Lo aseguró el juez de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y Género, quien se convirtió en el primer magistrado egresado de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Contó su paso por la Facultad. "Con la poca plata que tenía me compre un cuaderno y una lapicera".
Mariano Correa es el primer graduado de la carrera de Abogacía -que se dicta en la FCH desde 2002- que llega a ser juez. En una charla junto a la profesora Marcela Sereno, una de sus docentes y la actual directora de la Carrera en la Facultad de Ciencias Humanas, recordó sus días de estudiante y cuenta los detalles del concurso para juez.
El encuentro con el magistrado fue acordado a media mañana de este martes en el nuevo e imponente edificio de Tribunales ubicado en Balcarce al 400, más precisamente en el primer piso del Ala Penal al final de dicho recinto. Allí se encuentra el Juzgado de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y Género, que desde el primero de abril de este año, está a cargo de Mariano Correa. Un abogado que a los ojos de la gran mayoría, encontró tarde su vocación por estudiar derecho, pero que con todos los pronósticos en contra se graduó en tiempo y forma. Y al cabo de unos años, generó repercusión en los medios locales por ser el primer graduado de la UNRC que llega a ser juez. De buen carácter, y predispuesto a conversar, cuenta donde nació su vocación por el servicio público. Su paso por la universidad y los detalles del examen para ser juez.
“La historia de Mariano es un ejemplo valioso para que muchos alumnos sepan que pese a dificultades, con esfuerzo siempre se puede”, asegura la coordinadora de la carrera de Abogacía, Marcela Sereno, quien asistió a la entrevista para recordar el paso de Correa por la universidad, ya que antes de ser colegas, el magistrado fue alumno de la profesora Sereno.
Correa se inscribió en la universidad cuando se incorporó la carrera de Abogacía en el 2001, año que se destacó por la gran cantidad de ingresantes que hubo. “Éramos aproximadamente 800 personas. Había mucha gente que coincidía conmigo en esto del viejo anhelo de estudiar y no poder hacerlo por la incomodidad de tener que ir a Córdoba”, relata el Juez y agrega que fue un grupo muy heterogéneo el que comenzó. “Habían alumnos de 20 años, 30 y algunos con mas de 40 con familia hecha inclusive. Se daba esto de coincidir en las materias con sus hijos, estudiando uno economía y la madre cursando abogacía”, señala.
¿Por qué comenzó a estudiar a los 32 años?
– A esa edad me encontraba con un panorama bastante desalentador, tenia que tener encaminado algo y no tenia nada. Había quedado sin trabajo y si bien siempre tuve estas cosas de decir «mañana será otro día veremos que ofrece la vida», estaba complicado. Tome la decisión de comenzar a estudiar a instancia de una hermana que estaba en la facultad, Laura Correa, profesora de Biología. Ella me contó que se abría la carrera, y me alentó para que comenzara. Siempre tuve la idea de que el tiempo pasa igual, los años se cumplen, y el contenido que uno le de a ese tiempo depende de uno. Lo mismo iba a cumplir 40 años en algún momento de mi vida, lo mismo iba a envejecer y que mejor que hacerlo estudiando. Nunca lo hice con el objetivo de llegar a algún lado, quise hacerlo porque me gustó siempre abogacía.
¿Cómo fueron los primeros días de clase?
– El primer semestre fue todo a pulmón. Con la poca plata que tenia me compre un cuaderno de 80 hojas y una lapicera y con eso me fui todos los días caminando de mi casa hasta la universidad durante 6 meses. Me daba un poco de vergüenza acudir a mis padres para que me paguen la carrera. Todavía vivía con ellos y mi intención no era sumarles una carga. Después se dio una situación muy simpática, como me iba bien en los parciales con un solo apunte y algunas fotocopia que garrapiñaba por ahí, dos compañeras mayores que yo y con familia, me ofrecieron una especie de beca: “Nosotras compramos la fotocopia, libro todo lo que vos necesites a cambio de que nos traduzcas los contenidos porque hay materias que no entendemos. Si te parece hacemos ese trato”. Les dije que si y me convertí en una especie de profe particular. Cursábamos juntos y después nos juntábamos a estudiar a la noche. Me iba caminando desde banda norte al centro y volvía a mi casa como a las 23 hs. Así hicimos el primer año. (ríe)
En relación a su interés por el servicio público, Correa sostiene que “esta en mi gen, siempre estuvo presente”, pero que gracias a la universidad encontró elementos que le permitieron afianzar su pensamiento acerca de cual es el rol del Estado frente a la desigualdad social y la asistencia hacia los reclamos de la gente. “Siempre me atrajo más la parte social y el sustento del derecho y no me gusto tanto el costado duro del derecho, es decir todo lo codificado y los artículos”, aclara y califica positivamente el plan de estudio que se implementó en la UNRC, que a diferencia de los más tradicionales, “se caracteriza por tener un contenido para formar abogados con un interés social mayor evitando el perfil de un abogado más litigante”, enfatiza.
El Juez cuenta que al graduarse fue contratado por La Municipalidad para desempeñar la función de Subsecretario de Ingresos hasta que entró a Tribunales cuando se abrió el Juzgado de Violencia Familiar, un área muy sensible porque “estás permanentemente inserto en situaciones de marginalidad, golpes, armas, drogas, lesiones y sino tenes fortalecida esta cuestión del servicio público a los seis meses te querés ir porque no salís de la emergencia nunca” sostiene.
Ademas, explica que con la incorporación de la Ley Provincial 9944 el poder judicial ya no interviene directamente sobre la niñez en riesgo, si no que toda la órbita administrativa y prevencional pasó a SENAF (Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia), “Con las nuevas competencias le obligan a los operarios del poder judicial a trabajar con una visión menos dura y más contemplativa”, dice el Doctor y asegura que “la sanción, la reclusión y el rigor no son herramientas favorables para rescatar a un niño en situación de vulneración por ser victimas de una afectación de sus derechos”.
¿Le costó adaptarse al área en la que trabaja?
– A mi me resultó bastante simple y natural por la formación que yo tuve en la universidad. Tanto en mi caso como en el de muchos chicos que trabajan en este juzgado y han sido de esta universidad, creo que se ha cumplido con esta premisa de un abogado menos litigante a un abogado con un costado más social. Se nota en la forma de trabajar en estas temáticas, por eso le agradezco mucho a esta Facultad.
¿Cuál fue el propósito de rendir para ser juez?
– Con el concurso para juez me puse a prueba para ver si era capaz de resolver un expediente yo solo y sostener mi decisión. Como prosecretario hacía lo mismo ayudando al Dr. Varela, pero él lo firmaba. Por ejemplo, antes en Río IV se excluía al agresor y dejabas a la familia sin ningún tipo de ingreso económico. Uno de mis grandes anhelos fue modificar eso que siendo prosecretario no podía, entonces a partir del 1 de abril cuando asumí en el juzgado, junté a todos y les dije que a los excluidos si o si se los cita y se les impone una cuota alimentaria provisoria. Este es uno de los criterios que te pregunta el tribunal superior cuando rendís para saber que harías en esos casos.
¿En que consiste el examen?
-Tiene dos instancias una escrita y una oral. La escrita consiste en el análisis de un caso que a diferencia de otros concursos, es uno real y no uno de laboratorio. Me senté muy tranquilo, leí el expediente hasta donde considere que no necesitaba más y escribí la sentencia. Tome una decisión respecto de esos niños que aparentemente fue la que se tomó originariamente porque después me entere de que mi examen obtuvo el mejor puntaje. Superada esta instancia, pasas al oral que tiene que ver con la impresión directa que el Tribunal Examinador pueda tener de vos.
En cuanto a la instancia oral Correa manifiesta que a diferencia del escrito que resolvió con mayor comodidad por la experiencia adquirida durante 10 años con el Dr. Varela, sintió mayor presión en la entrevista debido a la incertidumbre de no saber que preguntas le harían. “Los integrantes del Tribunal (funcionarios del poder judicial. legislativo, ejecutivo y del ministerio de justicia), preguntan lo que pretenden de un juez y como táctica de examen me iban negando todas las propuestas que yo hacía ante un caso concreto”, asevera el magistrado y señala que “a pesar de saber que me podrían desaprobar me quise ir del consejo de la Magistratura sacándome las ganas de decir todo lo que quería decirles”.
Finalizado el examen al entonces prosecretario no lo abundaban las mayores expectativas. “Ya tenia el auto el auto en marcha para salir de Córdoba y me llega una llamada, “Doctor pase a buscar las notas”, les respondí que me las manden por mail y contestan “No no porque ha quedado usted”; Cuando escuche eso casi me estrello! ”, exclama entre risas Correa y detalla que los integrantes del Tribunal destacaron las soluciones aplicables que encontró para cada situación y valoraron sobre todo la convicción con la que defendió sus respuestas.
Fuente: Franco Suárez, estudiante de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación / Facultad de Ciencias Humanas