Marcela Basteri desapareció sin dejar rastro. Su paradero se transformó en un misterio. Su hijo, angustiado, pidió ayuda al servicio secreto israelí para hallarla. Las preguntas que obsesionaron al cantante y los años de silencio.
Hace treinta años, una exhaustiva investigación privada le confirmó a Luis Miguel la peor de sus sospechas: su madre había muerto en España en agosto de 1986 “por causas no naturales”. El cuerpo de Marcela Basteri, sin embargo, jamás aparecería. Por eso, aunque el cantante se resignó a la sugerencia de dejar de buscarla, jamás dejó de aferrarse a la íntima esperanza de volverla a ver.
Es el planteo que se desprende de la trilogía de los biógrafos del Sol, el español Javier León Herrera, y el mexicano Juan Manuel Navarro, autores de Luis Mi Rey –que sirvió de base para la primera temporada de la serie de Netflix–, Luis Miguel: La Historia, y Oro de Rey, que acaba de publicar en la Argentina la editorial Planeta. Navarro es el periodista que en 1996 entrevistó al abuelo de Luis Miguel para un diario del grupo Reforma de México, a partir de lo que se desencadenó una intensa búsqueda en el programa Chi l’ha visto?, de la RAI. Sergio Basteri pasaba sus días finales en una casa de retiro de Massa Carrara.
En ese pueblo de la Toscana, Marcela había pasado sus últimos meses junto a Sergio, el hermano menor de Luis Miguel, en un intento por alejarse de la violencia y los constantes abusos de su marido Luisito Rey Gallego, que la habían sumido en una profunda depresión. “Llegó demacrada, con los ojos hinchados de tanto llorar y con una delgadez de talante anoréxico”, relata el biógrafo, que también entrevistó por entonces a Adua Basteri, tía de Marcela que hasta hoy sigue buscando respuestas sobre el destino de su sobrina.
La última vez que la vio fue cuando ella y su hermano Sergio la llevaron al aeropuerto de Pisa para que viajara a Madrid a encontrarse con Luisito. Estaba repuesta, había ganado peso y soñaba con encontrar un trabajo en Italia y rehacer su vida. Le había confiado a su tía que tenía “un as en la manga” contra las amenazas de Luisito Rey: contaba con documentación de los manejos financieros turbios del padre de Luis Miguel. Confiaba también en que la angustia por no poder hablar con Micky pronto se terminaría: el 6 de agosto de 1986 madre e hijo se abrazaron entre lágrimas en un restaurante del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid.
Ella había llegado de Italia la noche anterior, él partiría a Santiago para hacer un reportaje especial con la televisión chilena. Un productor del programa fue testigo “del brillo y la tristeza en la mirada” de Marcela y de “la actitud cortante de Luis Miguel con su papá, al que llegó a pedirle que lo dejara a solas con su madre”.
El encuentro duró cerca de una hora; sería el último.
A mediados de agosto, Adua recibió una llamada de Marcela: “Dijo que estaba con Alex y con Sergino en la casa de Madrid, y que iba a viajar a Chile a encontrarse con Micky”. Luisito le había prometido a su mujer que saldrían rumbo a Santiago desde el Chalet de Las Matas, en el exclusivo barrio Las Rozas, a 26 kilómetros de la capital española. El padre de Luis Miguel vendería en un millón de dólares la propiedad –”que ocupaba toda una manzana, tenía dos albercas, cancha de paddle, amplios jardines y un llamador en la puerta con sus iniciales, L.G.”– solo dos años después de la desaparición de Marcela, en 1988.
En ese tiempo, había intentado imponer su propia versión de los hechos ante sus hijos: sostenía que Marcela se había ido con uno de sus amantes, y hasta usó a su madre, Matilde Sánchez, como cómplice. Los dos aseguraban que Basteri había convivido con un italiano en el piso de Cádiz donde tenía encerrada a su suegra. Cuando Luis Miguel y Alex fueron a buscarla hasta esa ciudad, nadie supo explicar por qué no estaba. Dijeron entonces que se había escapado con un capo de la mafia.
“Mi papá se llevó a la tumba lo que pasó con mi mamá”, le dijo el cantante a su amigo Polo Martínez después del entierro de Luisito. Por aquellos años, Luis Miguel también buscó respuestas en quién había sido uno de los más allegados a su padre, el actor Andrés García, a quien él mismo consideraba una figura paternal: “Oye papá, ¿tú de verdad no sabrás dónde está mi mamá?”. García no fue capaz entonces de confesarle lo que sabía a ese chico desolado que le contaba había puesto investigadores por todo el mundo para buscar a su madre. No se atrevió a romperle el corazón.
Se dice que en la investigación intervinieron Interpol, el Mossad y ex agentes del FBI. Polo Martínez reveló que, como narra la serie, Luis Miguel llegó al servicio secreto israelí por medio de un alto funcionario mexicano. Y que el resultado de las pistas que siguieron fue concluyente: “No busques más, que está muerta, desaparecida”.
Sin el cadáver, era imposible saber qué le había pasado realmente. Pero la serie muestra cómo el cantante oyó de voz de Tito, su tío –en realidad Mario Vicente Gallego–, que en la casa de Las Matas ocurrió “un accidente” y que Luisito Rey era el responsable.
En la serie también se lo ve abriéndole la puerta, con la camisa manchada de sangre, a una vecina, María, que se acerca alarmada por los gritos el día en que supuestamente ocurrieron los hechos. A cambio de su silencio, el tío del cantante confiesa haberle dado a la mujer el pasaporte de su cuñada para que retirara dinero de su cuenta bancaria. Esa fue la pista que habría seguido el Mossad cuando creyó dar con Basteri a principios de los noventa.
Tito murió exigiendo el pago por los once años de trabajo junto a su sobrino, pero antes, en 2004, dio una entrevista a la televisión española diciendo que su hermano habría sido incapaz de hacerle daño a su mujer: “Puede tener mal carácter, era una persona soberbia, insoportable… pero nunca en su vida le hizo daño a una mosca. Era muy gritón, y dicen que perro que ladra no muerde”. Y agregó que Marcela había dejado a Sergio a cargo de Matilde, su madre, y se había ido con un hombre: “Había un señor abajo esperándola. Mi hermano dice que era Antonio, que lo conocimos en la gira de Italia”. Poco después, dio otra versión. Afirmó que su cuñada había muerto en un tiroteo.
Las teorías conspirativas que hasta hoy resuenan en torno al caso parecen más tristes a la luz de una historia de violencia de género. Se llegó a decir que había muerto ahogada en una fiesta sexual en Italia y que había sido asesinada en una fiesta de narcotraficantes, pero en México. También que había sido encontrada en clínicas psiquiátricas de Italia y Argentina, o vagando por las calles de Buenos Aires, con su salud mental completamente deteriorada.
Loca, drogadicta, prostituta. Un estigma con el que suelen cargar las víctimas de violencia machista, y del que, durante años, Marcela no tuvo a nadie que la defendiera.
Ni siquiera a su amado padre. O sí, pero era una batalla para la que al anciano ya no le quedaban fuerzas. Luis Miguel y Alex se ocuparon de que su abuelo moribundo estuviera bien atendido, pero Sergio Basteri solo quería una cosa: saber qué había pasado con su hija. “Sé que Micky lo sabe, pero no quiere venir a decírmelo”, le dijo a Juan Manuel Navarro en aquella entrevista en Massa Carrara. Adua, que quedó a cargo de cuidarlo en sus últimos días, contó entonces: “Alejandro nos dijo que ya no buscáramos a Marcela porque íbamos a dañar la carrera de su hermano. No lo entendemos. Él es bueno y sabemos que ha sufrido mucho”.
Todo eso cambió en el último tiempo. El propio Andrés García reveló en 2018 que Luisito Rey le pidió que lo ayudara “a hacer desaparecer” a la madre de Luis Miguel.
“Me dijo: ‘Me tienes que ayudar con esto. Tengo que hacer desaparecer a Marcela que me está jodiendo y se está cogiendo a una bola de cabrones’ –dijo el actor mexicano–. Le dije a Luisito que estaba mintiendo porque sabía que Marcela no era así, y por supuesto lo mandé a la chingada”. Pero, según García, no eran los celos el motivo por el que quería deshacerse de la madre de sus hijos. Muy alterado y después de consumir altas dosis de cocaína, Gallego le habría confesado a su compadre que Marcela le había bloqueado el acceso a sus cuentas bancarias en Suiza. Todo coincide con aquel “as en la manga” del que Basteri le había hablado a su tía.
También en 2018, la madre de los dos hijos menores del Sol, Aracely Arámbula, puso una foto de la abuela de Miguel y Daniel en el altar para la ofrenda del Día de los Muertos. Y el 10 de diciembre pasado, para el cumpleaños de Marcela, Alex publicó en su cuenta de Instagram: “Mi madre fue la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Todo lo que soy se lo debo a mi madre. Eres y serás una mujer de alma grande, hecha de amor”.
No son gestos intrascendentes: significan que, a casi 35 años de su desaparición, Marcela dejó de ser un secreto, un tabú. Recuperó su historia y su nombre, por decisión y necesidad de sus hijos.
“Hoy Luis Miguel se abrió totalmente y puede decir: ‘Esta es mi vida’”, dijo recientemente a Infobae Polo Martínez, que se alegra de que tal vez eso ayude a entender mejor todo lo que sufrió su amigo. Cuando millones de fans vieron el domingo pasado a Diego Boneta cantando que había tenido que continuar su “gran teatro” incluso hasta “romperse en mil pedazos”, el hit Hasta que me olvides cobró para muchos una nueva dimensión. El respeto por la memoria de Marcela Basteri, también.