Durante 18 años, el actor convivió con un chancho que llegó a pesar 130 kilos y en una ocasión lo rescató de la muerte.
Imaginemos esta situación. Una mujer enamorada llega por primera vez a la mansión Tudor de George Clooney, su novio, y una de las personas más sexies del planeta. Cenan, ríen a carcajadas, beben un magnífico vino y suben al dormitorio. Viven su intimidad con pasión, se ríen un poco más hasta que el sueño los vence. Al despertar, la mujer lanza un grito más de asombro que de miedo. A los pies de la cama, un cerdo de 130 kilos duerme plácidamente. George entre sueños le explica a su chica: “Tranquila, es Max, mi lindo cerdito”.
Aunque la escena parece salida de la cabeza de un extraño guionista fue real. La narró Elisabetta Canalis, una de las ex parejas del actor: “George amaba a ese cerdo como a nada en el mundo; Max era del tamaño de una mesa, absolutamente enorme. Por la noche dormía en el suelo junto a su cama, pero en ocasiones se metía a la cama a dormir con él. Eran como padre e hijo”.
Elisabetta no fue la única que sintió que Max era “el tercero en discordia” en su relación. Otra de sus parejas, la modelo Celine Balitran, un día se hartó y puso un ultimátum: el cerdo o yo. George la miró, luego observó a su gordo compañero y no dijo, pero hizo. Se fue a volar un rato con John Travolta en su avión privado y llevó a un solo acompañante: Max.
La historia de amor de Clooney con Max comenzó con un gesto más original que romántico. Su entonces novia Kelly Preston deseaba hacerle un regalo y se le ocurrió que una mascota sería ideal. Pero en vez de elegir un perro de raza carísima, un displicente gato, un tierno conejo o un incansable hámster buscó un cerdito. Alguien le había comentado que la raza vietnamita era espléndida. Aunque pertenecía al mundo de las granjas y de los zoológicos algunas personas lo adoptaban por ser un animal cariñoso, juguetón e inteligente. Le advirtieron que podía ser muy terco y algo destructivo, pero nada que no se pudiera controlar, Kelly sonrió. Había encontrado una mascota con las mismas características que su pareja.
Apenas lo vio Clooney sintió amor a primera vista. Pequeño, frágil, con aspecto de peluche, el cerdito era, digamos, una ternurita total. Cuando lo alzó en sus brazos, lanzó un chillido particular. Kelly le comentó que era una característica de la raza, que lo haría cada vez que lo levantara del piso, sintiera algún tipo de presión o necesitara algo. Le advirtió que, según le explicaron, en tres años alcanzaría su peso normal, alrededor de 60 kilos. Le pifiaron: llegaría a 130.
A partir de ese momento, la mascota entró a la vida del actor. Lo bautizó Max y se hicieron entrañables. La relación con Kelly duró apenas un año, la que inició con Max, 18.
El cerdito comenzó a crecer mucho y muy bien, tanto como la carrera del actor. En 1994, le llegó la oportunidad que le cambiaría la vida: interpretar al tierno y seductor pediatra Douglas Ross en la serie ER. Por su papel fue nominado varias veces al Emmy y al Globo de Oro, comenzó a ser convocado para grandes proyectos de cine, se convirtió en uno de los actores mejor pagos de Hollywood y en uno de los hombres más deseados del planeta.
Sus novias se empezaron a suceder casi tanto como sus contratos. Después de Kelly llegó Talia Balsam que logró algo que sería considerado casi un milagro: ser su esposa legal. El matrimonio terminó en divorcio y George se enamoró de Kimberly Russell una bella mulata a la que conoció grabando una publicidad. Después siguió Krista Allen, Celine Balitran, Sarah Larson, Lisa Snowden y Elisabetta Canalis, solo por nombrar las parejas reconocidas y no las decenas atribuidas pero no confirmadas. Y mientras George seguía huyendo del matrimonio, solo un ser lograba atraparlo: Max. El actor admitía que era “su relación más larga”, lo que no sabía es que también le salvaría la vida.
El 17 de enero de 1994, Max tenía seis años. Era la madrugada y nada perturbaba el sueño de su dueño. En el cuarto contiguo, un amigo también dormía. A las 4.30 las entrañas del Valle de San Fernando se empezaron a resquebrajar, un pequeño temblor sacudió el edificio. El actor y su amigo no lo percibieron, Max sí. La mascota intuyó que el peligro rondaba y comenzó a chillar. No fue suficiente y empezó a tironearlo. “Me despertó gruñendo. Y yo enseguida me di cuenta de que todo se derrumbaba, así que salí corriendo desnudo del dormitorio con Max a mi lado, siguiéndome”.
Agitado, llegó al pasillo y se encontró con su amigo que huía de su cuarto. También salió desnudo, aunque llevaba una pistola en la mano porque creía que el ruido procedía de alguien que había entrado a robar. Como suele ocurrir en algunas situaciones límites un pensamiento ridículo pasó por la cabeza del dueño de Max: “En aquel momento pensé que si moría todo el mundo iba a pensar cosas raras de nosotros…"
George, su amigo y Max encontraron refugio. El temblor que percibieron se transformó en el Terremoto de Northridge que provocó 72 muertes, 12 mil heridos y pérdidas por 25 mil millones de dólares. El actor asegura que ese día volvió a nacer. A partir de ese momento, cada vez que iniciaba un romance planteaba desde el comienzo: Si me amas también amas a mi cerdo.
Los años pasaban, las relaciones se terminaban, las películas se sucedían y lo único que parecía permanecer imperturbable en la vida del actor era su cerdo. Ya no era ese dulce chanchito que entraba en uno de sus brazos sino otro enorme que pesaba 130 kilos para asombro de los especialistas.
Aunque los corrillos de Hollywood y las ex novias aseguraban que el actor dormía con Max, el se reía y lo desmentía. La mascota contaba con su propio refugio en el parque y a unos metros de la casa principal. Con los años fue desarrollando algunas mañas. Por las mañanas, si la comida no le parecía suficiente comenzaba a chillar. Pero además y como señal de protesta, abandonaba su refugio y se acostaba en el felpudo junto a la puerta de entrada impidiendo el paso. Solo se movía si le alcanzaban comida. Resultaba imposible sacar por la fuerza a semejante mole porcina. Alguna vez le recomendaron al actor ponerlo a dieta, algo impracticable porque el animal chillaba con tanta fuerza que provocaba el enojo de los vecinos y el estrés de todos los que andaban por la casa.
Salvo cuando su estómago le exigía comida, Max solía ser amable y discreto. Tanto que se lo podía ver deambulando por el set mientras su amigo filmaba o lo esperaba tranquilo en su camarín.
En diciembre de 2006, Max falleció. La partida entristeció mucho a su humano amigo. “Es curioso como los animales forman parte de nuestra familia”, dijo, aunque reconoció que jamás adoptaría otro porque “Max cubrió todas mis necesidades de cerdo”.
Siete años después de la muerte de su querida mascota, George seguía ostentando su trono de soltero codiciado, hasta que conoció a Amal Alamuddin, una bellísima abogada y activista ante la que cayó rendido de amor. Algunas malas lenguas aseguraban que por fin se comprometía porque Max ya no estaba para oponerse ni ser el “tercero en cuestión”. Cierto o no Clooney asegura que desde que conoció a Amal es “un hombre mejor” y que es “alguien cuya vida me importa más que la mía”. Max fue un amigo fiel y hasta lo salvó de la muerte, pero el amor por Amal entra en otra categoría.