Hace seis meses que no llueve. En las zonas de Tulumba, Río Seco e Ischilín, casi no queda río o arroyo que no se haya secado.
Saliendo de Villa del Totoral, que tiene el privilegio de tener su río con agua, en la mayoría de las localidades del norte de Córdoba la sequía pasa factura. El panorama, salvo sectores puntuales, es complejo: se secaron ríos, arroyos y hasta pozos que tenían agua a 20 metros de profundidad. También se agotaron muchas plegarias para que ocurra el milagro de la lluvia.
En algunos casos, vieron las últimas gotas caídas en abril, hace seis largos meses. Tampoco había llovido lo suficiente en marzo y febrero. Si en el resto de la provincia llovió poco, en el norte y noroeste fue nada.
Vale un ejemplo: Tulumba tiene un régimen anual de lluvia promedio de 500 milímetros, pero en 2011 y 2012 apenas arañó los 250 milímetros. Para una recuperación relativa, haría falta ahora que lluevan 30 milímetros diarios durante 15 días consecutivos y otra tanda parecida 30 días después. Ni en los sueños se daría eso en esta región. Pero aun así, serían necesarios dos o tres años de igual aporte para superar el déficit de toda la década, que ya se ubica en 1.200 milímetros.
Está faltando agua para consumo humano en varias localidades, pero también para sostener la cría de ganado caprino, ovino y bovino que alimentan en estas regiones. Aunque ya estamos en octubre, la primavera no se ha presentado en la mayor parte del norte cordobés: no hay verde aún.
Un alivio es que, a pesar de tanta sequía, estas regiones no tuvieron incendios de magnitud este año, lo que habría agravado más el cuadro.
Un recorrido ligero permitió esta semana observar al menos que cinco ríos que alimentan el pequeño dique del Pisco Huasi están secos o llevan un hilo de agua. El arroyo Suncho, que pasa por el centro de Tulumba, está seco desde 2009. El río Las Juntas no lleva una gota. El Yosoro, seco, al igual que el río de Bustos y el Los Tártagos. De tanto en tanto, emerge un poco de agua a la superficie, pero no corre. Luce estancada y los animales –la mayoría de ellos muy flacos– se apilan allí.