Ojo de cerradura
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01/01/2021 11:42 hs

Es argentino y chef del mejor restaurante de Mónaco que cerró por el rebrote de COVID-19: “El Estado me paga el sueldo”

Internacionales - 01/01/2021 11:42 hs
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Raúl Geneyro Bragagnolo (50) está confinado en su casa desde octubre y espera volver a trabajar a partir de febrero. La historia de un misionero que partió a Europa tras la crisis de 2001 y se convirtió en el cocinero de la realeza y las celebridades.

Su primera experiencia con la gastronomía fue más por necesidad que por convicción. Mientras estudiaba el profesorado de Educación Física en Posadas, Misiones, Raúl Geneyro Bragagnolo consiguió un trabajo de ayudante de cocina en una confitería para costearse la carrera. Allí se hizo muy amigo del dueño, que con el tiempo se convirtió en el primer chef gourmet de la ciudad y le enseñó todos sus secretos culinarios.

Y así empezó su fascinante historia, que lo llevó de tener su propio bar, a abandonar su tierra natal tras la crisis del 2001 para probar suerte en Europa, a perfeccionarse de lo que sería su nueva profesión y hasta codearse con ricos y famosos.

Partió a Italia en mayo de 2003 dejando en la ciudad de Virasoro, Corrientes, a su esposa y su hija de dos años. “No hablaba italiano, no tenía papeles y llegué con tan solo 40 dólares para instalarme con mi hermana que estaba en Florencia, donde había poco trabajo porque al ser la temporada de verano toda la gente se va al mar”, contó Geneyro Bragagnolo a Infobae, quien consiguió su primer empleo como cocinero en Viareggio, sobre la costa del Mar de Liguria, que queda a 260 kilómetros de Florencia.

Cansado de viajar cinco horas en tren para ir y volver de ese restaurante, el hombre decidió quedarse a dormir en la playa hasta que su empleador -de quien se hizo muy amigo- le ofreció un departamento. “Siempre digo que tuve suerte”, admitió el chef, quien 9 meses más tarde logró obtener la ciudadanía italiana gracias a una gestión del Consulado de Italia en Rosario.

“Preocupada por mi situación y la de mi hermana, que estábamos como ilegales, mi mamá le escribió al cónsul en Rosario para que la ayudara a agilizar los trámites y él, sin conocerla, le recibió todos los papeles y le dijo que la iba ayudar ”, recordó aun sorprendido Geneyro Bragagnolo. Y agregó: “Fue una ayuda que me mandó Dios, no hay otra explicación porque esas diligencias pueden tardar hasta 4 años”.

Con un lugar donde vivir y tras conseguir el pasaporte italiano, el chef volvió a la Argentina a buscar a su familia para instalarse definitivamente en Viareggio. “Sentí que había tocado el cielo con las manos”, contó emocionado al recordar sus inicios.

Como la buena racha lo seguía acompañando, no tuvo inconvenientes en conseguirle un trabajo a su esposa: “Mi jefe la tomó en el restaurante porque nos complementábamos bien. Ella se encargaba de la parte dulce y yo de la salada”. Y así, a puro sacrificio, llegaron mejores oportunidades laborales y dos años y medio después decidieron volver a Florencia.

“Trabajé en varios restaurantes y adquirí mucha experiencia. Me desempeñaba como segundo chef hasta que tuve la oportunidad de ingresar como chef a Pizzarito, cuyo dueño también tenía otro local en Mónaco”, señaló en alusión a que ese empleo resultó ser el trampolín de todo lo mejor que vendría después.

Diez días antes del Gran Premio de la Fórmula 1 en Mónaco, en 2008, su jefe le dijo que se había quedado sin chef y que necesitaba reemplazarlo de urgencia. “¿Vos te animás a manejar la cocina allá?”, le preguntó. Y Geneyro Bragagnolo no lo dudó a pesar de las exigencias que implicaba ese nuevo desafío.

“Imaginate que ese año habían llegado 250 directivos de Mercedes Benz de Alemania con el dueño de la empresa para comer ahí. Era un público exigente y había que elaborar un menú sofisticado durante cuatro días para estar a la altura de lo que ellos pretendían”, contó el chef.

Allí permaneció hasta 2010 ya que luego lo llamaron de Baires, el único restaurante argentino que hay en Mónaco, cuando supieron de su gran desempeño durante el evento: “Ahí es donde le hice de comer al príncipe Alberto, Lionel Messi, Javier Zanetti, Diego Milito, artistas internacionales, ricos y famosos”.

“La experiencia que tuve con el príncipe de Mónaco fue espectacular. Cae con sus guardaespaldas, me manda a llamar, voy a la mesa, lo saludo y me dice ‘yo quiero comer bien, vos haceme lo que quieras’. Le hice una provoleta bien al estilo argentina de entrada y un bife de chorizo relleno como plato principal”, recordó el chef, quien mechó la carne con jamón, queso, los tres morrones salteados, arvejas y panceta.

“A la mitad de la cena me manda a llamar y yo pensé que me había mandado alguna macana, pero por suerte no fue así. Me dice ‘¿no te ofendés si me llevo esta mitad a mi casa porque necesito ver un programa de TV y como está riquísima la quiero terminar?”, relató con orgullo. “Eso para mi fue espectacular. Que se lleve la mitad de la porción a su casa fue algo impensado y me demostró la humildad que tiene pidiendo que le envolviera la comida”, se sorprendió.


Pero la mejor experiencia la tuvo con Messi, a quien admira y tuvo el honor de prepararle unos crepes de acelga y queso cuando trabajaba en Avenue 31: “Estaba con su papá, que había ido a recibir el Premio Golden Foot a Mónaco antes del sorteo de la Champions League. Cuando me enteré que estaba en el restaurante me acerqué y le pedí una foto. Unos capos, dos personas con mucha humildad también”.

Actualmente, Bragagnolo trabaja en Bella Vitta, donde se luce con platos italianos y de cocina mediterránea. Pero el rebrote de COVID-19 en Europa hizo que todos los bares y restaurantes de Mónaco cerraran sus puertas desde octubre.

“Espero que podamos volver a abrir después de febrero y más con la expectativa que hay con la vacuna. Estoy sin trabajar desde hace 3 meses pero sigo cobrando igual porque el gobierno se hace cargo de todo. El Estado me paga el 70% del sueldo, soy un planero VIP”, bromeó Geneyro Bragagnolo mientras continúa confiado en su casa con su familia y a partir de las 20 horas ya no puede salir a la calle porque rige el toque de queda.

Según contó, en Mónaco ya está disponible la vacuna de Pfizer y en los próximos días arribará la Sputnik V. “Yo me voy a vacunar. No le tengo miedo a ninguna vacuna. Rusia tiene 30 premios Nobel, no tenemos que desconfiar tanto porque es una potencia del mundo. La gente acá no tiene tanto problemas con la vacuna rusa como en Argentina”, aseguró convencido de la decisión que tomó a pesar de tener 50 años y no pertenecer a ningún grupo de riesgo.

Mientras aguarda que todo vuelva a la normalidad y en medio de la nostalgia que le produce pasar las fiestas lejos de la Argentina, el chef no descarta regresar a sus pagos litoraleños. “Me gustaría tener mi propio restaurante pero acá eso es imposible. Necesitaría 3 millones de euros. Si llego a juntar esa plata, la pongo en un banco y vivo de renta”, especuló el misionero. Pero por ahora, sus planes de retiro son lejanos y solo apuesta a que la pandemia le vuelva a dar un respiro para retomar su profesión.

Con información de Infobae
 

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