La capacidad de mutación hace viable que los microorganismos desarrollen factores de virulencia y salten de especie, de los animales al ser humano. Infectólogos y especialistas creen que será un virus, y no una bacteria, el responsable de la crisis sanitaria que seguirá al COVID-19.
Por definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad”.
Así, se produce una pandemia cuando surge un nuevo patógeno que se propaga por el mundo y la mayoría de las personas no tienen inmunidad contra él. Ocurre desde que el mundo es mundo y así las civilizaciones avanzaron en el hallazgo de medicamentos y vacunas.
En lo que va del siglo XXI, la humanidad sobrellevó la epidemia de SARS en 2003, la pandemia de gripe entre 2009 y 2010, y las epidemias y de MERS y ébola en 2012 y 2014, respectivamente. A finales de 2019 hizo su aparición el SARS-CoV-2, y a partir de allí la historia por todos conocida.
Cuando aún no se logra superar la crisis sanitaria global desatada en la ciudad de Wuhan, China, la ciencia ya especula acerca de cómo, más tarde o más temprano, un nuevo patógeno volverá a encontrar el camino para saltar de su huésped e infectar a personas. Luego, la globalización y su constante movilidad se encargará de diseminarlo por todo el mundo.
Y, pese a que los avances en la medicina y la ciencia hicieron que sea posible acortar en años los plazos para el desarrollo de vacunas, la realidad muestra que aún no se encontró un tratamiento específico contra el COVID-19, y que los sistemas sanitarios no están preparados para prevenir y afrontar una situación como la generada por el coronavirus.
Eduardo Martínez Manzanares es catedrático de Microbiología en la Universidad de Málaga y consideró que “las enfermedades infecciosas susceptibles de convertirse en pandémicas son consustanciales a la coexistencia del hombre con los animales que actúan de reservorios”. Y explicó: “La capacidad de mutación de los patógenos hace viable que los microorganismos desarrollen factores de virulencia y salten de especie. Entonces se encuentran un virus con habilidades nuevas y un sistema inmunitario que no está preparado”.
Así las cosas, el experto cree que el patógeno que generará la próxima pandemia será el más resistente y más virulento (es decir, con mayor capacidad para producir una enfermedad), con una letalidad que no le haga perder sus opciones de supervivencia.
Con él coincidió Guillermo López Lluch, catedrático de Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide, quien añadió dos condiciones más que debieran darse: “Una pandemia global requiere un microorganismo que se disemine fácilmente y una gran movilidad”. Y en ese sentido, “un virus tiene más capacidad que una bacteria”.
Así lo había advertido el experto en pandemias de la Universidad John Hopkins hace tres años: “La amenaza más probable a nivel natural a la que se enfrentan los seres humanos es de un virus de ARN transmitido por las vías respiratorias, por lo que esta clase de microbios debe ser una prioridad para la prevención”.
Sin ninguna duda, el mundo cambió por esta pandemia, que produjo modificaciones que van a tener lugar por mucho tiempo. Para el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253) “la pandemia y el conocimiento de lo que pasó a nivel científico durante esta crisis demuestra que la teoría que tienen muchos en el mundo acerca de que el planeta entrará en una era pandémica es así”.
Según reza la hipótesis con la que el vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica coincide, “esta no es la última pandemia y la próxima va a ocurrir dentro de no mucho tiempo, el mundo entró en una era pandémica en la que el ser humano debe producir adaptaciones y modificaciones”.
Y explicó: “Entrar en la era pandémica significa que hay una serie de aceleradores para que esto ocurra: uno es la movilización del tránsito global aéreo, que se incrementó en los últimos años potencialmente; el segundo es que las personas que habitan el planeta tienen mejor acceso a alimentos, el alimento de mejor calidad proviene de las proteínas y las proteínas del mundo animal y vegetal, por lo tanto, el mundo animal genera mayor contacto con el humano; y el tercero es la deforestación”.
Para él, “las personas debieron adaptarse a algo muy dramático como es esta pandemia por COVID, pero lo más inquietante es que se tienen que adaptar a un nuevo mundo pandémico”.
López Lluch destacó que “el origen (de la próxima pandemia) puede estar en cualquier sitio”, y consideró: “Con el cambio climático se están multiplicando los vectores, como demuestran los últimos brotes del virus del Nilo o de otras enfermedades infecciosas”.
Martínez Manzanares sumó a su turno el riesgo que supone “exponer población y animales que no deberían estar juntos”, lo cual “favorece que los patógenos puedan saltar a los humanos”.
En este sentido, el microbiólogo respaldó la opinión de María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, quien advirtió de la peligrosa relación entre los virus y las presiones del ser humano sobre el medio ambiente: “Al reemplazar la selva por agricultura intensiva y contaminante, los animales que viven en esos lugares donde el hombre no había entrado sufren profundas transformaciones. Nos relacionamos con especies con las que no estábamos en contacto y que nos pueden transmitir enfermedades”.
Para Martínez Manzanares, estas son “situaciones que de forma natural no se darían”.
Acerca de cuál sería la mejor manera de estar preparados para la pandemia que viene, López Lluch consideró que la estrategia básica, tras la preventiva de evitar el contacto con los animales que sirvan de reservorio, es reforzar los sistemas de identificación de patógenos y nuevas enfermedades infecciosas, disponer de unos sistemas de salud preparados y con recursos suficientes y actuar con la mayor urgencia ante cualquier notificación, aunque esta no derive en una situación tan grave como la actual. “Prefiero que se equivoquen a que lo oculten”, aseguró.
Para mantener esas estrategias -para él- es imprescindible invertir en dos áreas interconectadas: ciencia y salud. “La primera es fundamental para reconocer la irrupción de un nuevo patógeno y desarrollar tanto vacunas como tratamientos. La segunda, para establecer estrategias de prevención e intervención”.
La médica y catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Castilla-La Mancha María Isabel Porras, advirtió que una de las claves en el COVID-19 y en las próximas epidemias es el “positivo papel de las medidas de aislamiento, cierres perimetrales y limitación del movimiento de la población, para disminuir el número de casos y aliviar la sobrecarga de los maltrechos sistemas sanitarios públicos, adelgazados por años de políticas neoliberales”.
En ese marco, señaló que una de las lecciones que hay que aprender para próximos episodios es cómo paliar los efectos de esas medidas entre los trabajadores y en la población de bajos recursos que, “debe elegir entre aislarse —no sin dificultad por las condiciones de su vivienda— e ir a trabajar para sobrevivir”.
Y si de desigualdades se trata, en este punto, la especialista consideró que “hay que replantear la estrategia de desarrollo de vacunas”. “Las cosas no están marchando adecuadamente. La producción y distribución se han constituido en un poderoso negocio, en una vía para lograr o mantener la hegemonía política y económica de los países”.