Fue dos veces intendente de la ciudad de Córdoba, senador nacional y diputado provincial. Mestre decretó duelo y asueto en la Municipalidad.
Dos veces intendente de la ciudad de Córdoba, senador nacional y diputado provincial, Rubén Américo Martí decidió ayer por la tarde terminar con su vida. Tras su divorcio de Beatriz Leyba, con quien tuvo tres hijos (Rubén, Fernando y Esteban), Martí había formado pareja con Diana Marqués. Tenía 72 años.
Su imagen de administrador creativo y dinámico es ahora un recuerdo para los cordobeses que valoraron su paso por el gobierno capitalino como el último que arrojó más logros que fracasos en 30 años ininterrumpidos de democracia. Martí tenía el bien ganado prestigio de haber sido un buen intendente desde mucho tiempo antes de la fatídica tarde de ayer. No será su muerte la que agrandará su obra. Colaboraron con esta lectura las frustradas gestiones de Germán Kammerath, Luis Juez y Daniel Giacomino.
Militante radical desde la Universidad Nacional de Córdoba en la que se graduó como odontólogo, su carrera política reflejó más su personalidad ecléctica y su intuición para percibir los cambios que una cuadratura política definida.
El regreso a la democracia lo encontró en una fracción muy mayoritaria de la UCR, la Línea Córdoba. Y así fue elegido diputado provincial en 1983. Su nombre era desconocido.
Y así permaneció hasta que sus formas extrovertidas lo hicieron sobresalir en ese bloque mayoritario que comandaba Alfredo Orgaz, primera espada del gobernador Eduardo Angeloz en la Legislatura.
Angeloz lo convocaría para convertirlo en ministro de Asuntos Sociales, no sin antes apreciar sus condiciones en una pequeña interna partidaria registrada en 1985, contra el intendente Ramón Mestre.
Fue como ministro que la estrella de Martí comenzó a brillar. Rápidamente se hizo notar. Entabló una intensa relación con los sectores más necesitados, extendió una red de contactos que le sirvieron de contención política y comenzó a armar lo que luego sería su equipo en la Municipalidad.
De esos días es la relación con el entonces cronista radial de LV2, Roberto Sposetti, quien maximizó la intuición de Martí y esa sociedad terminaría rindiendo frutos notables.
Al final de la primera década en democracia Angeloz decidió forzar la Constitución buscando un tercer mandato contra el rechazo de Mestre, que lo enfrentó en una elección interna. En esa misma contienda, Martí derrotaría a Mario Negri, algo así como el paso inmediato a la intendencia que hasta diciembre de 1991 ejercería Mestre.
Martí sólo puede ser comparado con Mestre entre los mejores intendentes, aun cuando siendo ambos odontólogos fueron por caminos distintos y estilos opuestos.
El ministro que se describía como “el más alfonsinista de la Línea Córdoba”, asumió la intendencia dispuesto a negar lo bueno y lo malo de Mestre. Le costó más de un año formar un equipo que tenía el rumbo de sus ideas y de sus impulsos. Dejaba hacer a sus secretarios.
Algo había cambiado en la Municipalidad. Mestre era severo y adusto, Martí era cordial y simpático. Jugaba al balero como un chico y tenía una huerta en el balcón de su despacho.
Lo que veía y le gustaba en sus viajes, lo traía. Vio en París las comunas, pequeños municipios barriales. Regresó y proyectó los centros de participación vecinal (CPC).
Si por algo será recordado, será por los CPC que, con el discutido diseño de Miguel Ángel Roca, le facilitaron la vida a vecinos de toda la ciudad.
Su tiempo en la intendencia se agotó en 1999, al cabo de dos mandatos, y muchos de sus compañeros no le perdonaron no haber buscado la gobernación.
Optó por beneficiar la llegada de Germán Kammerath en 1999 antes que propulsar un sucesor de su mismo partido.
Se había distanciado de Angeloz para unirse fugazmente a Mestre. Y su sector se diluyó apenas abandonó la intendencia, en diciembre de 1999.
Ya estaba enfermo. Un trastorno psiquiátrico lo alejó más de la política y de su partido. Fue ese mal el que, con todas las chances de triunfo, le hizo descartar ser candidato a gobernador en 2003. Dos años antes había sido consagrado senador.
Martí eligió irse antes que quedarse. Cada tanto sorprendía con alguna foto incómoda para sus partidarios o emitía alguna opinión singular y políticamente incorrecta.
Ocupó un cargo secundario en el gobierno de Fernando De la Rúa, la ya citada banca de senador y, desde que Ramón Mestre (h) es intendente, presidía el casi honorífico Instituto de Planificación Municipal.
Ayer por la tarde, Martí resolvió ponerle punto final a su vida, una decisión sin reproche.
Sus restos serán velados en sala Minoli, avenida Rafael Núñez 3855 y trasladados después de las 16 al cementario parque La Floresta, camino a Alta Gracia.
Postales de sus dos gestiones como intendente de Córdoba
El más peronista de los radicales. Así lo consideraban muchos, porque el exintendente caminaba las villas de emergencia y los barrios más pobres. Para algunos era Martí; para otros, Márti.
Medio ambiente. Sus gestiones coincidieron con la emergencia de una mayor inquietud social por los problemas ambientales. Y él las tomó. En el Suquía, midiendo la contaminación.
Un millón de árboles. El tema quedó para la discusión: si durante sus gestiones se había llegado o no a esa cantidad. Lo cierto es que Martí promovió la forestación urbana en la ciudad de Córdoba.
Su emblema, los CPC. Martí encaró una descentralización, al menos física, del municipio y construyó la gran mayoría de los 11 centros de participación comunal.