su huerta y persigue su sueño de hacer música como payador. “Sembramos para algún día cosechar”, aseguró. 

Su día comienza temprano con unos mates para luego alimentar sus caballos, ir al pueblo para hacer compras y a la tarde trabajar en la chacra. Se da el gusto de galopear un caballo para continuar su día en busca de leña que le permita calefaccionar la casa. Su tarde también pasa con algún libro para leer y cuando el tiempo se lo permite, visita la familia y los amigos que siempre lo esperan.

“Supe de la existencia de los payadores gracias a una radio a pila que tenía mi abuelo, donde se escuchaba un mensajero rural que pasaba noticias a la gente de mi zona y que al mismo tiempo pasaba música”, recordó el joven.

Un día escuchó una milonga de un payador patagónico y allí nació su admiración por este arte. “Entendía lo que decía porque estaba vinculado a mi realidad. Le cantaba al campo y a lo referido al quehacer diario de mis abuelos y mis tíos”, dijo.

Su sueño es estudiar música, el cual asegura cumplirá en cualquier para no despegarse de la música y del canto criollo.

“Los sueños se van cumpliendo y siempre se renuevan para dejar nacer nuevos. Vivimos bastante poco para no vivir como nos gusta”, concluyó.