La ex canciller argentina vive en España e integra una alianza de líderes mundiales que promueven un acuerdo global para que el acceso a la vacuna del coronavirus sea gratuita.
La crisis del coronavirus encontró un mundo desunido y desorganizado. Pero no es solo la pandemia a la que se enfrenta el mundo sino las que pueden venir. En medio del declive del poder de los organismos internacionales, Susana Malcorra emerge como una líder argentina que promueve la coordinación y una alianza para que la vacuna pueda ser un punto de solución a la crisis y no una aguja que profundice la discordia y la desigualdad.
Le preocupa la falta de consulta entre los países de América Latina en relación a la pandemia, en épocas de declive de la diplomacia, y la referencia de los organismos internacionales. Dice que el gobierno brasileño subestimó el problema y el coronavirus está fuera de control. Y recalca que el virus no distingue clases sociales. Pero que en Argentina ingresó a través de los sectores más privilegiados y después castigó más a los sectores vulnerables.
Susana Malcorra es decana de la IE School of Global and Public Affair y fue Canciller de la Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri del 2015 al 2017. En una entrevista con Infobae destacó la importancia de un acuerdo global para cuando llegue la vacuna.
La ex Canciller argentina vive en España y se opone a la calificación de “infectadura” que hicieron algunos/as referentes culturales y ex funcionarios macristas sobre la cuarentena argentina. Ella también alerta que se debería consolidar una Organización Mundial de la Salud (OMS) superadora de la actual y que la salida de Estados Unidos de la OMS genera un debilitamiento del sistema de salud mundial para poder enfrentar futuras pandemias.
Malcorra alerta que la crisis actual va a generar menos acceso a la educación de las niñas, más trabajo no remunerado para las mujeres y va a licuar los avances e incrementar la brecha de género. Pero fundamentalmente, integra la carta abierta “Unidos por una vacuna universal contra el COVID-19” que promueve la organización Oxfam.
La ex funcionaria no tuvo tregua en el confinamiento. Ni pan, ni yoga, ni lectura. Se dedicó al teletrabajo. Vio la serie Fauda y lo que más le costó del encierro fue “lo invasivo del teletrabajo, estar conectada todo el tiempo, equilibrando el trabajo de la casa y el darme un tiempo para pensar, en un ambiente que se vuelve, de momentos, sofocante”.
—¿Qué diferencia ve entre el impacto del coronavirus en Asia y América Latina?
—El impacto del COVID-19, desde el punto de vista sanitario, es equivalente. Lo que difieren son las formas de reacción, las medidas que se toman, la velocidad y el contexto en que se toman. En Asia, en general, están más acostumbrados a tener focos de este tipo por lo que la preparación y rapidez de reacción de muchos países fue temprana (Singapur, Taiwán y Corea del Sur), con protocolos más claros y con una obediencia muy importante de la ciudadanía. Siempre queda el signo de pregunta de qué pasó en China en el momento inicial.
—¿Cómo ve la reacción europea ante la pandemia?
—Europa tuvo respuestas muy variadas según los países y, en términos generales, con decisiones tomadas con cierto retraso.
—Ahora el foco está en América Latina pero no hay una estrategia única sino decisiones muy diferentes. ¿Cómo analiza esta falta de consenso?
—En Latinoamérica hay una enorme variedad de fórmulas para responder a la pandemia y, como estamos viendo, con resultados muy disímiles. El hilo común -y muy preocupante- es la falta de coordinación y consulta entre los países tanto a nivel subregional, regional o global.
—¿Qué diferencias ve entre el manejo de la crisis en Brasil y Argentina? ¿Es importante generar consensos de evitar muertes evitables más allá de diferencias ideológicas o estratégicas?
—Las diferencias son evidentes. En Argentina se tomaron medidas de confinamiento y control muy tempranas que posibilitaron control el crecimiento de la curva de contagios. En Brasil el gobierno subestimó la dimensión del problema y la aceleración de contagios está esencialmente fuera de control.
—¿Qué es importante valorizar en el manejo de decisiones en medio de una crisis mundial?
—En momentos de crisis como ésta es muy importante encontrar puntos de consensos básicos que contribuyan a disminuir la crispación y a generar un ambiente de confianza ante los temores que el virus genera. El manejo de la crisis requiere de proceso de toma de decisiones rápidos que, si bien deben dar espacio a consultas a distintos colectivos, no pueden perder el foco del impacto necesario en el corto plazo.
—¿Cuál es la diferencia entre el ingreso al virus en América Latina, en mayor medida, entre quienes venían del exterior y la consolidación del virus en barrios populares de Argentina, Chile y Brasil?
—Este virus no respeta barreras sociales o económicas. Efectivamente hemos visto que los primeros casos en la región fueron “importados” a través de gente que viajaba por negocios o de vacaciones. De alguna manera, podríamos hablar de un grupo privilegiado que se vio expuesto en el exterior. Una vez que el virus se localiza, en términos generales, los grupos más vulnerables se ven más impactados. Esto ocurre no sólo en los barrios populares de nuestros países, las estadísticas muestran que esto también es así en otros sitios, Nueva York es un buen ejemplo de esta realidad. Hablamos de gente que tiene más necesidad de exponerse saliendo a trabajar por su propia subsistencia, que usa transporte público y que tiene menos posibilidades de cumplir con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para protegerse.
—¿Qué diferencias hay cuando el virus se expande entre sectores privilegiados y/o vulnerables?
—Por sus características, estos grupos vulnerables requieren de una atención especial y deben ser considerados en todo lo que hace a la forma del manejo de la pandemia (condiciones de aislamiento, por ejemplo) así como la forma de desescalamiento.
—¿Cómo puede impactar al mundo la salida de Estados Unidos de la OMS? ¿Es una crisis del sistema internacional creado en la post guerra o es una situación puntual y con una posibilidad de resolución?
—La salida de Estados Unidos de la OMS es algo muy serio y delicado. Si algo nos deja esta pandemia es la necesidad de tener un esquema de gobernanza y coordinación más fuerte, una OMS reforzada y superadora de la que tenemos hasta hoy. Su debilitación institucional sólo expone al mundo a mayores riesgos de no tener los sistemas de alerta temprana y los mecanismos de control que son fundamentales.
—En la Argentina una serie de intelectuales y ex funcionarios catalogaron de “infectadura” el aislamiento social, preventivo y obligatorio dictado por el gobierno. ¿Concuerda? ¿Cómo evalúa las diferencias en muertos e infectados de Argentina en relación a otros países de la región?
—Creo que hay que ser muy cuidados en la valoración de la situación y no subestimar la dimensión del problema. El uso de apelativos que tienen un sesgo de desprecio por el virus y sus implicancias, incluyendo la pérdida de muchas vidas en todo el mundo, no me parece conducente. Estando lejos del país no tengo la sensibilidad del impacto del día a día de las medidas adoptadas, pero la seriedad del coronavirus (tomando como referencia las pérdidas provocadas en otros países en donde los sistemas de salud se suponen muy sólidos) requiere de decisiones firmes.
Es cierto que, con el paso del tiempo, se acentúa la tensión entre las consecuencias del confinamiento y el logro de haber controlado la réplica por estar confinados y se genera esa supuesta dicotomía entre privilegiar la salud o la economía.
—¿Qué puede pasar con la llegada del invierno en Argentina?
—En el hemisferio sur se entra ahora en el invierno que, según todos los indicadores, acentúa los riesgos de propagación. Esta combinación de factores hace muy complejo el calibrar el proceso de desescalamiento. Es fundamental poder testear, hacer un control de nuevos casos y el seguimiento detallado de todos los contactos.
—¿Cómo es el impacto específico en las mujeres por el coronavirus?
—Hay varios ángulos en los que las mujeres se ven especialmente afectadas. Por ejemplo, hay un crecimiento de la violencia doméstica con cifras importantes en todo el mundo. El confinamiento obligado es un gran riesgo. Dentro del sector sanitario, especialmente expuesto al virus, hay una gran participación de mujeres.
-¿Cómo va a afectar a las mujeres la crisis económica mundial? ¿Se van a acentuar las brechas de género?
-Una de las consecuencias del virus es una crisis económica de extrema gravedad. Siempre que se producen estas disrupcione, se acentúan las brechas, se amplían las inequidades y se licuan los avances sociales. No me cabe dudas que todo esto tendrá un impacto particularmente negativo en la brecha de género con la educación de las niñas, el acceso a la salud, el desempleo o el subempleo y el incremento de trabajo no remunerado.
—¿Qué dimensión va a tener la crisis de la post pandemia?
—Ha quedado demostrado el impacto que la pandemia está teniendo en todo el mundo y que es una crisis que va mucho más allá de lo sanitario, con implicancias económicas, sociales y políticas de envergadura. Lo que puede dejar el COVID es muy difícil de dimensionar.
—¿Cuál es la propuesta para que la vacuna se universalice?
—La única manera de ponerle freno completo es a través de la vacuna y esta vacuna (dada la universalidad del virus) tiene que ser de acceso equitativo y amplio. No se lograrán detener las consecuencias hasta que toda la población del mundo este inmunizada. El costo de no frenar la pandemia supera ampliamente al de dar acceso a la vacuna.
—¿Cuál es la propuesta que realizan en una alianza mundial junto a Oxfam?
—Convocamos a los gobiernos de los países que participan de este desarrollo a que redoblen los esfuerzos de colaboración en la búsqueda de esa vacuna; que los tratamiento, tests y vacunas sean libres de patentes, de producción masiva, se distribuyan de manera equitativa y que todas las personas tengan acceso gratuito.
—¿La propuesta implica un impuesto o confiscación de las ganancias de los laboratorios o solo que no ganen por un tiempo limitado con esta vacuna para poder democratizar la acción contra el coronavirus?
—Este pedido no es confiscatorio porque entendemos que habría que reconocer a los laboratorios la inversión realizada para lograr la vacuna. Este reconocimiento debiera ser hecho por parte de los gobiernos de países centrales que están asignando significativos recursos a los efectos de la pandemia.
—¿En este caso la pandemia no puede manejarse exclusivamente con las reglas del mercado?
—Abogamos para que no haya un modelo de distribución que siga las reglas comerciales habituales para que no se dilate la neutralización del COVID-19.
—¿Qué podría pasar en un escenario con democratización de la vacuna y en otro con la vacuna como un producto más de mercado?
—Un escenario de acceso restringido a la vacuna acentuará la diferencia entre los que pueden y los que no pueden y acentuará la brecha. Pero, lo que es más serio, prolongará la incertidumbre y las consecuencias económicas sociales y políticas que el virus conlleva mientras no se logre controlar.
—¿Este antecedente puede marcar un punto en común para futuras pandemias?
En primer lugar, el COVID-19 ha demostrado que lo que la OMS venía alertando en los últimos años es una realidad: el riesgo de pandemias existe, tenemos que prepararnos y tenemos que invertir en ello. Una vez que reconocemos esta realidad y sus implicancias, tenemos que pensar cómo afrontarla para minimizar sus consecuencias. Lo que hagamos en este momento, generará un precedente significativo para el futuro.