En su trabajo Actividad sexual y salarios , el economista Nick Drydakis, del Centro Científico de Estudios de la Discriminación de Atenas, Grecia, se propone corroborar la hipótesis de que la frecuencia con la que se tienen relaciones, al igual que otros indicadores de salud y de bienestar emocional, puede formar parte del set de herramientas de productividad con el que cuentan los agentes para maximizar sus salarios.

Drydakis tuvo que someter sus conclusiones a diversas pruebas de robustez estadística, dado que este tipo de vínculos suelen tener problemas de "heterogeneidad": es muy probable que quienes ganan más tengan más sexo (y que ambas cuestiones sean derivadas de otros fenómenos, como una mejor salud física y emocional) y que no haya una conexión causal entre ambos planos. Pero Drydakis pudo "limpiar" este inconveniente con diversos tests y halló una correlación positiva fuerte (más sexo equivale a más ingresos), que es más alto en la franja de 25 a 50 años. La conclusión se verifica tanto para heterosexuales como para homosexuales.

"La mayor parte de la literatura económica en temas laborales se focalizó en las últimas décadas en indicadores clásicos de capital humano -años de educación, capacitación, experiencia laboral- como determinantes de los ingresos", marca Drydakis, "pero hay cada vez más investigaciones que toman en cuenta indicadores menos visibles para explicar fenómenos de empleo".

Además de las relaciones sexuales que analizó el economista griego, hay trabajos que midieron el impacto en los salarios de la belleza, del peso de las personas, de su altura, de su condición matrimonial y hasta el impacto en ingresos de ser zurdo o diestro.

Por razones que los economistas de lo insólito están tratando de desentrañar, la gente de mayor altura, belleza y habilidad con la parte izquierda de su cuerpo gana salarios significativamente más elevados que los petisos, los menos agraciados físicamente y los diestros. Lo que sigue son algunos resultados obtenidos al respecto, para la Argentina y otros países:

Billetera persigue a galán: en la Argentina, un punto más de belleza (en una escala de 1 a 10) incrementa los salarios de las mujeres 3,6% (un año más de educación lo hace un 5 por ciento). El resultado surge de un estudio del economista Martín Tetaz, de la UNLP, quien halló una "alta correlación entre los niveles de apariencia física y el premium salarial". Y la relación es más estrecha en las profesiones en las que ser atractivo cuenta (áreas de venta, etcétera).

A la NBA: en los Estados Unidos, una pulgada extra de altura (equivalentes a 2,54 centímetros) implica ganar, en promedio, 1000 dólares más en salario por año. ¿La altura genera autoestima y eso lleva a tener mejores posiciones laborales? ¿O los demás ven a los altos con más posibilidades de liderazgo y eso termina convirtiéndolos en personas de mayores ingresos? La respuesta la dio el economista Nicola Persico, de la Universidad de Pennsylvania, quien advirtió que los hombres que eran bajitos en la secundaria y dieron más tarde el estirón tienden a ganar menos de lo que su altura final explicaría y, en cambio, aquellos que ya eran altos en la adolescencia obtienen salarios más elevados. Se impone entonces, para Persico, la hipótesis de que es la autoestima (y no tanto la visión de los demás) lo que cuenta al final del día.

Cuestión de peso: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 1000 millones de personas en el mundo padecen de sobrepeso y hay 300 millones de obesos. La cifra implica una carga de costos económicos cada vez mayor, para la sociedad y, especialmente, para quienes sufren la obesidad. El economista John Cawley estimó que, para mujeres blancas, un sobrepeso de 143 kilos cuesta un 7% de su salario. Visto de otra forma, para una mujer blanca obesa, perder 143 kilos equivale a poseer un año más de educación o tres años más de experiencia laboral, en términos de ingresos.

¿Para cuándo joven?: los estudios econométricos también son concluyentes en afirmar que las personas casadas ganan más que las solteras. Hal Varian, uno de los principales microeconomistas del mundo (en la actualidad es economista jefe de Google), divide los enfoques que existen al respecto en dos grandes ramas: los que sostienen que el hecho de estar casado eleva la productividad y, por lo tanto, deriva en mayores salarios y, por otro lado, los que afirman que ambos factores están simplemente correlacionados, pero que los mayores salarios no surgen gracias al matrimonio. En mayo de 2004, un estudio publicado en el American Economic Review llevó agua para el primer molino. Kate Antonovics y Robert Town, de las Universidades de California y Minnesota, respectivamente, publicaron ¿Todos los hombres que valen la pena están casados? Descubriendo la fuente de Premium salarial de los casados . Antonovics y Town tuvieron una idea original: partieron de una base estadística que siguió la vida de todos los gemelos idénticos (monocigóticos) nacidos en Minnesota entre 1936 y 1955. Como cada par de gemelos posee la misma carga genética, y además ambos fueron criados en contextos similares, deberían tener una productividad laboral parecida. Aislando variables que podrían provocar ruido, como los años de estudio, los economistas descubrieron que los gemelos que se casaron ganaban, en promedio, un 19% más que los solteros.

Por izquierda: esta relación es menos obvia. Guillermo Vilas, Diego Maradona o Lionel Messi pueden dar fe de la conclusión de un trabajo de Joseph Harrington, Robert Moffitt y Christopher Spiegelman: los zurdos ganan más que los diestros. El sesgo se profundiza entre los hombres con mayor educación. Una explicación tentativa: los zurdos usan más el hemisferio derecho que es el responsable del pensamiento creativo y además han debido sortear un mundo no preparado para ellos, con lo que han tenido un entrenamiento muy grande para adaptarse a condiciones adversas. Pero son sólo hipótesis.

Volviendo al tema del inicio de esta columna, ya está avisado: si quiere ganar más dinero, empiece por encargar unas buenas sábanas. Nada de leer Padre rico, padre pobre (Sexópata rico, virgen pobre, en todo caso). Ahora ya sabemos por qué Michael Douglas es millonario, y cuál es la razón por la que nos cuesta tanto llegar a fin de mes. Y por qué algunos economistas, con la explosión de hormonas primaveral, pasan la mayor parte de los días pensando en este tema, como diría Auster, "y el resto del tiempo, en nada más".