El Templo de Hera
Edición del 25 / 11 / 2024
                   
01/01/2022 12:23 hs

Cómo surgió el calendario gregoriano que usa gran parte del mundo para esperar la medianoche y festejar

- 01/01/2022 12:23 hs
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Hay más de 40 sistemas distintos de medir los años alrededor del mundo. Por ejemplo, el 1 de febrero comenzará el Año Nuevo chino junto al tibetano; el 29 de julio se iniciará el musulmán y el 25 de septiembre, el mundo hebreo dará la bienvenida a un nuevo año. La inspiración de un Papa y los errores del encargado de establecer cuál fue el “año cero”.

Anoche, la gran mayoría no durmió antes de las 24. Casi todos estuvimos despiertos. Y cuando faltaban 10 segundos, comenzó un conteo para que ingresemos en el nuevo año. Por supuesto que la variación de las 24 en punto tuvo relación con los relojes que cada familia tenía. Acá no nos reunimos en las plazas de cada pueblo a escuchar las campanadas que anuncian la llegada del nuevo año; al contrario, todos estamos en casa encerraditos. Algo muy extraño, dado que los rigores de la canícula en esta época del año nos asfixia. En cambio, en el otro lado del mundo la gente se congela, pero igual va a las plazas con esas gélidas temperaturas que te atraviesa los huesos (si no pregunten a los que se reúnen en la plaza Roja en Moscú o en Estocolmo). Debería ser al revés, pero tradiciones son tradiciones y hay que respetarlas. Sobre todo la del Año Nuevo, porque si no cumplimos al pie de la letra lo que hay que hacer para atraer la buenaventura, el próximo año pueden llegar a ser terrible.

En su origen el calendario gregoriano solo fue adoptado por los países católicos, pero la transición de un calendario al otro no fue instantánea, tardó dos siglos y los humanos convivieron con los dos durante ese lapso. Con el paso de los siglos y debido al poderío europeo, el gregoriano acabó por ser el sistema de medición del tiempo utilizado prácticamente en todo el mundo. Con su aceptación, también se impuso la costumbre de contar los años con una referencia cristiana: a partir del año en el que nació Jesucristo.

Pero si en Europa tardó dos siglos en el resto del mundo fueron muchos más: en Japón el calendario fue adoptado en 1873, dos años más tarde llegó a Egipto y en 1917 a Turquía. Al día de hoy todavía hay excepciones: Afganistán, Irán, Nepal y Etiopía nunca aceptaron el calendario gregoriano y continúan usando calendarios autóctonos. En otros casos, el gregoriano se impuso al sistema anterior en lo civil, pero ambos coexisten en el ámbito religioso o cultural. Es el caso de Rusia, que mantiene el calendario juliano para las festividades religiosas; también de Israel, donde el calendario hebreo rige en todo lo relacionado con la fe.

Albert Einstein escribió que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro no es más que una ilusión persistente. Pero esta Ilusión persistente forma parte de una compleja construcción social basada en decisiones humanas y que, por lo tanto, puede estar sujeto a cambios: desde suprimir once días para adecuar el calendario que había quedado desfasado (ocurrió en 1582, el jueves 4 de octubre del calendario juliano, fue seguido por el viernes 14 de octubre del calendario gregoriano. En el primero fallecería Alba de Tormes Santa Teresa de Jesús, doctora y mística, quien sería sepultada al día siguiente, es decir el 14). Para adelantar los relojes en verano, el tiempo ha sido moldeado por y para la política: vencer al enemigo, para ahorrar, impulsar la productividad o romper con lo establecido. A lo largo de la Historia, las razones para cambiar la gestión del tiempo han sido numerosas, al igual que las maneras de hacerlo. Casi como la diferencia entre lo que se considera una lengua o un dialecto; la única diferencia entre ambos es el poder de un ejército.


El 1 de enero es el primer día del año 2022. Pero el 1 de febrero comenzará el Año Nuevo chino junto al tibetano. El 29 de julio se iniciará el año musulmán y el 25 de septiembre, el mundo hebreo dará la bienvenida a un nuevo año.

Por su parte, el famoso calendario Maya ya ha dejado de contar: su recorrido terminó el 21 de diciembre de 2012, día en el cual toda existencia sobre el universo desaparecería. Y si ustedes están leyendo esta nota, es que no fueron destruidos por Itzamná. Hoy, el mundo tiene más de cuarenta sistemas distintos de medición del tiempo.

Como los negocios y la política mandan, y el dinero también, el mundo aceptó con agrado el calendario Gregoriano, dado que Europa constituía la región de más poderío económico y bélico, en su momento.

En los festejos del 31 de diciembre al 1 de enero también se aceleró el pulso del mundo y que todos miramos a la isla de Navidad, en la república de Kiribati, en el noreste de Australia. Ese año supimos que esa isla era el lugar en el mundo donde el calendario cambiaría primero: ¿En qué año sucedió?, ¿por qué lo hicimos? Ocurrió durante la nochevieja del año 1999 al 2000. Todos estábamos horrorizados por el Y2K. Hasta se escribió un capítulo de los Simpson que tocaba ese tema. Sumemos a eso, que las profecías auguraban que en el año 2000 comenzaría el fin de la Humanidad. El final de todo (muy exactas no fueron porque aún estamos acá, y dos años después, como ya expusimos, el mundo también desaparecería).



Todos los ojos miraban a la Isla de la Navidad para ver lo que ocurría en ese preciso segundo del cambio de año. Los medios de comunicación más sensacionalistas comenzaron a hacerse eco del Apocalipsis por venir, donde advertían la necesidad de actualizar los computadoras (“vacunarlas”, se decía por aquel entonces. Después se ponía una calcomanía que decía: “Libre de Y2K”).

En Argentina fue la Secretaría de la Función Pública, a cargo de Claudia Bello, la que se encargó del tema Y2K. Había que evitar el colapso planetario que llevaría al mundo al borde de la ruina. Los noticieros daban cuenta de la posibilidad de que los cajeros automáticos se volviesen locos y tiraran por los aires millones de dinero en cada país. Los aviones y satélites caerían en las ciudades pobladas, comunicaciones interrumpidas en todo el planeta, la economía descontrolada, las redes eléctricas sin funcionar.

Las computadoras se comerían a la gente y las heladeras encerrarían a las personas en su interior para luego deglutirlas. Y llegó el tan temido y terrible año 2000 a la isla de Navidad. Y acá estamos aún, no fuimos deglutidos por la heladera, sino que fuimos nosotros los que nos la cominos casi entera durante la pandemia. No salieron cientos de millones de billetes por los aires de los cajeros automáticos y, pensándolo bien, puede ser que las computadoras nos hayan comido, pero solo para poder articular un pensamiento.

Volvamos al calendario gregoriano, que comenzó a contar a partir del nacimiento de Jesús. Por tanto, es lógico pensar que haya nacido en el año cero, hace 2022 años. Sin embargo, históricamente no es tan simple: ni Mateo ni Lucas mencionan un año exacto en sus relatos evangélicos, dado que los Evangelios fueron escritos en un sentido teológico y no como una biografía que narra la vida de una persona.

El cálculo del año y día del nacimiento de Jesús lo hizo un monje llamado Dionysius Exiguus (Dionisio, el exiguo). En el año 525, el papa Juan I le encargó al monje Dionisio establecer que el año primero de la era cristiana sería el nacimiento de Jesús. El problema es que Dionisio se equivocó de cuatro a siete años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús había nacido en el 753 contando desde la fundación de Roma, cuando debió suceder hacia el 748.

También cometió otro pequeñísimo error: no proveyó a nuestra era de un año cero. Es que en Europa alto-medieval nadie conocía el número cero. Europa debió esperar hasta el segundo milenio antes de que se pudiera disponer del número cero.
Los aztecas usaron el calendario maya durante muchos siglos.

En el siglo XX se propusieron varios nuevos calendarios para que fueran aceptados a nivel mundial, que no tuviera errores de cálculo y no estén ligados a una confesión religiosa. En 1902, Moses Cotsworth, crearía un calendario con un sistema fijo, regular y no sujeto a cambios. El año estaba dividido en trece meses de 28 días, ordenados de modo tal que su estructura no variara de un año a otro: todos los meses empezaban un domingo y terminaban el día 28, un sábado.

Además de los 364 días resultantes, cada año contaba con un día extra o dos, en el caso de los bisiestos. Estos días extra no formaban parte de ningún mes ni alteraban el orden de la semana, sino que eran contados aparte. Los nombres gregorianos de los meses se mantenían, y el treceavo, insertado entre junio y julio, recibió el nombre “sol”. Los promotores del calendario fijo internacional argumentaban que este sistema regularizaría la medición del tiempo y sería beneficioso para los negocios. Elisabeth Achelis propuso en 1930 un proyecto de calendario mundial, creó una asociación para promover su proyecto y llegó a presentarlo a varios países y, más tarde, en las Naciones Unidas. Nunca llegó a implementarse.



Pero no es necesario retroceder a principios del S. XX. En nuestra región también hubo un presidente que sostuvo que había que cambiar el calendario: Evo Morales, ahora expresidente de Bolivia, se planteó recuperar el sistema de medición del tiempo en con el calendario originario Aymara. Pero no pudo llevarse a cabo.

No obstante, hay un país que le cambió los nombres a los meses del año, aunque mantuvo la estructura del gregoriano: Turkmenistán. El caudillo de ese país, Saparmyrat Nyýazow, pensó que si el emperador Augusto y Julio César pudieron nombrar meses en su honor, ¿Por qué él no podría hacer algo similar? Así, el mes de abril, por ejemplo, se convirtió en gurbansoltan, el nombre de su madre. Septiembre, ruhnama, recibió el nombre del libro escrito por el presidente y enero pasó a llamarse türkmenbaşy (‘líder de Turkmenistán’).

Podríamos pensar que el Papa Gregorio XIII, al cambiar del calendario Juliano por el suyo, jamás hubiera imaginado que su creación se instalaría en el mundo entero. Muchos han querido cambiar el calendario, los franceses en su revolución, los rusos, los turkmenos y muchos más, pero acá estamos. Celebrando el primer día de un nuevo año.


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