La mayoría de los riotercerenses no sabría qué hacer ante un escape químico grave. Esa parece la respuesta que asume la propia comunidad, en una ciudad que es el principal polo de producción química de Córdoba.

A juzgar de incidentes ya ocurridos, esa impresión parece cierta. Pero a la vez, aparece una paradoja: los intentos por llevar información chocan contra un presunto desinterés social por el tema.

El gran dilema es que, ante un escape químico grave, la población debe hacer protección bajo cubierta, es decir, encerrarse herméticamente donde cada uno esté. Lo peor sería evacuarse. Sin embargo, ante la alarma no se descarta que muchos decidan tomar la calle y agravar el cuadro.

En los últimos 15 años, después de la bisagra que marcaron las explosiones de Fábrica Militar, hubo intentos municipales, aunque insuficientes, para concientizar a la población sobre actuación ante planes de emergencia. Una y otra vez, las charlas chocaron con escasísima gente. Sólo se avanzó en los planes de acción en las escuelas, incluso con simulacros.

Tras varios escapes recientes, con su consiguiente polémica, el actual gobierno municipal de Alberto Martino puso en marcha otro plan de reuniones, barrio por barrio, empezando por los más cercanos al polo industrial que componen Fábrica Militar, Atanor y Petroquímica. En esos encuentros apenas se vienen sumando puñados de vecinos.

Para el secretario de Salud municipal, Alejandro Primo, la gente suele preocuparse más por lo cotidiano, “con la cabeza puesta en la supervivencia, que en planes por si acaso ocurre algo”.

Mariela Corelli, trabajadora social municipal en barrio Parque Monte Grande, pegado a las fábricas, opinó que “la contaminación y esos riesgos no son problemas que manifiesten los vecinos, tal vez, porque viven con esa realidad”.

Para la psicóloga Ivanna Raffo, la gente no va a esas reuniones “quizá porque tiene naturalizado el tema, no siente que tenga que aprender nada”, y se inclina por sugerir “campañas casa por casa, y con simulacros en las escuelas”. 

Raffo aportó un dato llamativo: trabajó en barrio Panamericano, uno de los más alejados del polo químico y no percibió que allí inquietara qué hacer ante un escape grave. “Sí estaban en cambio inquietos por una fábrica de alimentos balanceados que les generaba ruidos y olores”, contó.

Encerrarse

En las charlas barriales, el director de Defensa Civil municipal, Diego Carinci, enseña que si suenan las alarmas comunitarias recientemente instaladas (que no se alcanzan a escuchar en toda la ciudad), cada uno debe sellar las aberturas con trapos o cintas para que no pase aire, donde esté, y escuchar las indicaciones que el municipio dé a través de las radios.

Algunos antecedentes en los que esa información se demoró o no fue clara conspira contra la confianza ahora.

Un dilema adicional es que en algunos barrios pegados al polo industrial hay viviendas precarias. En una de las reuniones, una mujer comentó que su casa era imposible de sellar porque tenía vidrios rotos o apenas nailon. "Deberá buscar la casa de un vecino", respondió Carinci, buscando alguna salida.

 

Puntos de vista

Carlos Maldonado. “Vivo cerca de las fábricas. Si el municipio fuera creíble la gente iría más a las charlas. Encerrarse es lo único que queda, pero tienen 20 minutos de aire”.

Olga Fischer. “En el último escape me fui a la casa de mi hijo. No puedo quedarme en mi casa, tengo techo de chapa y con aberturas con nailon. Debería irme a la casa de un vecino”.

Olga de Vaschetto. “Con esta charla me entero de que tengo que tener un lugar en mi casa para encerrarme. En los escapes anteriores salía de la casa. Ahora me tendré que quedar”.

Primo Maldonado. “Hay que cerrar bien ventanas y puertas, imagino que podré hacerlo. No sabía que había que comprar cintas. La gente no le da importancia, no sabe”.

 

Un simulacro

En Río Tercero se manipulan a diario muchos productos químicos. El más mayor riesgo potencial, por sus caracteríticas y su volumen disponible, es el cloro.

Para el director de Defensa Civil, Diego Carinci, en un caso grave de escape de cloro, la nube gaseosa llegaría en cuatro minutos a barrio Monte Grande, al frente del polo químico (a unos mil metros), si el viento fuera el preponderante (norte o noroeste) y su velocidad la promedio (10 kilómetros).

Nunca ocurrió un episodio químico de esa gravedad para la zona urbana. Pero una ciudad industrial debería estar preparada para enfrentarlos. En estos casos, la seguridad será cuestión de minutos.

“Nadie debe ir a buscar a sus hijos a la escuela, porque tienen la orden de no abrir las puertas a nadie, porque si lo hacen pondrían en peligro a toda la comunidad”, advirtió el titular de Defensa Civil. Además, la calle sería un lugar de alto riesgo.

Ese es el consejo que en folletos o en publicidades emite el municipio, y que planifica ahora dejar casa por casa, puerta por puerta, según aseguró Carinci.

Para diciembre, en tanto, las autoridades prometen un primer simulacro general para toda la ciudad.

Las 15 mil viviendas se recorrerán el próximo año. Para diciembre, en tanto, prometen un primer simulacro general para toda la ciudad.

Tomando el modelo aplicado en Bahía Blanca, ciudad con un polo químico mucho mayor, en Río Tercero funciona un Plan Apell (un modelo creado por Naciones Unidas), que integran el municipio, empresas químicas, bomberos, policías y servicios médicos.

La cuestión es si, ante un hecho como jamás ocurrió, la ciudad -en cada casa, cada escuela, cada institución- realmente estaría preparada para evitar males mayores. Redacción Lavoz.com.ar