El origen del séptimo coronavirus que afecta a los seres humanos -y cuyas consecuencias recién se transitan- tiene varios ingredientes así: un misterio, un villano, teorías falsas, falsos culpables, evidencias, personajes célebres que se equivocan y un resultado final muy probable.
Hacia fines del año pasado se detectaron neumonías atípicas en personas que frecuentaban el mercado de animales vivos de Wuhan, en China. Por la experiencia de otras enfermedades similares, sobre todo el primer SARS de 2003, el sistema de salud asiático estaba en alerta y con relativa rapidez pudo advertir que se trataba de otro virus, primero llamado 2019 nCoV y finalmente bautizado SARS-CoV2 cuando se lo pudo emparentar con los previos. Ahí se encendieron todas las alarmas y, a medida que iba generando cada vez más infecciones en el mundo, puso virtualmente a todos los científicos de áreas pertinentes a trabajar en este coronavirus que sucedió al SARS y al MERS.
El 7 de enero se lo identificó y el 10 enero se secuenció su genoma completo. Sin embargo, es probable que el primer caso en humanos no haya sido en ese mercado. "El más antiguo confirmado es del 1 de diciembre y no tiene nexo con el mercado, no había estado ahí", explicó Carolina Torres, investigadora del Instituto de Investigaciones en Bacteriología y Virología Molecular de la Facultad de Farmacia y Bioquímica-UBA - Conicet. "Sí es seguro que el mercado fue una fuente de diseminación muy grande, pero pudo no haber ocurrido allí, son hipótesis que aún se investigan en China", agregó. Es más, según Torres, ese salto podría haberse dado tan temprano como octubre o noviembre en personas con pocos o ningún síntoma. ¿Eso indica que el salto inter-especies pudo no haberse dado en China, dada la evidencia de algunos casos tempranos en Estados Unidos y Europa? "Es muy difícil de responder, pero por los genomas que hay en las bases de datos, todos los números los tiene China", sostuvo Torres.
El 13 de enero se produjo el primer caso en una persona fuera del territorio chino, en Tailandia. Ahí comenzaría el reguero.
Pangolín o no pangolín
Segunda conclusión: El SARS-CoV2 pasó del murciélago al ser humano, con o sin paso intermedio en otro mamífero.
Los coronavirus anteriores habían pasado desde los murciélagos por un huésped intermedio, como civetas o dromedarios, antes de pegar en la humanidad.
En el caso del actual coronavirus se pensó que podía ser el pangolín, un mamífero extraño y con cierta forma similar al tatú o peludo sudamericano. Pero nuevas investigaciones dicen que quizá el salto fue directo del murciélago.
Daniel Pérez, investigador argentino de la Universidad de Georgia de Estados Unidos, indicó: "Quizás el origen del virus no lo sepamos con exactitud, pero podemos descartar totalmente al pangolín como huésped intermediario". Y agregó: "El salto pudo haber sido directamente de un murciélago a humanos, es decir, el ser humano como su propio huésped intermediario. Sin embargo, no podemos descartar completamente un huésped intermedio que no hemos podido identificar todavía".
Lo cierto es que aún no se ha dado con un coronavirus en animales que sea suficientemente similar genéticamente como para considerarlo un ancestro directo del SARS-CoV2. "El más cercano tiene 96,1% de identidad", precisó Torres, lo que demuestra que hay pasos intermedios que faltan conocer.
No fue en laboratorio, pero pudo haber sido
Tercera conclusión: Que sea un virus "natural" genera inquietud por la incertidumbre que la naturaleza todavía le depara al ser humano.
El 17 de marzo se publicó un trabajo en la revista Nature Medicine en el que se analizaba si podía tratarse de un virus de laboratorio. La conclusión de Kristian Andersen, biólogo computacional del Instituto de Investigaciones Scripps, y sus colegas -tras un análisis detallado y técnico- decía que "hay evidencia fuerte de que el SARS-CoV2 no es producto de una manipulación" y que "es improbable" que se haya originado en un laboratorio. Desde entonces, es el trabajo que más se cita y que fue corroborado por otros virólogos y biólogos moleculares alrededor del mundo. "En el genoma no hay ninguna huella de que haya pasado por laboratorio. Cuando un virus crece en laboratorio, hay marcadores que se pueden ubicar", explicó Torres.
Santiago Werbajh es investigador del Instituto Milstein-Fundación Pablo Cassará y miembro del equipo que creó el NeoKit Covid-19. Para generar el test tuvo que analizar con detenimiento el coronavirus y no encontró nada que le hiciera sospechar de un artificio: "Es la naturaleza propia de los virus, cambian todo el tiempo y se adaptan a nuevas células", señaló.
El debate, no obstante, con innegables componentes geopolíticos, se hizo complejo y se instaló más en el territorio de la disputa mediática que en los laboratorios.
Para colmo, uno de los descubridores del VIH-sida, el francés Luc Montagnier, mencionó en una entrevista televisiva que el virus se escapó de un laboratorio de China en el proceso de preparación de una vacuna contra el propio sida y que por eso contiene genes del VIH. Pero la comunidad científica no encontró evidencias de que lo dicho fuera correcto. Alberto Kornblihtt -director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne, Conicet, UBA)- también revisó la estructura del SARS-CoV-2 y no detectó ningún fragmento proveniente del VIH. "A nivel de secuencia de aminoácidos codificada por ciertos trechos cortos de secuencia de bases hay algunas seguidillas de aminoácidos presentes en proteínas de VIH como así también en otros virus con envoltura. Son secuencias comunes a muchos de estos virus. Este análisis lo hicieron varios grupos y llegaron a la misma conclusión: Montagnier genera un temor infundado", dijo Kornblihtt, para quien este es un buen ejemplo de cómo en ciencia no se sigue el principio de autoridad y las afirmaciones no dependen de quién las haga, por más que sea Premio Nobel, como en este caso.
También para José Antonio López, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Virus. Ni vivos ni muertos, está claro que el SARS-CoV-2 saltó desde animales a humanos. "Concretamente desde un murciélago -seguramente el virus se llamaba RaTG13- hasta otro mamífero X, a día de hoy desconocido. Desde ahí, al humano. Está ya demostrado. Hay varios artículos que así lo explican: el virus no fue ni creado ni es un escape de ningún laboratorio", afirmó. ¿Por qué, entonces, las dudas? Según López, la respuesta radica en la "ignorancia". "Siempre funcionan el morbo, las intrigas...y lo negativo se hace siempre más viral que lo natural, que lo ortodoxo. Somos una especie donde cada individuo es un conspiranoico en potencia", opinó. Carolina Carrillo, también investigadora del Conicet y desarrolladora del Neokit Covid-19, coincidió: "Entiendo los temores a la posibilidad de conspiraciones biológicas porque la humanidad se maneja de modo detestable y la ética humana es flaca. Entiendo que podría pasar, pero no parece que sea el caso".
Esta historia de la ciencia seguirá escribiéndose, queda mucho aún por descubrir...