El funcionamiento del Hospital Garrahan no para. Decenas de chicos y sus padres necesitan ser atendidos con urgencia. Los médicos no dan abasto. El sector que manejaba el doctor Ricardo Russo, Inmunología y Traumatismo, está igual de agitado que cualquier otro día. El centro de salud busca mantener su ritmo habitual a pesar de la detención del pediatra acusado de tener, producir y distribuir pornografía infantil.
El día después de que se hiciera pública la noticia, el eco del escándalo se esconde tras la vorágine cotidiana de la guardia. Sin embargo, debajo de esa aparente inmutabilidad, aparece el repudio. Con solo preguntar, emerge la indignación. Una empleada que trabajó con el pediatra durante tres años sintió eso cuando se enteró. "Es repugnante", comentó. "Nadie sospechaba nada. Si no, lo hubiéramos denunciado. Era muy respetado. Cuando me enteré me dio asco", sentenció impactada.
La
conmoción por el caso Russo también repercute en los padres de los chicos. Llegan a uno de los hospitales pediátricos más prestigiosos de Sudamérica y sin embargo, sienten inseguridad. "No sabemos quiénes son los que están viendo a nuestros hijos", comenta Luisa, mientras esperaba que atendieran a su nena de seis años en Neumonología.
Russo trabajaba en el hospital desde hace 26 años, cuando ingresó como residente y fue ascendiendo hasta llegar a jefe de servicio. En el sector amarillo, donde él atendía, este jueves había chicos por todos lados. De todas las edades. Mucho de ellos con dificultades de movilidad, respiratoria y otros tipos de problemas de salud. Tras la noticia, sus papás insisten en que no están tranquilos. Expresan repudio, pero también confusión. "¿Cómo puede ser que nadie se haya dado cuenta de lo que hacía este tipo?", pregunta Edgardo. Un sentimiento parecido tiene Clara, quien pide que desarmen la banda de pedófilos. "Esto no puede pasar, es el peor crimen de todos", agrega.
Después de la detención de Russo, el Garrahan abrió un sumario administrativo y apartó de sus funciones al pediatra detenido. Además las autoridades pidieron que la institución "se constituya como particular querellante en la causa".
Puerta adentro, aumentó la seguridad en el hospital y puso guardias privados en todos sus accesos. Atentos con cada visitante para impedir el ingreso de periodistas, con una planilla en la mano para anotar los nombres, preguntan a cada uno que intenta ingresar: "¿A qué venís?" o "¿A quién venís a ver?". También se notó la excesiva seguridad dentro del establecimiento, donde agentes de la policía de la Ciudad y de seguridad privada recorrían los pasillos y las salas para detectar cualquier actitud sospechosa.
Fuente: Clarín
Fotos: Enrique García Medina