Se mueve con un andador, deben inyectarle antibióticos fuertes durante seis semanas y lo esperan algunos días más de internación. Si cumple con el ruego de sus médicos, Juan Carlos de Borbón pasará lo que queda de 2013 entre el Palacio de la Zarzuela y el hospital en el que será operado otra vez en noviembre.
El evidente deterioro en la salud del rey, de 75 años, se ha convertido en una de las cuestiones más delicadas que les toca manejar a los políticos españoles. Él insiste en que tiene "fuerza para rato" y descarta abdicar, pero en las máximas esferas del poder ya se abrió el debate tabú sobre la sucesión en la corona.
La discusión alcanzó un llamativo carácter público la semana pasada, horas antes de que el monarca entrara en el quirófano, donde lo operaron con éxito de la cadera a raíz de una infección en el tejido cercano a la prótesis que llevaba desde 2012. Fue la quinta intervención en un año.
Los partidos de la oposición instalaron la idea de que es necesario regular el papel del heredero del trono, el príncipe Felipe, sobre quien rige un absoluto vacío legal. El rey promulga las leyes, firma decretos, pone en funciones a los embajadores, entre otras actividades, y eso no podría delegarlo en nadie. El príncipe no puede tampoco representarlo de manera oficial en actos de Estado. El heredero real ni siquiera tiene fueros como los que disfruta cualquier diputado raso. Y pese a que lo ordena la Constitución, jamás se sancionó la ley que determine cómo sería un proceso de abdicación real.
"Es necesario que se actualice la legislación y que la corona se adapte a los tiempos", dijo el martes la vocera socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez. Rosa Díez, líder de UPyD (tercera fuerza parlamentaria), presentó un proyecto para avanzar con medidas que cubran los huecos legales de una eventual sucesión (o reemplazo) del monarca.
El gobernante Partido Popular (PP) primero avaló la idea de preparar la estructura legal para el recambio, pero luego la descartó. El propio Mariano Rajoy, puso la cara: "No está en agenda, en absoluto".
Sin embargo, el futuro del rey es uno de los tópicos que más hablan en privado los populares con los socialistas. El gobierno acordó con el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, sacar de la agenda mediática la discusión. "Estamos de acuerdo en que no debemos debilitar más a don Juan Carlos", señaló un dirigente de la cúpula socialista.
El rey atraviesa, junto con el deterioro de su salud, el momento más bajo de su popularidad, después de reiterados traspiés políticos personales y del escándalo judicial de su yerno Iñaki Urdangarin.
En la Moncloa y en la oposición coinciden en la necesidad de apuntalar la figura real en medio de la crisis económica e institucional que atraviesa España y, sobre todo, frente al desafío territorial del independentismo catalán. Rajoy y Rubalcaba hablan seguido con el rey. Él insiste en que no piensa abdicar y transmite malestar por la discusión política sobre su futuro.
"Si el rey estuviera impedido para ejercer de manera temporal, el príncipe pasaría a ejercer la regencia en su nombre, una vez que las Cortes reconocieran esa incapacidad. Si decidiera abdicar, las Cortes deberían aprobar una ley aceptando esa decisión", señaló Ignacio Torres Muro, de la Universidad Complutense.
Tanto en el gobierno como en la oposición auditan como pueden su estado de salud y su ánimo: lo último que quieren es un recambio traumático en la cabeza del Estado.