La respuesta de si son transmisores o no es clave para la decisión de cuándo reabrir las escuelas. Una de las preguntas más importantes sin respuesta sobre el coronavirus es esta: ¿qué rol cumplen los niños en la persistencia de la pandemia?
Son menos los chicos que se contagian el virus que los adultos, y la mayoría de ellos además presentan pocos o ningún síntoma de la enfermedad. Pero, ¿le pasan el virus a los adultos, continuando de ese modo la cadena de contagio?
La respuesta es clave para decidir si se reabren y cuándo las escuelas, un paso que el presidente Donald Trump está presionando a los gobernadores para que lo evalúen antes del verano boreal.
Dos nuevos estudios ofrecen evidencia convincente de que los chicos pueden transmitir el virus . No lo demuestran de manera definitiva, pero suman evidencia lo suficientemente contundente como para indicar que, por el momento, las escuelas deberían seguir cerradas, según afirman muchos epidemiólogos independientes que no participaron de la investigación pero que sí estudiaron esos informes.
Más allá de Estados Unidos, muchos otros países, como Israel, Finlandia, Francia, Alemania, los Países Bajos y el Reino Unido ya han reabierto sus escuelas o están considerando hacerlo en las próximas semanas.
En algunos de esos países, el índice de transmisión comunitaria del virus es los suficientemente baja como para correr ese riesgo. Pero tras leer los nuevos estudios, los epidemiólogos advierten que en otros países, como Estados Unidos, reabrir las escuelas puede hacer que se dispare a niveles peligrosos el índice de contagio conocido como R0, o sea la cantidad de personas a las que contagia cada infectado.
En uno de esos estudios, publicado la semana pasada en la revista Science , los investigadores analizaron los datos de dos ciudades de China -Wuhan, donde apareció el virus por primera vez, y Shanghai-, y descubrieron que los niños, en comparación con los adultos, eran un 30 por ciento susceptibles a contraer el virus. Pero también hallaron que cuando las escuelas están abiertas, los chicos tienen tres veces más contacto con otras personas que los adultos en situaciones normales, y por lo tanto el triple de oportunidades de contagiarse, lo que en definitiva equiparaba la ecuación de riesgo.
En base a esos datos, los investigadores estimaron que cerrar las escuelas no era una medida suficiente en sí mismas para cortar el brote, pero que podía reducir su aumento entre un 40 y un 60 por ciento, y desacelerar el ritmo de la epidemia.
"Mis modelos de simulación muestran efectivamente eso, que si reabrimos las escuelas veremos un gran incremento del R0, que es precisamente lo que hay que evitar", dice Marco Ajelli, epidemiólogo matemático que lideró ese estudio desde la Fundación Bruno Kessler, en Trento, Italia.
Estudios preliminares
El segundo estudio, de un grupo de investigadores de Alemania, fue más directo. El equipo testeó a niños y adultos y descubrió que los chicos que dan positivo tienen en su cuerpo la misma carga viral que los adultos -a veces incluso más- y que, por lo tanto, podemos asumir que son tan contagiosos como los adultos.
"¿Alguno de estos estudios es definitivo? Por supuesto que no", dice Jeffrey Shaman, epidemiólogo de la Universidad de Columbia, que no participó de ninguna de las dos investigaciones. "Pero reabrir las escuelas en base a la nunca investigada noción de que los chicos son ajenos al problema sería realmente una locura."
El estudio alemán fue liderado por Christian Drosten, un virólogo que dirige un gran laboratorio en Berlín, donde han procesado más de 60.000 testeos de coronavirus. En consonancia con otros estudios, Drosten y sus colegas encontraron muchos más adultos infectados que niños.
El equipo también analizó a un grupo de 47 niños infectados de entre 1 y 11 años de edad. De esos 47 niños, 15 tenían enfermedades previas o habían requerido hospitalización, pero el resto casi no había manifestado síntomas. Y ahí aparece el dato relevante: los chicos asintomáticos tenían una carga viral igual o incluso mayor que los niños y los adultos con síntomas.
"Dentro de ese universo de chicos, hay unos pocos que tienen concentraciones virales astronómicamente altas", dice Drosten.
En el estudio realizado en China, los investigadores crearon una matriz de contactos de 636 personas en Wuhan y 557 personas en Shanghai. Llamaron a cada una de esas personas y les pidieron que hicieran memoria de todas y cada una de las personas con las que habían tenido contacto el día anterior a recibir la llamada.
Definieron "contacto" como toda conversación en persona que implique más de tres palabras o contacto físico, como darse la mano. También les preguntaron la edad de esas personas con las que habían tenido contacto y qué relación tenían con ellos.
Al comparar esa consulta hecha en la cuarentena con una encuesta de referencia realizada en Shanghai en 2018, descubrieron que el número de contactos durante la cuarentena era siete veces menor en Wuhan y ocho veces menor en Shanghai.
"El descenso del número de contactos era enorme", dice Ajelli. "Eso explica por qué la epidemia se pudo controlar en esas dos ciudades."
También estimaron que cerrar las escuelas puede reducir la tasa de contagio R0 hasta en un 0,3%, y cabe recordar que una epidemia empieza a crecer de manera exponencial cuando ese número llega a 1.
En muchas partes de Estados Unidos, el R0 ya se acerca peligrosamente al 0,8%, dice Ajelli. "Tan cerca de ese umbral, ese 0,3% adicional puede tener efectos devastadores."
Sin embargo, otros expertos señalan que mantener las escuelas cerradas indefinidamente no solo es inviable, sino que puede dejar secuelas en los chicos.
Limitaciones
Jennifer Nuzzo, epidemióloga de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins, dice que la decisión de reabrir las escuelas no puede basarse exclusivamente en su incidencia en la transmisión del virus.
"Hay que tener una visión integral del impacto que tiene el cierre de las escuelas tanto en los niños como en nuestras familias", dice Nuzzo. "Y en cierto sentido me preocupa el daño acumulado de estas medidas termine superando al daño del virus en los chicos."
Las clases online pueden servir durante un tiempo para que los chicos tengan una rutina, "pero cualquier padre sabe que en realidad no están aprendiendo demasiado", dice Nuzzo, y agrega que varios meses más de eso puede perjudicar a muchos de ellos, sobre todo a los que ya tenían problemas de aprendizaje.
"No estoy diciendo que haya que arrancar la curita de un tirón y reabrir las escuelas mañana", dice Nuzzo. "Pero hay que ir pensando en plazos."
En todo caso, todos los expertos concuerdan en algo: los gobiernos tienen que discutir activamente con toda la comunidad educativa los pasos a seguir. Por ejemplo, se puede escalonar el horario de ingreso o alternar los días de asistencia presencial, para reducir la cantidad de personas en el establecimiento educativo. También se pueden separar los pupitres y las escuelas pueden evitar que se junten grupos durante los recreos.
Los docentes de edad avanzada o con patologías previas deberían tener la opción de ni asistir personalmente, lo mismo que los niños con enfermedades crónicas.
Drosten y Ajelli, que lideraron los equipos de ambos estudios, prefieren no opinar y dicen que ellos sólo suministran los datos para que los gobiernos desarrollen sus políticas públicas.
"De alguna manera soy portador de malas noticias, pero no se puede culpar al mensajero", dice Drosten. "Los números son los números."