Tras algunas idas y vueltas, y ensayos de distensión entre el presidente de Brasil y el mandatario argentino electo, la decisión ha sido cancelar toda presencia del país vecino en la ceremonia de investidura.
El ministro de Ciudadanía Osmar Terra afirmó ante Infobae, el jueves último, que su ida a la Argentina para la asunción de Alberto Fernández, en representación del gobierno brasileño, todavía estaba “en discusión”. Lo que se acaba de confirmar es que no estará en la ceremonia, por decisión del presidente Jair Bolsonaro, que decidió finalmente cancelar la presencia en la ceremonia de una comitiva de su país.
Esta vez, la reacción se debió a hechos políticos, tanto del lado brasileño como argentino, que tensaron todavía más la conflictiva relación. Todo empezó el jueves pasado, cuando el titular de la Cámara de Diputados de Brasil, Rodrigo Maia, fue recibido por su colega, el diputado Sergio Massa, electo para presidir la Cámara Baja de Argentina. Poco después, se encontraba con el mismísimo Alberto Fernández. Y las fotos que se tomaron de esa cita circularon por Bento Goncalves, donde se hacía la reunión del Mercosur, a la velocidad de la luz. Fue a la misma hora del último encuentro presidencial del bloque regional en Río Grande del Sur. Y Bolsonaro, que estaba junto a Mauricio Macri a quién despidió efusivamente, reaccionó al desafío.
Tan rápido como esa noticia, comenzó a circular entre los periodistas que hacían la cobertura de la cumbre, la versión del gran enojo del presidente brasileño.
Entre tanto, en los medios diplomáticos no sólo se cuestionó al legislador Maia por haberse reunido con el futuro gobierno argentino, lo que según decían podría haber sido tolerable; el problema es que lo hizo a la misma hora y en simultáneo con el encuentro del bloque regional.
Maia lleva casi cuatro años al comando de la casa parlamentaria. Y es el tercer personaje en la sucesión del Ejecutivo en caso de ausencia del presidente y de su vice. Es además un hombre joven, con aspiraciones hacia el futuro. Como parlamentario se destacó por conseguir, en el segundo semestre de este año, que el Congreso aprobara la reforma del sistema jubilatorio que tanto ansiaban el ministro de Economía Paulo Guedes y su jefe, el presidente Bolsonaro. Como resultado de esa reforma constitucional, que recayó exclusivamente en las espaldas de los congresistas, hay ahora un cierto alivio en la economía brasileña que se beneficia de un aumento de la confianza del mundo financiero. Lo cierto es que el PBI brasileño salió del estancamiento, aunque tuvo un crecimiento muy leve. Y eso es visible.
Bolsonaro ambiciona más reformas, lo que le obliga a pactar con Maia y el arco de diputados bajo su órbita. Pero no tiene compromisos formales con Alberto Fernández, al menos hasta que el presidente electo entre en la Casa Rosada el martes próximo. No dejó de mantener su visión sobre las relaciones futuras. Como lo ha demostrado hasta ahora, piensa que Brasil puede irse del Mercosur o pedir que el bloque tome medidas contra Argentina ante eventuales deslices.
Uno de los temas que más preocupa a parte del establishment brasileño, y que se expresó en la última reunión del mercado común –la semana pasada— es que el nuevo gobierno argentino tomará entre otras decisiones, algunas que pueden afectar el comercio entre los dos países. Más precisamente, se trata de la reinstalación del llamado “comercio administrado”, a través de las licencias no automáticas de importación, que apunta a frenar la entrada de productos brasileños demasiado competitivos para sectores industriales argentinos, especialmente Pymes.
Durante la reunión de Bento Goncalves, el ministro de Producción saliente Dante Sica, advirtió que el “Brasil de hoy no es el de Fernando Henrique Cardoso ni el de Lula da Silva. Estos tenían paciencia estratégica en función de preservar el mercado común. Bolsonaro carece de toda paciencia estratégica”. No fue el único. El embajador Roberto García Moritán escribió lo mismo en una columna suya publicada hace más de una semana.
Volviendo a la ceremonia que consagrará a Alberto como jefe de Estado, el martes próximo, es casi seguro que la representación brasileña quedará en el su más básica expresión diplomática: a cargo del embajador Sergio Danese, que por haber integrado en más de un período la delegación en Buenos Aires, conoce a fondo el mundo político y diplomático argentino.