A los 11 años de edad, Martha Masonse enfermó de poliomelitis durante la epidemia que mató a miles de niños en los años cuarenta, y tuvo que ser introducida en un ventilador de presión negativa (o pulmón de acero), un aparato metálico enorme de respiración asistida del que solo asoma la cabeza del paciente.
Los médicos no le daban más de un año de vida, pero el tiempo fue pasando y Martha seguía estable. Desde su refugio de metal pudo terminar sus estudios y trabajar en el diario local, además de escribir un libro. Falleció en mayo de 2009.
Inventados en los Estados Unidos en 1928, los pulmones de acero fueron uno de los primeros equipos de protección vital. Consisten en una cámara hermética conectada a una bomba de aire. La máquina fue diseñada originalmente para ayudar a las víctimas de la inhalación de gas. Más tarde, se hicieron famosos por mantener con vida a los pacientes de polio. En los casos graves de la enfermedad se paralizan los músculos respiratorios, por lo que el pulmón de acero “respira” por los pacientes.
Quizá lo más extravagante del caso de Martha es que ese tipo de máquinas dejaron de fabricarse en los años setenta para dejar paso a sistemas portátiles, más prácticos y eficientes. Pero Martha no quiso someterse a entubación o cirugía y aguantó con su enorme lata de aire hasta el día de su muerte, con 72 años de edad.
Vivir 61 años dentro de un pulmón de acero, no le impidió a Martha estudiar, graduarse con honores, escribir libros y "ser suficientemente feliz", según sus propias y ejemplares palabras.