En febrero pasado, Rodolfo Eduardo Suárez, jubilado del PAMI, ex suboficial de la Policía Federal que dejó las filas de la fuerza en 1995 cuando decidió retirarse, llevó una de sus tantas computadoras a reparar a un local de informática en Flores. El empleado que lo atendió tomó la máquina. Curioso, quizás, deambuló un poco entre los archivos de las carpetas. Encontró un backup y vio los contenidos, que le parecieron aterradores. El empleado hizo una copia. Luego, llamó a la Policía de la Ciudad y entregó el material.
Había una gran cantidad de videos, uno de ellos era particularmente perturbador. No era nuevo, se veía un poco viejo, de hace al menos 15 años. Mostraba a una chica de unos ocho, nueve años, en un guardapolvo blanco que simulaba llegar del colegio a su casa. La chica dejaba su mochila en una silla, se quitaba el guardapolvo y toda su ropa para entrar a una ducha, desnuda.
Así, la división Cibercrimen de la Policía de la Ciudad comenzó una investigación a cargo del Juzgado Nº 33 del doctor Darío Bonnano. Esta semana, Suárez fue finalmente esposado en su departamento del segundo piso de un edificio en la calle José Bonifacio al 300 en Flores, un santuario de cosas horribles. Había posters de la serie Patito Feo, un maniquí de un niño con ropa escolar de nena, chomba y un jumper cuadrillé.
El jubilado vivía ahí desde hacía años; primero ocupaba el departamento con su hermano, que luego murió. Suárez quedó solo en el lugar. Le encontraron dispositivos digitales, equipos de radio UHF, filmadoras, casetes miniDV, equipos para digitalizar cintas VHS, además de dos pistolas, una de ellas con la numeración limada.
Las redadas de fuerzas de seguridad por delitos de pornografía infantil no suelen esconder grandes esquemas, sus blancos son en general hombres solos en casas sucias que comparten archivos que encontraron en viejas redes P2P como eMule. Producir el material, sin embargo, no es algo tan frecuente. Ricardo Russo, el ex pediatra del Hospital Garrahan hoy preso en su casa, está acusado de haber filmado a nenas de forma encubierta en la playa, de haber fotografiado vaginas de menores en su consultorio. Suárez, al parecer, fue un paso más allá.
Eso es lo que vuelve particularmente grave el caso del ex policía: la división Cibercrimen sospecha que el jubilado es uno de los creadores argentinos de pornografía infantil más movedizos de la historia reciente, cree que él mismo habría filmado y distribuido varios de los videos de su backup que lo llevaron a la cárcel, material con tramas de argumento y desarrollos en vez de contenido sucio tomado por asalto.
La chica del guardapolvo blanco, para empezar, existe: fue identificada con nombre y apellido, hoy es mayor de edad. No es la única. Hay al menos otras cuatro nenas identificadas, también hoy mayores de edad, que fueron filmadas en estos videos de abuso sexual. Suárez no aparece en ninguno de ellos, el hombre no se muestra. Para la Policía de la Ciudad, el ex policía federal no sería otro que el camarógrafo y productor, el encargado de filmarlos.
Las escenas, se sospecha, transcurren en los domicilios que Suárez ocupaba 20 años atrás. Las víctimas habrían sido amigas de una sobrina del jubilado. Todas estas sospechas tienen fundamentos. Lo que Cibercrimen encontró esta mañana fue todo un aparato de producción y edición de video.
Suárez se negó a declarar esta mañana ante el juez Bonnano, se limitó a ratificar sus datos personales y su condición de ex policía.
Ahora solo queda peritar. "Puede haber el triple, el doble, esto es incalculable", dice un investigador. Un solo disco rígido reveló más de 13 mil archivos. Queda, por otra parte, terminar de esclarecer la red de distribución de pornografía infantil que conectaba a Suárez. Hubo allanamientos vinculados al jubilado en Escobar, González Catán –uno de los domicilios registrados del sospechoso–, Versalles. El teléfono de Suárez también se convierte en algo sospechoso, ya que se cree que podría haber compartido sus archivos a través de grupos de Telegram o WhatsApp.
Infobae