COLECCIONANDO DINOSAURIOS
Una avioneta arrastra un cartelón que reza «Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece» a pocos kilómetros de una librería cristiana y del gran casino de la ciudad de General Roca. Junto a la carretera hay pequeños altares con cintas, banderas y velas rojas, alguna ofrenda y miniaturas del Gauchito Gil, un icono religioso de inspiración popular. La iglesia, la empresa petrolífera YPF –que explota yacimientos sobre todo de petróleo y gas– y el bingo son una trinidad patagónica enriquecida últimamente por los huesos de grandes lagartos extinguidos. La fiebre dinosáurica ha azuzado el interés regional por la paleontología. «Hay que volver a caminar los lugares, aún hay mucho por descubrir», dice Mara Ripoll, que empezó encontrando un diente milenario y ahora dirige el museo de El Chocón. Esta institución exhibe restos del Giganotosaurus carolinii –el mayor depredador que hubo sobre la Tierra– y forma parte del denominado Triángulo de los Dinosaurios, junto a la ciudad de Plaza Huincul –feudo del Argentinosaurus, el animal más grande del planeta– y el lago Los Barreales, que dispone de centro de excavaciones y museo.