Amado por muchos y resistido por otros. Su música levantó vuelo y llegó al mundo.
Astor Piazzolla fue uno de los compositores más importantes de nuestra música. Criticado por la “vieja guardia del tango”, gracias a su talento logró transgredir el género y lo llevó hacia otros lugares.
Magnífico bandoneonista y genial compositor, lideró la renovación en la cultura tanguera de la época. Tanto como con el quinteto como el octeto, Piazzolla revolucionó a la música de su época y marcó el camino para otros artistas. A su vez, él estaba seguro de que el estudio académico era el único camino para lograr una verdadera transformación.
Como suele pasar en varias oportunidades, Astor aplica para la frase “Nadie es profeta en su tierra”. Reconocido en el extranjero más que en su país, el artista sintió que su máximo triunfo fue haber tocado con su orquesta en el Teatro Colón, en 1983.
“No estoy en contra del tango. Simplemente tengo mi posición de hacer una música diferente. En la Argentina todo se puede cambiar menos el tango. Cuando se me ocurrió fue como una revolución. Es como una religión o una secta. Se está dentro de un circulo donde no tiene sentido. A la mayoría no le gusta pensar y a la minoría sí. Tengo que arriesgarme y tener el coraje a decirlo. La cultura en mi país cayó mucho y mi deber es hacer cosas. Si voy a seguir como la mayoría piensa estaría en el mismo juego” analizó el músico en una entrevista con un medio mexicano.
Y agregó: “La juventud me quiere mucho en mi país. Es la gente que no le gusta lo viejo, lo repetido. Estoy en contra de todo lo que se repite. Es mucho mas fácil tocar ‘El choclo’ o “La cumparsita’, que se escribieron hace 40 años. Estamos en 1984 y no los puedo tocar. El lenguaje hoy es otro. Los jóvenes están con Michael Jackson o escucharon a los Beatles, pero siguen estando con Piazzolla”, agregó.
Dejó toda su pasión en cada nota. Su ímpetu fue arrollador. A pesar de todas las contras que había vivido, cuando su nieto “Pipi” Piazzolla le dijo que la facultad no era lo suyo, Astor no lo dudó un segundo: “Bien, pibe. Sé músico. Sé pobre, pero feliz”.
“Tengo una ilusión: que mi obra se escuche en el 2020. Y en el 3000 también. A veces estoy seguro, porque la música que hago es diferente. Porque en 1955 empezó a morir un tipo de tango para que naciera otro, y en la partida de nacimiento está mi Octeto Buenos Aires”, describió Piazzolla sobre uno de sus tantos proyectos.
El violinista Hugo Baralis, con quien se hizo amigo en Buenos Aires en 1939, le contó en una oportunidad que había faltado uno de los violinistas de Aníbal Troilo y él se ofreció para reemplazarlo. “Pichuco” le tomó una prueba al joven bandoneonista. “Ese traje no va, pibe. Buscate uno azul que debutás esta noche”, le respondió Troilo.
Piazzolla y su encuentro con Gardel: “Vas a llegar lejos pibe”
Astor Pantaleón Piazzolla -su nombre completo- nació en Mar del Plata, el 11 de marzo de 1921. Radicado en Nueva York desde muy chico -donde vivió entre 1925 y 1936- sintió la música desde que dio sus primeros pasos. Su padre impulsó su carrera al regalarle un bandoneón a los 8 años y arrancó con sus estudios bajo las enseñanzas del pianista húngaro Bela Wilda, quien le pasó toda a información de músicos clásicos como Bach.
En 1934, el papá de Astor se enteró que Carlos Gardel estaba en Nueva York y le regaló una guitarra tallada en madera al “Zorzal criollo”. El pequeño Piazzolla fue el encargado de entregársela en mano. “Lo fui a buscarlo a un hotel. En la puerta encontré a un hombre que llevaba dos botellas de leche. Yo hablaba muy mal español y le pedí por Gardel. Era Alberto Castellanos (músico y arreglador) que me dijo que se había olvidado las llaves de la habitación y que no podía entrar. Me pidió de entrar por el escape de incendio y despertar a Gardel. Yo me equivoqué y fui a llamar a Alfredo Lepera. Se despertó de mal humor y me dijo ese es Gardel. Me atendió de buena forma y se levantó a abrir la puerta”, contó Piazzolla en una entrevista.
Al cantante le cayó muy bien el joven bandoneonista. Le pidió una gran misión: llevarlo a conocer distintos puntos turísticos de Nueva York. El pequeño Astor fue un guía perfecta para el cantante. Como agradecimiento lo invitó a participar del rodaje de “El día que me quieras” en el papel de un canillita. Después participó de una reunión con algunos argentinos y uruguayos.
Como el piano estaba desafinado lo acompañé a Gardel con el bandoneón. Al terminar me dijo: “Tocás muy bien pibe. Vas a llegar lejos, pero para el tango pareces un gallego”, recordó el compositor.
La historia detrás de dos clásicos: “Adiós nonino” y “Balada para un loco”
La primera tiene una melodía única, melancólica, que el músico y compositor compuso en el año 1959, en homenaje a su padre, Vicente Piazzolla. Astor se encontraba de gira por Puerto Rico cuando recibió la noticia de la muerte de su papá.
Es la historia del amor de un hijo a un padre y del dolor que provocó su partida. Fue “Nonino” quien le abrió las puertas a la música.
“Balada para un loco” es otra de las canciones más reconocidas de Piazzolla. Nació del encuentro con Horacio Ferrer, encargado de ponerle letra a esa melodía. El músico y el escritor se juntaron varios días en el departamento que el músico tenía sobre Avenida del Libertador. Uno en el piano y el otro con la pluma y el papel le dieron forma a esa “locura”.
“Cuando escribí en 1965 ‘Romancero canyengue’, le mandé un ejemplar al maestro Piazzolla, otro al maestro Troilo y con sorpresa ellos enloquecieron con ese libro. Lo vieron como algo nuevo, el prólogo fue de Cátulo Castillo. Piazzolla me invitó a escribir con él, me dijo que teníamos que trabajar juntos. Eso fue el principio de ‘María de Buenos Aires’ que fue la primera obra que hicimos y se sigue presentando en todo el mundo”, recordó a La Viola Horacio Ferrer, quien murió en diciembre de 2014.
El tema se estrenó con la voz de Amelita Baltar en el Festival de Buenos Aires de la Canción y la Danza, que se realizó el 16 de noviembre de 1969, en el Luna Park. Obtuvo el segundo lugar, el primero fue para “Hasta el último tren” de Julio Ahumada y Julio Camilloni, y dividió las aguas entre los que la consideraban tango y los que no.
“Lo recuerdo como un momento inolvidable. Con el maestro Astor Piazzola íbamos caminando por Avenida Córdoba y me dijo: “Horacio, mañana andate a una imprenta y prepará una tarjeta que diga, “Horacio Ferrer poeta de Balada para un loco” que te va a servir para toda la vida”. Todavía no habíamos participado del Festival”, destacó Ferrer.