Para Joaquín Guzmán Loera, la vida se detuvo el 17 de julio del 2019. Ese día el capo mexicano fue sentenciado por una corte de Brooklyn a cadena perpetua, por liderar uno de los cárteles más poderosos de México.
Como daño colateral, por sabido no menos doloroso, figuró la desautorización de realizar una sola salida al exterior o recibir visitas.
La condena fue un castigo ejemplar para un escurridizo criminal que se fugó de dos prisiones de máxima seguridad en México, se entrevistó con el actor Sean Penn con la esperanza de ver su historia llevada a la pantalla grande y figuró en la lista Forbes de las mayores fortunas del mundo.
El final del proceso fue también el inicio de una nueva vida del capo. Perpetuamente el líder del Cártel de Sinaloa pasará sus días en la prisión federal más segura de Estados Unidos, ADX o “Alcatraz de las Rocosas”. Un mastodonte gris enclavado en Florence, Colorado, cuyas condiciones de vida han sido descritas como peores que las del Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, donde “El Chapo” habitó por un año.
Con el ánimo por los suelos, problemas con la vista y sin poder hablar con nadie porque no entienden español, “El Chapo” ha pasado seis meses de su condena en la penitenciaria.
La primer persona en visitarlo fue su abogada defensora, Mariel Colón, quien arguyó que desde que el narco ocupa una habitación sin ventana, donde la luz artificial nunca se apaga y a cuyos inquilinos se les prohíbe salir al exterior, su ánimo se ha deteriorado.
Hay un hecho, que también lamenta la defensa: la pérdida de la vista de Joaquín “El Chapo" Guzmán. “Aunque (Guzmán Loera) tiene algunos libros que puede leer, no lo hace porque las autoridades penitenciarias no le han proveído un oculista”, señaló para Telemundo.
Antes, Eduardo Balarezo dijo que el capo, de 63 años, no estaba incapacitado, pero sí estaba perdiendo la memoria y poniéndose paranoico.
El contacto humano es mínimo. La interacción con las únicas personas para visitarlo —sus hijas y su abogada— se produce a través de una pared de metacrilato.
Esta Navidad, las mellizas Emalí Guadalupe y María Joaquina lo visitaron por primera vez en la prisión de máxima seguridad de Colorado. "La visita le dio un aire de positivismo, de alegría, de querer seguir peleando por su libertad para poder estar con estas criaturas”, aseguró Colón.
Entre otras prohibiciones, “El Chapo” no podrá ver nunca más a su esposa Emma Coronel, quien recientemente debutó en el programa de VH1, Cartel Crew. En el reality show, la ex reina de belleza explicó que ya no pueden hacer nada por el narcotraficante.
“La mayor parte del tiempo trato de ser positiva y no engancharme en lo que ya pasó, ya no podemos hacer nada por él”, explicó.
El gobierno estadounidense argumentó que las estrictas condiciones en prisión son las apropiadas para alguien que escapó dos veces de cárceles de alta seguridad en México, incluyendo una en la que huyó por un túnel de cientos de metros que llegaba hasta la ducha de su celda. Los fiscales dijeron que incluso cuando estaba preso en México, el capo utilizó mensajes con códigos, sobornos y otros recursos para orquestar sus fugas y manejar al Cártel de Sinaloa.
Del paraíso al aislamiento total
La prisión federal ADX Florence, se considera la más segura del país y es la única con la etiqueta “Supermax”, de la que nadie ha escapado desde su apertura en 1994 y a la que se conoce como el “Alcatraz de las Montañas Rocosas”.
Ahí, donde se encuentran varios de los reos considerados como los más peligrosos, Guzmán Loera se reencontró con su pasado al coincidir con dos de sus rivales en México y con quienes libró sanguinarias batallas por el control del mercado de la droga en territorio azteca y Estados Unidos: Osiel Cárdenas Guillén y Francisco Javier Arellano Félix
Al igual que ADX, las prisiones “Supermax” tienen un régimen especialmente estricto. El prisionero pasa 22 horas encerrado en una celda, en la más absoluta soledad. Todo el tiempo es vigilado por cámaras de seguridad, y la más mínima violación de las normas internas es castigada. Están pensadas para alojar solamente a criminales de alta peligrosidad.
En el lugar, el preso cumple toda su condena totalmente aislado. Comen, se bañan y satisfacen sus necesidades fisiológicas sin salir de su celda. Hasta el personal penitenciario tiene que estar separado del recluso. Si es necesario revisarlo, la orden es hacerlo a la distancia, sin cruzar la puerta o a través de videoconferencias en caso de que se requiera asistencia psicológica.
La actividad física está permitida, pero es muy restringida. El máximo es de diez horas semanales y se realiza en patios cerrados, en los que cada interno se ejercita solo, sin compañía de otros.