Se prevé un “vuelo a la calidad” que revalorice la moneda norteamericana. Aumentaría el precio de la energía y commodities específicos, como el trigo. En ese contexto, confiabilidad y acceso al capital serían clave
La “clara posibilidad” de que a corto plazo Rusia invada Ucrania, como advirtió el viernes el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, no es una eventualidad inocua para la Argentina.
Los movimientos bélicos son muy serios. “No habrá oportunidad de irse ni perspectiva de una evacuación militar estadounidense en caso de una invasión rápida”, dijo Sullivan. Un ataque ruso, dijo, “probablemente comenzaría” con bombardeos aéreos y ataques con misiles ante los cuales “nadie podría contar con salidas por ferrocarril, aire o carretera”.
El jefe de la Casa Blanca, Joseph Biden, hablaría en la mañana de este sábado con el presidente ruso, Vladimir Putin, que tras su encuentro reciente con el mandatario francés, Emmanuel Macron, parecía decidido a todo.
¿Y por casa?
¿Qué supone esto para la economía y para el posicionamiento internacional de la Argentina?
“Lo primero que ocurriría sería un fortalecimiento del dólar; ante la incertidumbre habrá un flight to quality (vuelo a la calidad), con la compra de bonos del Tesoro de EEUU, lo que también implicará una importante salida de capitales de los mercados emergentes, sin demasiada diferenciación”, dijo el analista económico internacional Marcelo Elizondo, presidente en la Argentina de la International Chamber of Commerce. La otra cara de la revaluación del dólar, agregó, sería una caída general del precio de las commodities, pero allí empiezan las diferenciaciones.
Por un lado, el aumento del precio de la energía (gas, petróleo), afectaría negativamente a la Argentina, que es un importador neto, especialmente a través del encarecimiento del precio GNL, el gas natural licuado, que llega al país en los llamados “buques metaneros”. La secretaría de Energía ya había calculado para este año el precio medio del GNL importado en 25 dólares el millón de BTU, incluyendo el costo de regasificación, el triple del promedio pagado en 2021, y el experto en energía Daniel Montamat estimaba en USD 3.000 millones el rojo de la balanza energética argentina en 2022. La evolución de los últimos días indica que esa cuenta se estiraría aún más. Ese efecto podría podría atenuarse en parte con el aumento de otras commodities asociados al conflicto, como el trigo, del que Rusia y Ucrania son grandes productores.
Más allá de esas cifras, “estamos ante una hipótesis de riesgo geoestratégico enorme: se trata de potencias nucleares”, advirtió Elizondo. El efecto sobre el dólar y las commodities y la salida de capitales de los mercados emergentes sería apenas una primera ronda de manifestaciones.
En el caso argentino, la salida de capitales del mundo emergente no sería un riesgo directo, sino indirecto, a través de una mayor presión cambiaria y pérdida de competitividad respecto a otras economías emergentes, más teniendo en cuenta la política de atraso del dólar oficial que aún mantiene el gobierno argentino, dijo Elizondo.
En caso de escalada del conflicto, habría que ver luego qué tipo de respuesta y sanciones aplica EEUU. Washington podría, hipotetizó Elizondo, intentar sacar a Rusia del Swift, el sistema internacional de pagos interbancarios, lo que dispararía una segunda ronda de efectos sobre el precio del gas y el petróleo y el comercio global, fenómeno que reforzaría el hecho de que países asociados a Rusia, como Irán, son también fuertes proveedores de energía.
Además de los factores objetivos que afectan la provisión y el transporte, los precios se mueven por expectativas, como sucedió –a favor de la Argentina- en las últimas semanas con la soja, cuyo precio fue impulsado por fondos de inversión que decidieron posicionarse en la oleaginosa de cara al conflicto. Más allá, todo dependerá de si, tras los primeros movimientos, hay negociación.
Un nuevo orden bipolar
Detrás operan tendencias de fondo y se estaría forjando algo que Elizondo llamó “una nueva bipolaridad”: de un lado las democracias capitalistas occidentales, con aliados como Qatar, Arabia Saudita, Israel y la India, y del otro lado regímenes que no son democracias, como Rusia, China e Irán, y reniegan del capitalismo. “En este conflicto, China se mostró cerca de Rusia, es algo a considerar a mediano plazo y muy importante para la Argentina; Biden lo planteó claramente cuando organizó la Cumbre de Democracias”, señaló Elizondo.
De hecho, la Argentina fue uno de los siete países del mundo que participó de ese Summit virtual y, semanas después, de la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022. Los otros fueron Luxemburgo, Mongolia, Papúa Nueva Guinea, Polonia, Serbia y Ecuador.
“Ecuador es un proveedor de China; (Guillermo) Lasso (el presidente ecuatoriano) es un pragmático y no puede sacar los pies del plato; Ecuador tiene el dólar como moneda oficial y Lasso quiere instalar una democracia capitalista estilo Chile, pero también debe renegociar créditos de China. Los países latinoamericanos, dijo Elizondo, tienen un fuerte comercio bilateral con China y una histórica relación de inversiones y comercio con EEUU, por lo que deberán evitar definiciones geopolíticas mientras puedan hacerlo, lo que dependerá de cuán intenso y prolongado sea el conflicto.
Desde Suiza, donde reside, Héctor Torres, durante varios años representante argentino en el directorio del FMI, un puesto de observación privilegiado de la política y la economía internacionales, donde los países más grandes toman decisiones financieras cargadas de consideraciones estratégicas, señaló que una guerra en Europa sería un hecho de extrema gravedad. “Podría desatar una dinámica mundial muy difícil de prever”. Los países del G7, observó Torres, recientemente sumado a la consultora Equilibra, ya anunciaron que responderán con severas sanciones económicas, aún desconocidas.
“Una invasión rusa a Ucrania implicaría una seria violación de la carta de la ONU ante la cuál no cabría sino la condena; se tensarían enormemente las tensiones geopolíticas y con una economía tan vulnerable nos veríamos obligados a tomar partido. En otras palabras, el gobierno perdería todo espacio para el coqueteo con Putin y con Xi Jinping (los líderes chino y ruso, respectivamente)”, señaló Torrres. Además, continuó, “probablemente aumente el precio de los productos básicos, empezando por el petróleo, el gas y el gas natural licuado; ello tendría consecuencias negativas sobre nuestra balanza comercial, las que muy probablemente excederían un probable aumento del precio de nuestras exportaciones de cereales y granos”.
En cuanto a los aspectos financieros, “muy probablemente haya un movimiento de capitales hacia monedas e inversiones de “refugio” (Oro, Franco Suizo, dólar, bonos del Tesoro de EEUU) y una salida de capitales de Europa (el Euro podría depreciarse) y de las economías emergentes. Como nuestra deuda externa está mayormente en dólares, esto aumentaría su peso sobre nuestra economía”. especuló el diplomático, abogado y economista. “Dependiendo de la duración del conflicto y de la severidad de las sanciones económicas impuestas sobre Rusia, es probable que Moscú no quiera o no pueda aportar Derechos Especiales de Giro (DEGs) al anunciado (pero aún no creado) Fondo de Resiliencia y Sustentabilidad”. Se trata de una iniciativa acordada en el FMI e impulsada por su directora-gerente, la búlgara Kristalina Georgieva.
A su vez, “un aumento en el precio internacional de los hidrocarburos agravaría el atraso del precio local de la energía, pero si el gobierno abandona la presuntuosa idea de servirle de ‘puerta a Rusia’ en la región (lo que presupone que tenemos el ‘picaporte’ de Brasil y otros vecinos, un absurdo) y logra que el conflicto no resquebraje aún más al Frente de Todos, el entendimiento con el FMI podría no verse afectado”, concluyó Torres.
Segmentación y transición energética
Jorge Vasconcelos, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, tuvo apreciaciones similares a las de Elizondo en cuanto a la emergencia de un “nuevo orden”.
Hasta ahora, señaló a Infobae, primó la idea de un único “mercado mundial” a partir de la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. Ese fenómeno, característico de una etapa de globalización acelerada, no fue interrumpido por la irrupción de China en el esquema global. Beijing se plegó y creció hábilmente en esa etapa y la larga gestión de Angela Merkel fue un vívido ejemplo de la misma: nacida al este del Muro, condujo con firmeza la Alemania unificada y ejerció un liderazgo positivo en el bloque de las democracias occidentales.
Ahora, por el contrario se insinúa la posibilidad de lo que Vasconcelos llamó “una segmentación perdurable de los mercados de bienes y servicios a escala mundial”, reforzada por el posicionamiento chino a favor de Rusia, aunque todavía sea una incógnita de hasta dónde llegará ese apoyo.
Confiabilidad y capital
Según el analista, la posibilidad de un mundo segmentado tiene dos características adversas para la Argentina. De un lado, la segmentación, sobre todo en el mercado mundial de la energía, hace que además de tener precios competitivos (como los de Rusia para el gas que hasta ahora abasteció a Europa) un proveedor debe ser confiable (algo que Rusia dejaría de ser, al menos para Europa).
Del otro, la aceleración de la transición energética, iniciada por la pandemia y que podría profundizarse si Europa, con ayuda de proveedores como EEUU, Australia y Qatar (recientemente designada “aliada extra-OTAN” de Washington) reduce su dependencia del gas y el petróleo rusos, requerirá gigantescas inversiones de capital, lo que a su vez remite al riesgo-país y el costo del crédito, dos debilidades argentinas.
“Hay líderes europeos que dicen que están dispuestos a pagar más caro el gas por razones estratégicas y de previsibilidad: La idea del precio único, el más competitivo, que influye en los costos de todas las empresas, empieza a ceder espacio al de confiabilidad y seguridad energética”, dijo Vasconcelos.
Todo esto, prosiguió el economista, es un gran desafío para la Argentina, que hoy no es vista como un país confiable (”no se sabe si pagará su deuda, las empresas no saben si accederán a los dólares necesarios para cumplir compromisos de importación y exportación, en Vaca Muerta hay más gas del que podemos mover por gasoductos y exportar, si hubiera infraestructura suficiente”, enumeró) y necesita inversiones multimillonarias no factibles con la actual tasa de riesgo-país. Para el mediano y largo plazo, vale lo mismo: la revalorización de materias primas como litio, níquel, titanio, cobre, y productos como el aluminio, vitales para un mundo electrificado y a batería y menos dependiente de los hidrocarburos, implicará inversiones multimillonarias, imposibles de afrontar en una economía inestable, de horizontes cortos, política exterior errática, riesgo-país altísimo y urgencias irresueltas.
Ante una escalada del conflicto en torno de Ucrania los mercados reflejarán esos dos fenómenos, como ya se observa en el precio de la energía y en los problemas de salida de la zona en conflicto: de productos como trigo y fertilizantes, que exportan Rusia y Ucrania, dijo Vasconcelos.
El vuelo a la calidad y el fortalecimiento del dólar, concluyó, son solo una primera manifestación. Después habrá que ver si Europa se mantiene unida, ya que por caso Alemania depende mucho más que el resto del gas ruso, y ver qué sucede con el euro, en función de si el conflicto produce tensiones internas o genera una respuesta compacta del viejo continente.
Por ahora, la Argentina asiste a un conflicto que hasta hace semanas podía parecer lejano, pero que los recientes movimientos y declaraciones del gobierno y del propio presidente de la Nación acercaron al país y del que la economía no podría salir indemne.