Existe un hambre insaciable que cuesta distinguir y es el hambre emocional  Son las emociones quienes sostienen nuestro patrón alimentario, es decir, que nuestros hábitos alimenticios y estilo de vida se ven influenciados según nuestro estado de ánimo. Nuestras creencias y pensamientos “no cuestionados en cuanto al peso e imagen corporal” la comida no es el problema, el problema es lo que pensamos y sentimos. 

Por lo tanto nuestro vínculo con la comida puede ser “bueno, sano o normal” o todo lo contrario: malo- restrictivo- compulsivo- .
Que se potencia con la cultura de la delgadez, la exigencia social y la realización de dietas de hambre bajas en calorías propias de una insatisfacción corporal; una relación conflictiva con el cuerpo lleva a restringir alimentos.

¿Entonces cómo sanamos esta relación? Empezando por reconectar con nuestro cuerpo, preguntándonos: ¿Qué hay detrás de ese enojo? ¿Qué hay detrás de esa urgencia por comer? ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Soledad? ¿Tristeza?
 
Todos independientemente del peso o el tipo de cuerpo, en algún momento de nuestras vidas sufrimos de una mala relación con la comida. Porque detrás de ese número en la balanza se esconde una historia de vida. Entonces debemos permitirnos soltar las voces del perfeccionismo, soltar la mentalidad de dieta: blanco o negro y empezar a confiar en la capacidad de decidir y no solo tener fuerza de voluntad. Somos un todo, somos mucho más que un cuerpo, por tanto la solución no va a ser una dieta más.

Agustina Isasi