La Universidad Nacional de Córdoba compró un software que filma al estudiante durante toda la evaluación en busca de señales de "trampa". Algunas facultades, agrupaciones estudiantiles y docentes lo consideran una invasión a la privacidad
Con las fechas de los exámenes finales en el horizonte, las universidades ya definen sus modalidades de evaluación. Orales por videoconferencia, trabajos monográficos y hasta pruebas cronometradas son algunas de las opciones que barajan ante la imposibilidad de concurrir a las aulas. En ese contexto, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) apostó por una herramienta diferente y provocó un fuerte revuelo interno.
La UNC habilitó a sus facultades la opción de utilizar un software llamado Respondus para la evaluación. Por un lado, el programa inhibe la navegación por internet mientras se rinde el examen. El alumno solo puede contestar la prueba y el resto de las opciones informáticas se bloquean hasta que la entregue. Por otro lado, filma al estudiante durante toda la evaluación y capta, a través de reconocimiento facial, posibles señales de “trampa”.
La universidad compró la licencia por un año a un valor de 17.545 dólares, lo que a la cotización oficial da poco menos de 1.3 millones de pesos. Hasta el momento, solo las facultades de Ciencias Exactas y Económicas utilizarán el programa. Del otro lado, varias unidades académicas, agrupaciones de docentes y estudiantes expresaron su rechazo. Desde su mirada, implica una intromisión en la privacidad de los alumnos y profundiza las desigualdades entre quienes disponen de los recursos tecnológicos y quienes no.
Jorge Finochietto, secretario de educación virtual de la Facultad de Ciencias Exactas, fue una de las autoridades que participó en la búsqueda de soluciones para las evaluaciones a distancia. “Tiene que quedar claro que este software es solo una opción para evaluar. También habilitamos la posibilidad de coloquios o aulas virtuales. Nadie está obligando a los estudiantes a rendir de esta forma. Si no pueden por una cuestión tecnológica o porque se sienten incómodos, buscaremos otra alternativa”, aclaró.
Antes de la compra, se discutió el asunto en una comisión encargada de tratar las distintas demandas educativas que trajo la pandemia. “En los parciales empezamos a notar algunos casos de actitudes deshonestas de los estudiantes. Analizamos distintas experiencias en universidades europeas y acordamos avanzar en el diálogo con las empresas proveedoras de estos servicios, que son varias pero ninguna es local. Nos decantamos por la opción que nos permitía hacer un testeo gratuito, que al mismo tiempo era la más barata. La decisión surgió del diálogo entre todas las unidades académicas. Por eso nos llama la atención la repercusión que tuvo”, planteó Finochietto.
Ni bien se conoció la resolución de la universidad, se desató la controversia. Distintas voces se alzaron para repudiar la incorporación de la herramienta. Quizás el comunicado más duro fue el que emitieron los docentes de la Facultad de Ciencias Sociales.
“Entendemos que este sistema avanza contra los derechos de intimidad y privacidad de las/os estudiantes, profundiza las desigualdades, deteriora el vínculo pedagógico colocando al docente en el lugar de control policial, y además no es eficiente en relación a la tarea que se propone cumplir, ya que es posible que un estudiante ‘haga trampa’ usando esta aplicación”, aseguran.
El otro cuestionamiento de los profesores es por el destino de la información generada en los exámenes. El sistema filma al alumno durante toda la sesión y luego los datos van a parar a la nube de Amazon. “Se podría acceder a las credenciales de inicio del estudiante, datos personales y a archivos y contraseñas de su computadora, poniendo en riesgo la protección de los datos ”, consideran.
La universidad es la segunda más grande del país. Tiene más de 120 mil alumnos, por lo cual el registro de la información puede ser sensible. Sus autoridades, sin embargo, aseguran que los datos solo serán usados por el docente y que al tiempo se eliminarán. Los profesores, cuando corrijan los exámenes, podrán revisar las distintas alertas que arrojó el sistema después de acceder a las cámaras webs de los alumnos. Cada vez que Respondus identifica más de un rostro o advierte que el alumno se levantó de la silla, se convierte en una señal de riesgo de “fraude”. También mide los tiempos de cada respuesta con el objetivo de detectar secuencias fuera de lo normal.
En Exactas hicieron una prueba piloto con el software durante dos meses. Lo testearon en distintos parciales. Uno de ellos fue el que tomó Finochietto en su cátedra, que reúne mil estudiantes. Según dijo, solo 61 de ellos manifestaron dificultades o inquietudes. Casi todos los comentarios fueron sobre la cámara web: algunos alumnos con computadoras de escritorio señalaron no tener una y, ante eso, se abrió la posibilidad de que se filmen con el celular.
“Los estudiantes en general no tienen ningún problema. La herramienta busca recrear el ambiente seguro de un examen, con las mismas condiciones que tiene un aula. Es decir, impedir que salgan del examen y evitar la comunicación con terceros. Con plataformas de videoconferencia nos dimos cuenta de que era mucho más invasivo. 50 estudiantes o más mostrando su intimidad a todos sus compañeros. Acá solo lo puede ver el docente”, indicó el profesor.
El software de la UNC es un componente extra de un debate que crece en educación, respecto a la incorporación o no de tecnologías invasivas. La pandemia aceleró los avances en la materia y obligó a repensar alternativas ante un hecho inédito: la imposibilidad de aulas abiertas. El análisis, de vuelta, se posará en términos de costos-beneficios: si esos riesgos de intromisión en la privacidad son menos significativos que las aparentes ventajas educativas que provocan.