Conseguir una nota periodística no siempre es fácil y para lograrla depende del compromiso laboral que uno tenga y la responsabilidad de cumplir con ese compromiso. A esto hay que sumarle la obstinación, en el buen sentido de la palabra, de no ver fracasado el fin perseguido.
Viene al caso este comentario para referirme a una de las anécdotas más festejadas cuando la cuento en rueda de amigos y colegas.
Era el 14 de abril del año 2000 cuando tres delincuentes, muy buscados por ser autores del robo a la sucursal sur del Banco de la Provincia de Córdoba en Río Cuarto, cometido el día anterior, abordaron en Ruta 8, ingreso a la localidad de Reducción, un ómnibus de la empresa TUS que tenía destino final la ciudad de Buenos Aires. Simulaban ser pasajeros comunes.
Una vez en el colectivo, en el que viajaban veinte pasajeros, los malvivientes amenazaron a sus conductores y se apoderaron del volante. La policía supo que los delincuentes habían subido a ese ómnibus y comenzó la persecución que terminó en una estación de servicio de la localidad de Santa Isabel, provincia de Santa Fe. Alcanzado el transporte sus neumáticos fueron reventados por los disparos policiales que intentaban detenerlos.
En ese micro también viajaba, de civil, el agenta de policía, Víctor Herrera, que mucho colaboró para que los asaltantes no hirieran a los desesperados pasajeros, soportando golpes y amenazas por parte de los delincuentes.
Como corolario de todo esto que sería largo de contar, uno de los malvivientes terminó muerto, otros dos detenidos y un juez santafesino herido. Pero vamos a la anécdota.
Dado lo trascendente del hecho, bien temprano de ese 14 de abril partimos con Gabriel Martella, otro periodista de la radio a Santa Isabel, cerca de Venado Tuerto, para cubrir ese acontecimiento. 
La nota, que era clave y debíamos conseguir, era con el policía Herrera que había salvado su vida milagrosamente protegiendo la de los pasajeros".
Desde Santa Isabel tuvimos que trasladarnos a Venado Tuerto, a la jefatura departamental donde se había concentrado toda la investigación y donde declararía el policía Herrera. Ahí lo encontraríamos.
Sin embargo, fue muy difícil dar con él. Primero porque se hallaba declarando, luego porque estaba siendo revisado por el médico forense y más adelante porque se encontraba descansando.
Eran las 12,50 y Nicolás Florio, conductor del programa y jefe del servicio, me insistía en que consiguiera la nota ya que a las 13 se terminaba el panorama. Faltaban solo 10 minutos y teníamos que ganar la primicia sí o sí.
El orgullo profesional me llevó a seguir consultando en qué lugar estaba Herrera y un policía me dijo que se encontraba duchando y que no podían molestarlo. Averigüé el lugar de los sanitarios de la Jefatura y entré por el patio sin que me vieran hasta llegar a donde se estaba bañando el escurridizo protagonista.
No me quedaba otra que meterme a la ducha y allí estaba Herrera, enjabonado y como Dios lo mandó al mundo, con su metro noventa de alto. Sin explicarle nada comencé la nota y celular mediante, me estiré, le coloqué los auriculares y lo puse en vivo para que dialogara con Florio antes que terminara el noticiero.
El pobre hombre, todo enjabonado, no entendía nada. Tampoco le di tiempo a enojarse, mi jefe contento por la primicia y yo satisfecho por conseguir la nota tan buscada. Eso sí, terminé más mojado que el mismo policía...

Alberto Rodríguez Etulain