Hace medio siglo, se estrenaba en Estados Unidos "Naranja Mecánica", una de las obras más importantes del cineasta que falleció en 1999, a los 70 años. Kubrick aseguraba “pienso que el gran error en las escuelas es tratar de enseñar a los niños usando el miedo como motivación”. En nuestro país aquel filme sufrió un largo proceso de censura.
El 19 de diciembre de 1971, en Nueva York y Los Ángeles se abrió una auténtica Caja de Pandora: hace 50 años se conocía "Naranja mecánica" (aquí se dio con este título), la versión del ya consagrado director estadounidense Stanley Kubrick, del polémico relato del transgresor británico Anthony Burgess.
En 1971 cuando Warner Bros presentó la copia en el Ente de Calificación Cinematográfica para estrenarla el primer día del año siguiente, se le exigió un mínimo de siete cortes. Pero a la distancia, el autor de la exitosísima "2001. Odisea en el Espacio", respondió un contundente no.
"Te veré en 20 años por televisión cortada y aburrida a todo color", decía la singular canción "Las increíbles aventuras del Sr, Tijeras" de Sui Generis, publicada en el álbum "Pequeñas anécdotas sobre las instituciones" (1974), dedicada a la figura del censor cinematográfico.
El tema se refería, en parte, a Ramiro de la Fuente que ejerció ese rol desde 1966 hasta el fin de la dictadura en 1973. Una triste tarea que luego le sería encargada al cínico periodista Miguel Paulino Tato, en la breve y turbulenta primavera democrática, cuando paradójicamente volvieron los cortes y prohibiciones.
Kubrick rechazó de plano cualquier tipo de mutilación ya que era un artista que controlaba el negativo desde el primer segundo fuera de la cámara hasta el momento del estreno de las copias fílmicas originales, que renovaba semana a semana en las salas de todos los países de estreno.
Pasaron 14 años, y finalmente se estrenó en cines de Argentina. Nunca se la vió en televisión de aire, ocasionalmente en el cable, completa e igual de vigente, pero hace rato que no vuelve, si en cambio, medio siglo después, en plataformas de streaming. Aquí la letra de la canción falló: ni cortada ni aburrida, sino todavía vigente a todo color y en copia remasterizada.
En 1971, Kubrick según el relato de Burgess, imaginó una realidad (presente o inminente) en todo caso distópica, donde una banda de adolescentes, disfrazados con un mameluco blanco con cierre, borceguies y sombrero bombín, armados con macanas y cadenas, se dedican a sembrar terror y violencia.
Tienen su propio argot, el nadsat, con unas doscientas palabras que conforman un lenguaje marginal y provocativo, que como toda jerga que se ubica en los márgenes y en el delito, sirve para esconder sus propósitos a esos pobres y tontos inocentes a los que atacan, como se ve en el filme, con absoluta crueldad.
El líder, Alex (Malcolm McDowell, quien jugaba al ping pong y al ajedrez con el director en los descansos de rodaje), ama a Beethoven, le gusta frecuentar las disquerías con vinilos, los de los sintetizadores Moog que tocaba Walter (luego Wendy) Carlos, pero también bailar Singing in the Rain estilo Gene Kelly pero con un toque más dark a lo Bob Fosse, tal como se lo ve violando a una mujer delante de su marido, un escritor lisiado.
Alex resulta, como todo jefe de una banda de delincuentes, un canalla con los propios, pero créase o no, termina apresado y sometido por las autoridades a un curioso, nuevo y al parecer inefable método de rehabilitación llamado Ludovico: consistía en torturarlo una y otra vez con imágenes violentas, incluso de los campos de exterminio nazis, hasta revertir su postura y así instalarse en las antípodas de su autopercepción de ganador siniestro.
Pero, ¿todo el resto de la sociedad está bien? ¿La gente que lo rodea y los políticos que impulsaron todo esto son realmente seres "humanos", o simplemente todo es una gran amasado de excrementos? Y aquí va la pregunta: ¿era Burgess un nihilista y Kubrick materializador de ese mensaje desesperanzado?
El director que se había iniciado como fotógrafo de la revista Look convirtiéndose en uno de los reporteros gráficos más importantes del país, había comprado su primera cámara con tan solo trece años
Tras dejar esa profesión en 1950, y un par de cortometrajes, sorprendió con una serie de propuestas con formato de thriller pocas veces vueltas a ver, como "El beso del asesino" (1953), con eje en un boxeador que intenta recuperar a su pareja bailarina, secuestrada por el propietario del cabaret donde trabaja, "Miedo y deseo" (1955), con cuatro pilotos aéreos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial accidentados detrás de las líneas enemigas; y de nuevo con el policial, el impecable, "Atraco perfecto" (1956), según el relato de Lionel White.
Sin embargo, su primer gran golpe sería con su visión de la Primera Guerra del siglo XX, en "La patrulla infernal" (1957), ya con la idea de que todo se reduce a la nada misma y por lo tanto nada tiene sentido, donde un regimiento termina castigado por retroceder de allí mismo donde la única alternativa era el suicidio colectivo.
En 1960 se hace cargo de "Espartaco", una superproducción con mucho de peplum de romanos, como su inmediata anterior con Kirk Douglas a la cabeza y que según el mismo Kubrick, se trata de un filme que si bien contó con guión de Dalton Trumbo, no tiene su impronta personal sino la de sus productores.
En 1962, nuevamente en blanco y negro, la incursión en "Lolita", de Vladimir Nabokov, lo puso en el centro de la polémica por mostrar la relación políticamente incorrecta de un profesor cuarentón (Dirk Bogarde), que alquila la casa a una viuda cuya hija de 12 (la actriz Sue Lyon, tenía esa edad) lo vuelve loco, y planea casarse con la madre para perpetuarse a su lado.
También probó la sátira, cuando, de acuerdo a la pluma del "new journalism" Terry Southern encaró "Doctor Insólito, o Cómo aprendí a amar la bomba y no preocuparme" (1964), con Peter Sellers mostrando cómo por obra de un pico de estupidez (el conflicto Este-Oeste), en un chasquido de dedos. el mundo se podía ir al demonio.
Acto seguido, en 1966 Kubrick se ocupó de la campaña espacial de su país pero anticipándose poco más de tres décadas según planes ya adelantados en unidades de estrategia científica, de acuerdo al mismo autor del relato, Arthur C Clarke, que puso en "2001, Odisea en el Espacio" (1968), detalles de la vida en un plataforma espacial del futuro (cual futuro?) en el que una computadora con inteligencia artificial (imaginada cuando recién se hablaba de ella), la HAL 9000 (HAL son las letras anteriores en el abecedario de la sigla IBM) intentaba tomar el comando de la operación.
Sin embargo, el comandante humano de la nave podía refugiarse y envejecer en un cama palaciega, donde de alguna forma el círculo de la vida se convierte en una inacabable cinta de Moebius camino a un nuevo comienzo.
No es casual que en el prólogo del extenso relato, un grupo de simios que van camino a la evolución, arrojen al aire huesos de probables animales prehistóricos mientras danzan alrededor de una inmensa y geométricamente perfecta piedra de ébano que flota en el aire representando el misterio que encierra la misma existencia.
Después de "Naranja Mecánica", Kubrick encontró el relax contando la historia de "Barry Lyndon" (1975), un canalla aventurero del siglo 18, sin escrúpulos, al que sólo conmueve el dinero y sus títulos comprados, y al que no le incomoda destruir a sus seres amados hasta él mismo convertirse en un ser miserable.
El diseño de todo lo que se ve deslumbra, como los cuadros de Constable, Hogarth y Zoffany entre más. Pero la belleza de ese universo lleno de claroscuros, se enrarece tras la miserabilidad del personaje epónimo.
Tras aquella experiencia de exquisito gusto inglés (Kubrick es el cineasta estadounidense más británico de la historia del cine) se propuso desafiar lo conocido del cine de terror y encontró la excusa para logran una joya como "El resplandor" (1980), su versión (superadora) del opus de Stephen King.
Un escritor con su familia, opta por recluirse en temporada invernal en un hotel de Colorado, a cambio de encargarse del mantenimiento de esas instalaciones. Pero serán las instalaciones y los fantasmas del lugar los que terminaran poseyendolo en un itinerario de horror, en el que el costado "demente" de Jack Nicholson ayuda a que el modelo terminado sea una casa de muñecas perfecta, incluido el laberinto borgiano, con que el que el director amante del ajedrez haciendo cámara en mano con un recién inventado steadycam le hace jaque mate al género.
Incansable, y fiel a su ritmo, siguió su aventura en busca de la razón a la existencia y el poder de quienes tras armas o máscaras pretenden jugar a ser Dios. Y lo materializó esta vez destrozando el mito viril o patriótico de las guerras cuando presentó "Full Metal Jacket" (1987, título de imposible traducción, literal algo así como "Armadura", pero estrenada con su aval como "Nacido para matar").
El entrenamientlo de un regimiento de marines de Carolina del Sur (el MCRD), escenas rodadas en el centro RAF de Bassingboum en Reino Unido, es mostrado con un doble sentido: antimilitarista y antibelico en la primera parte, mientras que en la segunda, ya en acción en Vietnam, muestra la alienación in situ, es decir a fin de cuentas, nuevamente su visión nietzcheana de la existencia y el sometimiento que impone una intelligentzia invisible.
La segunda parte es hedionda: huele a muerte. La cámara del mismo Kubrik se mueve de acá para allá anticipándose a las de los audaces reporteros de las cadenas estadounidenses, por ejemplo, durante la Guerra del Golfo. Nada será igual desde entonces en ni en el cine ni en el periodismo de guerra.
Y finalmente "Ojos bien cerrados", nuevamente metido con la literatura en este caso la danesa de la mano de Arthur Schnitzler, autor de "Lebenstraum", qué toma cómo eje un matrimonio, Tom Cruise y Nicole Kidman, cuya relación propone una noche de transgresión en la que todo terminara de una manera curiosamente oscura, llevando al hombre a un ritual de masonería en donde, sin proponérselo, es testigo de un sacrificio humano, léase: el sexo como movilizante de la vida.
El próximo martes 21 de diciembre, en el Círculo de las Bellas Artes de Madrid, se inaugurará la muestra Stanley Kubrick, The Exhibition, que reunirá más de 600 piezas (fotografías, cámaras, maquetas, guiones, cartas, vestuario) rescatados de sus rodajes: la máquina de escribir de "El resplandor", el vestuario de "Barry Lyndon", una maqueta de la nave de 2001, una odisea del espacio, o el mobiliario del Korova Milk Bar de "Naranja mecánica", por citar sólo unos pocos ejemplos.