Todo el mundo esperaba una respuesta del Papa a la propuesta de ordenar hombres casados planteada por una mayoría de obispos en el sínodo sobre la Amazonia de octubre pasado, como una solución a la falta de sacerdotes en zonas remotas. Sorprendiendo una vez más, en su esperado documento post-sinodal Querida Amazonia, publicado hoy por el Vaticano, Francisco directamente no toca el tema, dejando en claro, como les había anticipado el lunes a obispos norteamericanos, que este no es el momento para un cambio pastoral de este tipo.
Una apertura, aunque excepcional, en efecto, hubiera dividido a la Iglesia católica, polarizada entre un sector ultraconservador -que en los últimos meses presionó y advirtió del peligro de un cambio que hubiera para ellos significado el fin del celibato- y otro reformista, que quedará decepcionado.
En el documento, de hecho, el Papa también le dijo "no" al diaconato para las mujeres, otro propuesta salida de la asamblea de obispos de octubre pasado, marcada por profundas divisiones justamente en estas dos cuestiones.
En Querida Amazonia, exhortación post-sinodal que comienza como una carta de amor, Francisco dedica la mayor parte de su documento a denunciar, como ningún otro Pontífice antes, el "desastre ecológico" y la "injusticia y crimen" perpetrados por "empresas sedientas de rédito fácil" en esta región crucial por ser uno de los pulmones del planeta. Francisco llama a indignarse por "los intereses colonizadores" e incluso vuelve a pedir perdón "no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América" -como ya había hecho en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en 2015-. Y advierte que "no podemos permitir que la globalización se convierta en un nuevo tipo de colonialismo".
Cuatro sueños para la Amazonia
El documento, de 25 páginas y muy poético -hay citaciones que van desde Vinicius de Moraes a Pablo Neruda y Mario Vargas Llosa-, está dirigido "a todos los fieles del mundo", aclara el Papa al comienzo. Formada por 111 párrafos, se divide en cuatro capítulos que corresponden con los cuatro "sueños" del Papa para la Amazonia.
El primero, es un sueño "social": "Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida". En esta parte Francisco es duro y directo. "Los intereses colonizadores que expandieron y expanden -legal e ilegalmente- la extracción de madera y la minería, y que han ido expulsando y acorralando a los pueblos indígenas, ribereños y afrodescendientes, provocan un clamor que grita al cielo", sentencia. Se trata de palabras que seguramente no le caerán bien al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que recientemente envió un proyecto de ley al Congreso para permitir actividades mineras en tierras indígenas del Amazonas.
El segundo capítulo alude a un sueño cultural: "Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana". El tercero es un sueño écológico: "Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas". Y el cuarto y último es un sueño eclesial: "Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos".
Es en este último capítulo, Francisco recuerda que "la Iglesia está llamada a caminar con los pueblos de la Amazonia", donde debe resonar, más allá del mensaje social, el anuncio del Evangelio. Este debe ser inculturado, valorando la "mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado".
Escasez de sacerdotes
Francisco también habla del problema de la falta de sacerdotes que puedan para impartir en zonas remotas los sacramentos de la eucaristía y del perdón (celebrar misas y confesar). No menciona para nada la propuesta de ordenar diáconos casados, que figura en el documento conclusivo del sínodo, que, curiosamente, al principio de Querida Amazonia, llama a leer "íntegramente".
Deja en claro que no comparte la idea de ordenar hombres casados -que de todos modos existen en la Iglesia católica de rito oriental- y propone otras soluciones para la escasez de curas en zonas alejadas: en primer lugar, exhorta a los obispos de América Latina a "ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia".
"Llama la atención que en algunos países de la cuenca amazónica hay más misioneros para Europa o para Estados Unidos que para auxiliar a los propios Vicariatos de la Amazonia", critica, en una nota al pie de página. Por otro lado, habla de la necesidad de revisar las estructuras de formación y recuerda que en el sínodo se habló de "la carencia de seminarios para la formación sacerdotal de personas indígenas".
Elogio a las mujeres pero "no" al diaconato
"Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que solo es posible con un contundente protagonismo de los laicos", también asegura el Papa, que dice que hacen falta más diáconos permanente y que, en otra nota al pie de página, recuerda que, según un artículo del Código de Derecho Canónico, "es posible, por escasez de sacerdotes, que el obispo encomiende 'una participación en el ejercicio de la cura pastoral de la parroquia a un diácono o a otra persona que no tiene el carácter sacerdotal, o a una comunidad'".
Por otro lado Francisco destaca y elogia el rol de las mujeres en la Amazonia. "En la Amazonia hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas. Esto ocurrió gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe. Ellas mismas, en el Sínodo, nos conmovieron a todos con su testimonio", destaca. Pero, como se había anticipado, rechaza la propuesta de establecer un diaconado femenino: para el exarzobispo de Buenos Aires "el acceso al orden sagrado (...) en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable".
El Papa terminó de escribir este documento el 27 de diciembre pasado, confirmó el cardenal Michael Czerny, secretario especial del sínodo para la Amazonia, a medios del Vaticano. Un dato importante porque significa que decidió no abrirle las puertas a la ordenación de hombres casados mucho antes de que, a mediados de enero, saliera un libro del cardenal ultraconservador guineano, Roberth Sarah, en defensa del celibato y en contra de cualquier cambio.
Consciente de que los sectores reformistas, formados por muchos obispos brasileños, se sentirán derrotados porque deseaban una apertura, el director editorial del Vaticano, Andrea Tornielli, destacó que el tema de todos modos no queda cerrado, sino que en el futuro podrá haber revisiones. "Con su exhortación, el papa Francisco da testimonio de una mirada que va más allá de las diatribas dialécticas que terminaron presentando el sínodo casi como un referéndum sobre la posibilidad de ordenar a los hombres casados como sacerdotes", escribió Tornielli en un editorial.
"Es una cuestión que ha sido discutida durante mucho tiempo y puede serlo aun en el futuro, porque 'la perfecta y perpetua continencia' no es 'ciertamente exigida por la naturaleza misma del sacerdocio', como declaró el Concilio Ecuménico Vaticano II", recordó. Y destacó que se trata de "una pregunta a la que el Sucesor de Pedro, después de haber orado y meditado, ha decidido responder no previendo cambios o nuevas posibilidades de excepciones a las ya previstas por la disciplina eclesiástica vigente, sino pidiendo volver a empezar desde lo esencial. Y hacerlo desde una fe vivida y encarnada, de un renovado impulso misionero fruto de la gracia, es decir, de dejar espacio a la acción de Dios, y no desde las estrategias de marketing o técnicas de comunicación de los influencers religiosos".