En solo dos años se ha convertido en una de las actrices más populares del mundo. Así convive la madrileña, musa de maquillaje de YSL Beauty, con su meteórico éxito.
Se nota, como diría un estadounidense, que este no es su primer rodeo. Ester Expósito (Madrid, 2000) posa ante la cámara con una desenvoltura digna de una modelo de profesión, persiguiendo el objetivo con la misma determinación que su posición de referencia en la industria que todavía algunos tratan de discutirle. Aunque defiende que modelar es un proceso menos orgánico que el de recitar diálogos, atiende solícita y cumple resuelta las instrucciones dadas –pocas, lo pilla a la primera– por el fotógrafo. Imperturbable, parece, al cansancio de la jornada y a la altura de los tacones que calza. «Estoy acostumbrada», alega educada. Camina recta, con la frente alta y las manos entrelazadas en la espalda. En cada parón busca su móvil, una auténtica multinacional de contenidos virales, y teclea a una velocidad que impresionaría a cualquiera no perteneciente a la generación Z. Cuando es requerida de nuevo, vuelve a situarse delante de unas luces que no han parado de enfocarla durante toda la jornada. Ni durante los últimos dos años.
En ese breve lapso de tiempo, Expósito ha pasado de ser una completa desconocida a una de las actrices más populares en todo el mundo, como demostró la repercusión de su paso por la alfombra roja del pasado festival de Venecia. Sus atrevidos vestidos no dejaron indiferente a nadie, ni medios de comunicación ni redes sociales que se hacían eco de cada nueva aparición de la madrileña en el photocall veneciano, el primero pospandémico. Un torbellino vital –«tengo la sensación de que ha pasado mucho más tiempo», admite– que la ha situado como un referente para millones de jóvenes que se identifican entusiastas con su trayectoria, su actitud y su imagen. Una responsabilidad no buscada y cuya presión trata de relativizar aclarando que Instagram no deja de ser para ella una mera herramienta de trabajo y de expresión. «Soy consciente de que las redes sociales no son la vida real y no lo van a ser nunca. No puedo pretender que todo lo que soy se vea en unas simples fotos, sería una esclavitud insoportable. Detrás hay mucho más, mejor y peor».
Empezó en los platós de la ficción adolescente de Netflix Élite y ha vivido este 2020 el año de su gran explosión como actriz, corroborado por el estreno de las series Veneno y Alguien tiene que morir. Su predicamento mediático no ha escapado a la atención de firmas como Yves Saint Laurent Beauty, que la nombró embajadora de la marca. La madrileña siente predilección por las bellezas de Charlize Theron o Nicole Kidman, magnéticas, misteriosas e inteligentes; sirviéndose del maquillaje como forma de conexión y creatividad. «Es un mundo en el que me siento cómoda y puedo explorar. Después de rechazar muchas cosas, cuando me llegó su propuesta supe que era lo que había estado esperando», afirma una intérprete que, aunque no sigue ninguna rutina de belleza en especial, remarca la importancia de limpiar la piel a fondo, mantra de toda una generación de jóvenes que tienen la lección aprendida.
Expósito se muestra selectiva con las actrices que referencia, los productos que publicita, las entrevistas que ofrece y los guiones que acepta. También con las imágenes que sube al abarrotado escaparate de su cuenta de Instagram, que con 26 millones de followers la convierten en la mujer española más seguida. Una cifra espectacular que palidece ante las reproducciones de algunos de sus vídeos, que han llegado a superar los 80 millones. Aunque el balance profesional de este curso en su caso no acepta lamentos, admite no escapar al contexto trágico que ha empañado los últimos meses. «He sufrido la ansiedad lógica de estos momentos… y ahora siento agobio e impotencia por la gente que está tratando de sobrevivir de una manera digna, por no saber cuándo va a terminar esto».
Con el final de su participación en Élite, germen de un éxito radical e instantáneo, pero culpable también de «momentos difíciles y bajones emocionales», la madrileña se encuentra ahora en un cruce de caminos. A los 20 años tiene que volver a tirar la puerta abajo, integrándose en una industria nacional en la que, reconoce, se ha sentido prejuzgada. «Siempre pasa con las nuevas generaciones y me da pena porque ellos también fueron jóvenes en su momento. Es producto del egocentrismo, del olvido o de querer pagar tus vivencias con los que llegan. Me esforzaré por no ser así nunca», manifiesta, luciendo un discurso reflexivo sin titubeos.
La obsesión por ella ha convertido su nombre y apellido en el cebo más recurrente de medios digitales de todo cuño, conscientes de que cualquier actualización, por nimia que sea, garantiza un aumento súbito del tráfico. Adjetivos como «explosiva» o «ardiente» se repiten en los titulares, dando argumentos a una veinteañera que confirma haberse sentido «absolutamente cosificada, como un trozo de carne» por buena parte de la prensa. Ante tal escrutinio, Expósito sostiene haber encontrado una segunda vida en el feminismo –»me ha abierto los ojos y me ha hecho sentir muy fuerte»–, desacreditando las tesis que consideran incompatible ser abanderada de los derechos de las mujeres y posar en bikini en una red social. «¡Es ridículo! El feminismo lucha para que una tía pueda subir una foto como le dé la mismísima gana y nadie tenga nada que añadir al respecto. A muchos hombres les da miedo, pero se sentirían más liberados si dejaran atrás el lastre del heteropatriarcado. Es imposible vivir en esa jaula».
La defensa férrea de sus ideales, su trayectoria y su oficio, que no es ni Instagram ni las portadas de las revistas, sino la interpretación, destilan un compromiso digno de una intérprete con una trayectoria muy amplia. Las palabras parecen hacer honor a una de las sentencias más recordadas de Yves Saint Laurent, esa que decía que «el maquillaje más favorecedor para la mujer es la pasión, pero los cosméticos son más fáciles de comprar». Expósito ratifica la reflexión: «Cuando mostramos una actitud apasionada, ilusión y determinación, somos más atractivos ante los demás». Quizá sea ese el secreto que hace que cada uno de sus movimientos atraiga la atención de tantos millones de personas, ya sea en forma de espectadores o de seguidores. Un hito de popularidad que, repite una vez más, lividece comparado con la que considera la mayor fortuna de todas: «Poder ser actriz con solo 20 años».