El 25 de julio de 1978, hace 41 años, su nacimiento fue histórico para la ciencia. Esta mujer repasa en Málaga su infancia y anima a hablar de este tema.
Con cuatro años, justo antes de entrar por primera vez al colegio, la madre y el padre de Louise Brown le sentaron en el sofá frente a la televisión. Le enseñaron un vídeo, el de su nacimiento. Vio médicos, mascarillas, sangre y un bebé saliendo del vientre de su progenitora. Le dijeron que había muchas personas que habían ayudado a que ella naciera, pero realmente no entendió mucho. Poco a poco, acompañando a esos doctores de las imágenes a entrevistas con los medios de comunicación, fue entendiéndolo. Y a los 14 años fue cuando comprendió finalmente lo que significaba ser la primera niña probeta del planeta. De pequeña viajó por medio mundo para demostrar que era normal. “Fue una infancia muy ocupada, apenas recuerdo cosas”, asegura. Hoy las imágenes de su parto se pueden ver en Youtube y cerca de nueve millones de niños han nacido como ella gracias a las técnicas de reproducción asistida. Su hijo mayor, Cameron, llegó hace días a casa alterado y feliz. Le dijo: “Mamá, estás en mi libro de Ciencias del colegio”.
El 25 de julio de 1978 su nacimiento fue histórico para la ciencia. Era la primera bebé nacida por fecundación in vitro (FIV). Un proceso del que todavía se sabía muy poco y al que recurrieron sus padres después de años intentando tener descendencia sin éxito. Fue portada en medios a lo largo de todo el planeta y la revista Time subrayó que había sido “el nacimiento más esperado en, quizá, 2.000 años”. Además de sus padres, los protagonistas de aquella jornada, fueron el fisiólogo Robert Edwards, el ginecólogo Patrick Steptoe y la embrióloga Jean Purdy. A pesar del escepticismo generalizado entre sus colegas, la oposición de la iglesia y algunos gobiernos, lo consiguieron. En 2010, se les reconoció con el premio Nobel de Medicina y Fisología. “Ellos fueron también mi familia, mis abuelos”, destaca Louis, que el próximo julio cumplirá 42 años.
De ojos azules y amplia sonrisa, Brown está más que acostumbrada a charlar con los medios. Sin embargo, durante los primeros minutos de la conversación muestra nerviosismo jugando con sus dedos. Ve con toda la normalidad del mundo que su vida sea pública. “He crecido con eso, estoy acostumbrada”, dice. Hoy las redes sociales sirven para mostrar el día a día de cualquier persona, pero su álbum familiar ha sido público incluso cuando Internet no existía. En su décimo cumpleaños le organizaron una fiesta falsa para poder realizar un reportaje fotográfico para un periódico inglés. “A veces pongo en Google mi nombre y aparecen fotos que no sabía ni que existían o quién las hizo. Es sorprendente”, asegura quien publicó su autobiografía en 2015.
Ha vivido siempre en Bristol, al suroeste de Reino Unido, donde hasta hace poco trabajaba en una empresa de reparto enviando mercancías a todo el mundo. Lo dejó cuando se acercaba su 40 aniversario, en verano de 2018. “Estaba muy estresada y entré en depresión. Y me di cuenta de que entonces ya era prácticamente la única persona que seguía viva de quienes estaban en la sala de operaciones cuando nací”, recuerda. Solo quedaba un médico al que su madre apodaba Drácula porque estaba siempre sacándole sangre para hacerle pruebas. “No quería que mi historia, que es la suya, del esfuerzo de los médicos y de mis padres, que pasaron por mucho, se perdiera”, asegura.
Ahora ha comenzado a dar charlas y responder preguntas sobre la fecundación in vitro a familias preocupadas. Sus dos hijos –Cameron, de 13 años y Aiden, de 6– nacieron de forma natural. “Yo no he tenido que pasar por ese proceso. Pero lo hubiera hecho, sin duda, si lo hubiera necesitado”, explica. “Es triste que 41 años después de que yo naciera todavía siga siendo un tema tabú. Hay mucha gente que no quiere decirlo a su entorno, que no lo normaliza. Es una etapa compleja y dura, en la que se necesita ayuda. Y si no lo dicen ni a su familia, es difícil ayudarles. Es algo triste”, afirma. “Mis padres lo hicieron así porque no tenían otra opción, pero ahora es diferente”, añade. “Es cierto que el método no siempre funciona, pero hay que mirar siempre el lado positivo: si lo consigues, completas a tu familia”, subraya.
Su madre también tuvo a su hermana, Natalie, por fecundación in vitro. Nació en 1982 y fue la niña número 40 en todo el mundo. Hoy la cifra ronda ya los nueve millones. España es el primer país de Europa y el tercero en el mundo en tratamientos de este tipo: uno de cada diez niños españoles son fruto de técnicas de reproducción asistida. La primera fue Victoria Ana en 1984, que nació en el Instituto Dexus de Barcelona de la mano del doctor el doctor Pere Nolasc Barri. “Hay que confiar en los médicos”, subraya Brown.
Después de charlar ayer con una veintena de familias interesadas en tener hijos con ayuda de la ciencia invitada por la Clínica Gutenberg de Málaga, Louise Brown acudirá a finales de mes a Nigeria y, más tarde, a Ucrania y Australia. Responde con naturalidad todo lo que le plantean las futuras mamás y los futuros papás, pero también cuenta anécdotas para relajar el ambiente. Entre ellas, los comentarios de las vecinas a su madre cuando se sorprendía de que su pequeña no tuviera dos cabezas o cuando el Papa Juan Pablo I le guardó un hueco en el cielo. “Hubo una conferencia religiosa en la que se hablaba de la masturbación masculina. Se decía que era un pecado si era por puro placer, pero si era para tener un niño, pues no lo era. Alguien dijo entonces que este tipo de niños y niñas no teníamos alma. Y el papa dijo que siempre habría lugar para mí en el cielo”. “Y, aunque no soy muy religiosa, siempre está bien saberlo”, concluye con humor.